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Entrevista a Gabriel Zucman. El triunfo de la injusticia. Cómo los ricos eluden impuestos y cómo hacerles pagar

Publicado originalmente el ElDiario.es

18 abril 2021

Gabriel Zucman, profesor de Economía en la Universidad de Berkeley y director del EU Tax Observatory.

Rodrigo Ponce de León
@rodrigopdl

«Hay un fallo intelectual que consiste en admitir que la única forma posible de adaptarse a la globalización es recortar los impuestos a los ricos», responde Gabriel Zucman (París, 1986) cuando se le pregunta por los motivos por lo que ha escrito junto a Emmanuel Saez el libro El triunfo de la injusticia. Cómo los ricos eluden impuestos y cómo hacerles pagar (Editorial Taurus). Zucman, catedrático de Economía en la Universidad de Berkeley al igual que Saez, denuncia en su última obra «la espiral de plutocracia y el control del proceso político por los muy ricos» en que ha devenido la revolución neoconservadora. Si en su anterior obra La riqueza oculta de las naciones se dedicó a desentrañar la opacidad de los paraísos fiscales y a ofrecer soluciones para desmantelarlos, en este libro Zucman y Saez desvelan como determinados poderes han acelerado medidas para imponer una mayor injusticia fiscal a pesar de los ya elevados grados de desigualdad.

El economista defiende que en los modelos administrativos centralizados hay menos competencia fiscal y pueden ser más progresivos pero también esgrime que «no es un derecho natural que una vez que te vuelvas muy rico puedas moverte a otra zona para dejar de pagar impuestos en tu región».

Apuntan en su libro que el declive de la progresividad fiscal ha sido un proceso opaco y que incluso se puede definir como antidemocrático. Pero llevamos años hablando de este tipo de problemas, de la necesidad de una refundación del capitalismo, de que es justo que quién más gane, pague más.

Cuando se pregunta a los estadounidenses si creen que los ricos o las empresas multinacionales pagan suficientes impuestos se puede ver que la mayoría de los estadounidenses responden que no. Durante mucho tiempo ha habido una desconexión entre lo que se podía ver en esas encuestas de opinión sobre lo que la gente quiere en términos de impuestos y los partidos demócrata y republicano. ¿Qué se ofreció a los votantes en términos de posibles cambios fiscales en particular? Ambos partidos se han mantenido en que los impuestos a los ricos deben mantenerse lo más bajos posible, que gravar a los ricos es malo para la creación de empleo y el crecimiento económico. Nunca se salió de esa visión del mundo hasta hace muy poco. Ahora hay una importante evolución en ese ámbito y en EEUU, aunque también en Europa, el Partido Demócrata se ha acercado a los votantes y ha ofrecido políticas que se ajustan a lo que la gente quiere ver.

Las razones por las que se ha tardado tanto son complicadas. Hay una mezcla de incapacidad por enfrentarse adecuadamente a los retos de la desigualdad de nuestro tiempo y un fallo de imaginación, de ser capaces de imaginar otros sistemas fiscales que funcionen bien para gravar el capital de los ricos en un mundo globalizado. También es el resultado de cómo unos grupos de presión han capturado a los políticos para defender las principales necesidades de los más ricos. Ha habido una falta de pensamiento creativo sobre cómo conciliar la globalización y la justicia fiscal y la progresividad. Por este motivo escribimos este libro, para demostrar que es posible gravar de una manera progresiva a las empresas multinacionales y a los muy ricos, que es lo que la gente quiere.

En su libro aseguran que prácticamente vivimos en una plutocracia.

Se puede ver en la evolución política en los Estados Unidos con Trump, por ejemplo. Ahí está la reforma fiscal de 2017, que aprobó durante su presidencia, con una reducción de los tipos marginales superiores del Impuesto sobre la Renta para los ricos, con una bajada el tipo del Impuesto de Sociedades del Impuesto sobre el Patrimonio. Y se aprobó una ley así, que da más ingresos a los ricos, tras casi cuatro décadas de aumento de la desigualdad. Así que es difícil de interpretar el contexto político de otra manera que una espiral de plutocracia y el control del proceso político por los muy ricos.

Aunque insisto en que la plutocracia es inestable: Trump se ha ido. Ya hay propuestas muy concretas sobre la mesa del nuevo Gobierno, que son políticamente viables, para aumentar la progresividad del sistema fiscal en los EEUU. La democracia prevalecerá sobre la plutocracia. Cualquier cosa es posible en la próxima década para el sistema tributario. Creo que en realidad es bastante probable que se aprueben algunas formas de impuestos sobre la riqueza y un retorno a más progresividad del impuesto sobre la renta.

