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El euro digital está lejos de los bulos de la extrema derecha sobre “el fin del dinero en efectivo” o “el control de la privacidad”

Daniel Yebra, publicado originalmente en el Diario.es.

“El euro digital nunca reemplazará al dinero en efectivo”. Ese fue el punto de partida del Banco Central Europeo (BCE) desde que en 2021 empezó a trabajar en diseñar una moneda digital oficial para los países de la eurozona. “Un sistema que nos permitirá garantizar que el dinero y los pagos siguen siendo de confianza y eficientes en un entorno digital que cambia rápidamente”, según asegura la institución, que incluso advierte de que “los pagos son un bien público demasiado importante para dejarlo en manos de los mercados financieros internacionales”.

Sin embargo, desde la extrema derecha y desde ciertas posiciones neoliberales prefieren ignorar estas premisas y certezas. También que al proyecto de creación de dinero digital le quedan algunos años (la fase de investigación termina en octubre de 2023). Y que antes de ser realidad tendrán que participar los parlamentos. Por último, que es un objetivo “imparable” que comparten todos los grandes bancos centrales, desde la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, pasando por el Banco de Inglaterra hasta el Banco Popular de China.

“Christine Lagarde, presidenta del BCE, ha decidido junto a oligarcas y políticos globalistas la implantación del euro digital y la eliminación del dinero físico. Control total e invasión de la privacidad. ¿Han preguntado alguna vez a los españoles si les gusta o no esta idea?”, alertó la cuenta oficial de Vox en Twitter a principios de diciembre.

El principal partido de la ultraderecha en España reaccionó así a una intervención reciente de Lagarde para explicar el primer año de fase de investigación sobre el euro digital. La posición de Vox resume bien los bulos que comparten desde hace meses perfiles antivacunas, conspiranoicos, racistas, libertarios o prorrusos en la misma red social. Y que se han extendido a otros ámbitos, privados y públicos, en nuestro país, y también a ciertos medios de comunicación.

“Con la implantación del euro digital que propugna Lagarde y los que son como ella, decidirán por ti si eres un buen usuario, si podrás comprar esto o aquello, si tendrás acceso a tu dinero o no. Evidentemente todo lo hacen por tu seguridad y por el bien de todos. ¿Por qué piensas que la élite no quiere que tengas dinero en casa ni que pagues en efectivo?”, defiende uno de esos perfiles en Twitter.

“El control absoluto de tu vida, pensamientos y sentimientos es lo que no te cuenta el marketing de la Agenda 2030”, acusa otro. “El euro digital es la nueva versión de la cartilla de racionamiento. Y lo venderán como siempre, por nuestro bien”, remata un tercero.

“Seguiremos proporcionando efectivo”

Lagarde, la principal dirigente de la institución que controla la política monetaria de la eurozona, recordó en la intervención que desató los bulos sobre el euro digital que “el modelo de pagos actual está en transformación”. “Casi la mitad de los consumidores de la eurozona dicen que prefieren pagar sin efectivo, por ejemplo con tarjetas”, observó. “Seguiremos proporcionando efectivo, pero si se utiliza cada vez menos, el dinero público podría perder en última instancia su papel de ancla monetaria para el modelo híbrido, amenazando su función clave para garantizar la confianza en los pagos”, continuó.

“En ausencia de un ancla pública, la aparición de nuevos tipos de activos digitales podría albergar inestabilidad, y la confusión entre los ciudadanos sobre lo que es dinero y lo que no lo es”, añadió la presidenta del BCE, en referencia a las criptomonedas. Sobre el Bitcoin y compañía, recalcó que son activos sin respaldo, especulativos, “demasiado volátiles para actuar como medio de pago”.

Y, por otra parte, lamentó el riesgo “de dependencia de medios de pagos extranjeros con consecuencias para la autonomía estratégica de la eurozona. En la actualidad, más de dos tercios de las operaciones de pago con tarjeta son gestionadas por empresas con sede fuera de la UE”.

