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Entrevista a Albino Prada, autor de“El regreso de China. ¿Chimérica o Telón Digital”

Se fusiona y edita aquí dos entrevistas al autor con motivo de la publicación de su último libro (el 16.3.2021 en el Correo Gallego y el 8.3.2021 en Mundiario)

Su ensayo se titula ‘El regreso de China: ¿Chimérica o telón digital?’. ¿Nos explica su significado?

Observé que, sorprendentemente, sobre China no había en las librerías ensayos que de forma breve y sintética se ocupasen del pasado reciente de ese país y de su situación actual. Y de la relación crucial entre ambas perspectivas. Titulo regreso, porque China ya fue hasta el siglo XVII la economía con más peso en el mundo, posición que ahora vuelve a ocupar. Pero no solo por su PIB, también por su capacidad financiera y de ahorro, de inversiones en el exterior o de tecnologías emergentes.

El dilema entre Chimérica o Telón Digital está abierto ahora mismo. China para Kissinger era una oportunidad de abducción para la maquinaria económica norteamericana luego, suponía él, vendría todo lo demás. Pero el abductor se vio abducido (China es su banquero y su fábrica global): Chimérica. Todas las alarmas saltaron con el big data y la IA. Ser abducido en este asunto suponía, para cualquiera de los dos, un riesgo directo para su soberanía e independencia nacional.

¿Cree que su obra será realmente útil a todos aquellos que se plantean de qué manera China podría complicar o facilitar las cosas al resto de los habitantes del planeta?

Lo que es útil ya de entrada es plantearse esta pregunta. La sinofobia se extiende porque hay razones que sugieren que las complica a buena parte del mundo. La sinofilia existe en aquellos países que comprueban cómo China mejora el trato que venían recibiendo de los países más ricos (hoy, por ejemplo, con las vacunas). Los dos vectores se analizan en este ensayo

China es un país grande, pero ¿tanto como para calificarlo ya como la mayor economía del mundo?

En términos de paridades de poder de compra su PIB en dólares ya sitúa a China como la economía de mayor dimensión. Pero China es sobre todo la sociedad con la mayor población del mundo con absoluta claridad. En una sociedad de mercado, a la que se dirigen, eso los convierte en un actor clave del mundo de este siglo.

¿Explican las mutaciones históricas de China su actual situación?

Para Deng Xiaoping el viraje histórico necesario era claro: a finales del siglo XX había que desandar el camino equivocado del aislacionismo chino del siglo XV. De esto me ocupo en el libro. Se había intentado ya a comienzos del siglo XX pero los intereses imperialistas occidentales truncaron en su momento ese camino.

En esta pandemia, ¿China ha demostrado estar a la altura, sobre todo si hablamos de ingeniería tecnológica?

El pasado año 2020 se puso de manifiesto que China aguanta sin entrar en recesión una pandemia mundial y que incluso mantiene un pulso exportador. La dependencia, que para ellos empezó siendo tecnológica, ahora se ha visto invertida: material sanitario, equipos para teletrabajo, IA para gestión de crisis, etc. Ha sido el resto del mundo (incluidos los países más ricos) los que se han puesto a la cola para conseguir ser atendidos en aquel mercado.

La pandemia ha puesto de manifiesto una mayor resiliencia de la economía china que en los países occidentales y nos ha obligado a poner en la agenda la autonomía y autoabastecimiento por encima de las aparentes ventajas en costes de la globalización neoliberal.

¿Cómo debemos ver al país asiático: como aliado, enemigo o como el ‘comodín del público’ (valga la expresión)?

China busca celosamente, lo analizo en mi libro, blindar su independencia y soberanía nacional en un mundo global muy interdependiente. Su experiencia en la primera mitad del siglo XX fue muy traumática y ejemplarizante. Como Japón o Corea han tomado buena nota de que no deben depender tecnológicamente de los países más ricos. Su apertura al exterior se condicionó a romper esa dependencia. Y lo están consiguiendo…

Para ellos cualquier país, y digo cualquiera, que encaje en sus necesidades de aprovisionamientos y de mercados será un interlocutor válido. De momento siguen siendo no alineados, con un pequeño poder nuclear disuasorio y con demasiadas cosas que atender dentro. Pero ven con suma preocupación cualquier ruptura del libre comercio mundial, del transporte y de las comunicaciones.

¿Es una competencia sana la que tienen EEUU y China? Con Trump estaba claro que no…

China compite en el mundo de acuerdo con lo que le permite la Organización Mundial de Comercio. Nadie controla que en la globalización neoliberal se respeten unos estándares mínimos de derechos laborales, sindicales, obligaciones fiscales, ambientales, etc. Y eso provoca una igualación a la baja en el resto del mundo. 

Walmart es una de las mayores empresas norteamericanas de distribución, se dice que si fuera un país sería el mayor socio comercial de China. A Walmart no le precupa lo que pase con los trabajadores en China, ni los efectos que tenga su modelo de negocio en sus propios consumidores norteamericanos. Comprarán más barato pero no tendrán empleo. Esta es una competencia tóxica. No creo que antes Trump o ahora Biden la vayan a corregir. Walmart y la plutocracia china salen ganando en este juego. Muchos otros, dentro y fuera de China, salen perdiendo.

Quienes defienden la economía de mercado y el libre comercio, ¿tienen derecho a frenar a esta gran potencia comercial que es China, o recelar de ella?