Su libro se centra en los cambios en EEUU y la revolución neoconservadora, pero en Europa, donde el Estado del Bienestar es parte de nuestro acervo cultural, también ha habido una reducción brutal de los impuestos a los más ricos. ¿Por qué se ha inoculado este virus en Europa?

Muchas personas se han convencido de que en un mundo globalizado no es posible incrementar los impuestos a los ricos. Y, por lo tanto, el único camino a seguir es abolir los impuestos sobre la riqueza, reducir los impuestos sobre los beneficios de las empresas, rebajar los tipos impositivos superiores del impuesto sobre la renta y reemplazar los ingresos por más impuestos sobre el consumo. Y lo que es interesante es que este grupo de personas estaba en una base muy amplia de los gobiernos de centro-izquierda de Tony Blair o incluso Gordon Brown, que redujeron las tasas del impuesto de sociedades en el Reino Unido…

En España, el líder del partido socialdemócrata José Luis Rodríguez Zapatero, que luego fue presidente del Gobierno, llegó a decir: «Bajar impuestos es de izquierdas».

Fue una posición política muy respaldada por partidos de centro izquierda, lo que creo que es peligroso y está mal. Es peligroso porque las empresas multinacionales y sus accionistas siguen pagando cada vez menos impuestos y son los principales vencedores de la globalización. En el otro lado, los que no se benefician de la globalización son los trabajadores que sufren bajos salarios o las pequeñas empresas con menos capacidad para competir. Cualquiera entiende que una situación así no es sostenible, ya que se traduce, por ejemplo, en reacciones violentas contra la integración europea. Pero además, es que está la teoría equivocada de que si se grava a las empresas, éstas se trasladarán al extranjero y se llevarán los empleos y los beneficios o que a la hora de diseñar los sistemas fiscales hay que tener en cuenta que los ricos pueden ocultar sus activos. Hay un fallo intelectual que consiste en admitir que la única forma posible de adaptarse a la globalización es recortar los impuestos a los ricos.

Una de las cosas más interesantes para mi en su libro es que desmontan las teorías de la curva de Laffer, entre otras cosas por la poca evidencia científica para sustentarla. ¿Por qué creen que tiene tanto predicamento entre economistas supuestamente formados?

Creo que es cierto que hay una un tipo impositivo que maximiza la recaudación de impuestos. Ahora bien, ¿cuál es ese tipo impositivo? ¿Es el 20%, el 30% o el 80%? Hay evidencia en muchos estudios económicos que la parte superior de la Curva de Laffer, es decir, el tipo impositivo que maximiza la recaudación de impuestos, es del 60 o el 70% para el 1% de las personas más ricas.

En la historia nos encontramos con que algunos gobiernos tenían sistemas fiscales que superaban el llamado lado equivocado de la Curva de Laffer, es decir, imponían una tasa de impuestos mayor que la que maximiza la recaudación, como cuando en Estados Unidos o el Reino Unido tenían unos tipos impositivos marginales del 90%. Pero el objetivo de este sistema impositivo no era recaudar, sino desanimar a quien pretendiera ganar muchos millones. La idea era utilizar un sistema fiscal para evitar la desigualdad antes de impuestos. Es decir, se regulaba la economía de mercado desincentivando que alguien ganara decenas de millones de euros a expensas de otros grupos de la población, los trabajadores y los consumidores. Esta es la razón clave para querer tener tipos impositivos para los ricos que van más allá de la tasa de maximización de ingresos.

El objetivo de un sistema impositivo con tipos marginales del 90% no era recaudar, sino desanimar a quien pretendiera ganar muchos millones. La idea era utilizar un sistema fiscal para evitar la desigualdad antes de impuestos

Ustedes proponen un impuesto sobre la renta nacional, ¿podría explicarlo?

Ahora los impuestos sobre las nóminas son bastantes altos. Son importantes en el sentido de que generan una gran cantidad de ingresos esenciales para financiar la educación y la sanidad. Pero tienen un inconveniente: son bastante regresivos, ya que los pobres consumen en función de sus ingresos más que los más ricos y porque en este impuesto están exentas las rentas del capital de inversión. Proponemos un impuesto nacional sobre la renta porque tiene como base imponible el total de la renta nacional. Un tipo único sin deducciones donde cada uno pagaría por el flujo de sus ingresos, ya sea por trabajo, ahorro o capital. La idea no es añadir un nuevo impuesto sobre todo lo demás, sino reemplazar los impuestos más regresivos que existen hoy en día, como el IVA o los impuestos sobre la nómina, aunque se debería mantener el impuesto sobre la renta individual, que es progresivo.

¿Es posible acabar con la competencia fiscal? En España tenemos este problema incluso entre regiones dentro de nuestro país.