“Diseñando dinero público digital, podemos adelantarnos a estos acontecimientos y garantizar que la confianza en el sistema monetario se mantiene y se fomenta la innovación”, anunció Lagarde. “La emisión de una moneda digital sí que sería para salvaguardar la confianza de que 1 euro es 1 euro”, insistió.

Riesgos y oportunidades el euro digital

“El fin del efectivo significaría mayor desigualdad por la exclusión financiera de los más vulnerables”, reflexiona Ricardo G. Zaldivar, coordinador del consejo científico de Attac. En su opinión, esta amenaza de exclusión descarta por completo la eliminación de monedas y billetes. Al mismo tiempo, “el proceso del euro digital es positivo para la sociedad y es ineludible”, arguye.

Sobre el control de la privacidad que denuncia la extrema derecha, este economista apunta que “el control ya existe. Cada vez hay menos posibilidades de pagar en efectivo grandes sumas en efectivo”. Hace apenas unas semanas, los Estados de la Unión Europea (UE) decidieron impedir pagos en efectivo superiores a 10.000 euros para frenar el blanqueo de capitales.

“Si, por ejemplo, se permite el anonimato como medio de ofrecer el mayor nivel posible de privacidad, estaríamos poniendo en peligro nuestro compromiso de luchar contra el blanqueo de capitales y la financiación de actividades delictivas. A ese respecto, es necesario lograr un equilibrio entre minimizar la participación del Eurosistema y de intermediarios en el tratamiento de los datos de los usuarios y seguir garantizando el cumplimiento normativo”, matiza Margarita Delgado, subgobernadora del Banco de España.

“Con el dinero digital habría facilidad para el control de la privacidad, pero no más control del que ya hay”, prosigue Ricardo G. Zaldivar. Este experto cambia el enfoque: “El euro digital servirá para quitar parte del poder a los bancos para crear dinero, y eso reducirá el riesgo de crisis financieras”.

Con el dinero digital habría facilidad para el control de la privacidad, pero no más control del que ya hay Ricardo G. Zaldivar — Coordinador del consejo científico de Attac

“La propuesta implica que los ciudadanos podemos tener nuestro dinero en el banco central, y esto es quitar poder a los bancos. Una parte importante de los depositantes se irían al BCE o a los bancos centrales de cada Estado [según se diseñe la nueva moneda digital]. Esta transición tiene que hacerse evitando el riesgo sistémico de una caída de la banca”, considera el economista de Attac.

Este análisis lo defiende con otras palabras Margarita Delgado. “Se considera que un euro digital es la mejor forma de asegurar que el dinero público siga siendo un ancla del sistema de pagos en su conjunto”, dice. “Las potenciales retiradas masivas de depósitos son una debilidad reconocida de los sistemas financieros basados en la banca, lo que justifica la adopción de un número importante de iniciativas regulatorias. Las monedas digitales de los bancos centrales ofrecen a los ciudadanos y a las empresas la posibilidad de transferir sus depósitos a un activo más seguro”, defiende la economista del Banco de España.

“De hecho, un euro digital demasiado atractivo y accesible podría fomentar una migración significativa de depósitos bancarios, comprometiendo así su capacidad de intermediación y de préstamo y probablemente desestabilizando también el sistema bancario en su conjunto en períodos de tensiones financieras”, puntualiza. Y destaca la necesidad de buscar el equilibrio “entre las funciones del banco central y los intermediarios financieros tanto tradicionales como nuevos”.

“El BCE maneja diferentes opciones, la de un sistema de cuentas minoristas (incluso depósitos) de ciudadanos en el banco central es una opción factible. Este tipo de monedas digitales de los bancos centrales implica, entre otros aspectos, la necesidad de que el sector bancario dependa en mayor medida de la financiación mayorista y esto tendría consecuencias negativas sobre sus márgenes. En todo caso, se trata de un impacto limitado que aún podría retrasarse bastante antes de su implementación”, aclaran Santiago Carbó Valverde y Francisco Rodríguez Fernández, expertos del centro de análisis Funcas.