La globalización comandada por la Organización Mundial de Comercio (OMC) al servicio de las empresas transnacionales tiene muy poco de libre comercio y mercados competitivos. Es ajena a los derechos laborales, sociales o ambientales. Esos intereses se mueven en China a sus anchas, China obtiene a cambio capacidades tecnológicas, empresariales y de mercados. Ambos salen ganando. Los perdedores de este doble juego son los que recelan –creo que con motivo- de esa globalización.  

Es curioso que un país comunista sea la mayor economía del mundo…

China no es un país comunista. Es un país gobernado por un partido autodenominado comunista. Del que este año se cumplen 100 de su fundación. Tomaron buena nota de lo que pasó en la URSS y lo dejaron claro en Tiannanmen. El PCCh que reorientó Deng Xiaoping en el mejor de los casos allá para 2050 se plantea una economía social de mercado. Ni socialismo, ni comunismo… eso queda para 2100. 

Es un país inmenso gobernado por un partido centralizado y plutocrático cuyo máxima preocupación es evitar un derrumbe como el de la URSS. El big data y la IA le dan nuevas herramientas para conseguirlo si, al mismo tiempo, pueden dar satisfacción a un creciente consumismo de amplias capas de población. De momento han cambiado comunismo por consumismo. 

Las multinacionales obtienen beneficios gracias a China, está claro. ¿Y los consumidores? ¿Y los propios chinos?

Como te decía la plutocracia global de las multinacionales (Walmart, Apple, Microsoft, Adidas,…) y la plutocracia interna de China consiguen sus objetivos mutuos. Se han adaptado mutuamente: Chimérica. 

Pero en ausencia de un gobierno mundial de la globalización (contra la actual OMC) la subsiguiente igualación a la baja dañará la vida digna de los trabajadores aquí y allí. También dañará, lo está haciendo, la capacidad fiscal de los Estados (del chino incluido).

¿Qué consecuencias económicas pero también sociales tendrá el vertiginoso proceso de éxodo poblacional en China?

Hay un gran paralelismo entre la emigración de la periferia europea a Centroeuropa con la actual del interior de China hacia su litoral. Pero a una mayor escala.

Ese éxodo es la válvula que mantiene a raya las demandas laborales y sociales en las provincias del litoral. Con una población inmigrante que no goza de derechos plenos de ciudadanía. Mantiene unos costes laborales bajos y una relativa paz social. El ejército laboral de reserva del que hablaba Marx. De todo ello sacan hoy provecho las empresas globales (desde Apple a Adidas), pero no tanto los consumidores occidentales y menos aún los desempleados de esta parte del mundo,

Biden sostiene que el presidente de China «no tiene un solo hueso democrático en su cuerpo» y asegura que no lo dice como «una crítica», sino porque es «una realidad». ¿Usted qué cree?

Sobre la realidad hay mucho que decir. En un índice de corrupción que cito en el libro Estados Unidos pasa de la posición 11ª en ingresos del mundo a la 30ª en menor corrupción, China de la 77ª a la 90ª. Ambos empeoran. En otro índice internacional sobre derechos laborales con escala de 1 a 5, Estados Unidos está en el nivel 4 y China en el 5. En un índice sobre la calidad deliberativa de las instituciones de Gobierno, China desciende 59 posiciones respecto a la que ocupa en ingresos a escala mundial pero Estados Unidos desciende 88 posiciones. Las plutocracias avanzan a ambos lados del Pacífico.

¿Es Rusia ahora mismo la nación más hábil al conseguir una cooperación estratégica? ¿Querrá hacerse con el poder y relegar a China a una segunda posición?

Hoy Rusia no es ni la sombra de lo que era a mediados del siglo pasado, mientras que China –que en aquel momento estaba hundida y recibió la ayuda de la URSS- ya supera hoy la dimensión económica de la UE o de EE.UU. Y es siete veces mayor que Rusia. A Rusia le queda su poder nuclear y sus reservas de combustibles fósiles. Pero eso no alcanza para jugar un papel global equiparable al que juega China. Por eso creo que un ciudadano reflexivo debiera recorrer las apenas ciento cincuenta páginas de mi libro. Para entender estas encrucijadas.

Hablemos también de China, España y la UE. China es de nuevo el único destino exportador en el que España consigue una tasa positiva. ¿Es normal esta situación para un país europeo?

Eso es cierto y especialmente resaltable en un año en que caen nuestras exportaciones al conjunto del mundo. También sucede así para el conjunto de la UE. Se debe a que China, aún con la pandemia mundial, no entró en recesión. Pero nuestras importaciones de China aún crecieron más. De manera que el saldo nos es muy desfavorable. 

Tanto para España como para la UE con China tenemos un déficit comercial que erosiona el superávit que tenemos (con el resto de la UE o con el resto del mundo).Un síntoma más de que nuestras economías ya no se entienden sin todo lo que pasa por China. Ahí estamos: El regreso de China.

¿A qué retos tendrá que enfrentarse China en el siglo XXI?

Ingentes. Convertirse en una sociedad decente en lo social, laboral, ambiental, fiscal y hacerlo con un pluralismo político participativo que frene la actual deriva hacia una sociedad plutocrática y meritocrática de mercado puro y duro. Salvaguardando sin duda su soberanía nacional, pero sin presionar a la devaluación de las condiciones de vida en el resto del mundo

Albino Prada es investigador de ECOBAS y miembro del Consejo Científico de Attac España. Sus anteriores libros publicados son “Caminos de incertidumbre” y “El regreso de China”.