En primer lugar, permítame subrayar que la fiscalidad siempre funciona mejor a un nivel más centralizado porque hay menos competencia fiscal, también porque las autoridades centrales tienen acceso a más recursos, a más información. Así que cuanto más descentralizado esté el sistema fiscal más difícil será tener un sistema impositivo progresivo. Entonces, ¿qué se puede hacer para evitar la competencia fiscal entre regiones? Por ejemplo, si una persona se ha hecho multimillonaria en Catalunya. Esta persona ha construido un negocio exitoso en parte porque se ha beneficiado de los bienes y servicios de Catalunya, de las infraestructuras de la región, de sus escuelas y sus maestros y del sistema público sanitario. Así que sería perfectamente legítimo que Catalunya legislara que si una persona se marcha a otra región le van a seguir cobrando impuestos durante una serie de años y no podrá hacerlo otra institución regional. No es un derecho natural que una vez que te vuelvas muy rico puedas moverte a otra zona para dejar de pagar impuestos en tu región. Y una normativa así también puede servir contra la competencia fiscal internacional: España también podría seguir aplicando unos impuestos a los ciudadanos españoles ricos que se expatrian para evitar pagar lo que les corresponde durante un periodo de tiempo, así se pueden reducir los incentivos para que los ricos se trasladen a los paraísos fiscales.

España podría seguir aplicando unos impuestos a los ciudadanos españoles ricos que se expatrian para evitar pagar lo que les corresponde durante un periodo de tiempo, así se pueden reducir los incentivos para que se trasladen a los paraísos fiscales

¿Cómo se puede detener una industria dedicada a la evasión de impuestos si genera millones de euros?

Hay una gran industria que ayuda a los ricos y a las corporaciones a evadir impuestos, una industria que no solo está tolerada además está poco regulada. Esa es la razón clave por la que hay tanta elusión y evasión de impuestos. Pero los Gobiernos podrían seguir otro camino. Se podrían imponer fuertes sanciones monetarias para las instituciones financieras que se encuentran ayudando a sus clientes a evadir impuestos. A los bancos y a las empresas que se especializan en montar empresas fantasma en Panamá y las Islas Vírgenes Británicas se les podría prohibir la actividad tan pronto como se estableciera que han ayudado a sus clientes a romper la ley. Se puede reducir bastante la oferta de servicios de evasión fiscal de las empresas internacionales. Se puede obligar a las grandes auditoras que ayudan a las empresas a hacer su planificación fiscal a que proporcionen información a las autoridades fiscales. Y se podrían imponer sanciones cuando una transacción se realiza con el único propósito de evadir impuestos.

¿Cree que la OCDE es el lugar adecuado para debatir sobre los impuestos de las grandes empresas tecnológicas?

La cooperación internacional es muy importante. En el libro tratamos de enfatizar cómo se obtienen soluciones y apuntamos que siempre debe haber cooperación internacional. La OCDE puede jugar un papel muy útil, pero me gustaría que hubiera más discusión a nivel europeo en cuanto a tener una política fiscal común, armonizar los tipos impositivos, tener impuestos progresivos para los europeos más ricos y para las empresas internacionales.

Usted defiende que la cooperación internacional es la forma correcta de hacer las políticas fiscales, pero ¿qué pasos debe dar un país como España para abordar uno de sus principales problemas, como es la desigualdad?

Cuando decimos que la cooperación internacional es el objetivo y la solución al problema en cierto sentido no es decir mucho porque lo que todo el mundo está de acuerdo con eso. La pregunta interesante es ¿cómo llegamos a un acuerdo internacional? ¿Cómo empezamos ese camino? España podría tomar alguna medida unilateral como recaudar el déficit fiscal de las empresas multinacionales, que se definiría como la diferencia entre lo que estas empresas pagan de impuestos a nivel global y lo que tendrían que pagar si sus beneficios estuvieran sujetos a un impuesto mínimo de un 25%. Si Apple hace el 10% de sus ventas globales en España, su Gobierno podría recaudar el 10% del déficit fiscal de Apple. Para hacer esto no hace falta un acuerdo internacional, se puede hacer unilateralmente y puede allanar el camino a un acuerdo internacional porque entonces otros países verán que hay dinero sobre la mesa que España está recaudando.

Se puede hacer una nueva forma de cooperación internacional de abajo hacia arriba. Es algo que ya ha pasado, ocurrió con el secreto bancario. Estados Unidos impuso sanciones a Suiza y los bancos suizos por no enviar información de las cuentas a las autoridades, otros países siguieron sus pasos y se dio un cambio radical en la información bancaria. Fue una nueva forma de colaboración internacional que se consideraba utópica hace 15 años.