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Antonio Fuertes Esteban, miembro de Attac. Publicado originalmente para ATTAC Acordem.

El nuevo orden, tras la Segunda Guerra Mundial, quedó supeditado en Bretton Woods a la hegemonía de EE.UU. La reconstrucción y el proceso de integración europeos – más allá del mito fundacional como hermandad antifascista de los pueblos que recogían el legado de la resistencia y el Manifiesto de Ventotene – han sido procesos de matriz y tutela de los USA. En una primera fase mediante el Plan Marshall para Europa y su inicial dolarización; en una segunda fase EE.UU apoya y promueve la integración de los mercados europeos y de su industria pesada al crearse en 1951, mediante el Tratado de París, la CECA (Comunidad europea del carbón y del acero) considerada el origen de la actual UE. Este origen está marcado por la necesaria reestructuración de los capitales europeos para competir a nivel mundial, es la competencia la que incentiva la unión europea desde entonces. Yanis Varoufakis dice (2011) “La realidad es que la integración europea no fue un bastión de Europa, fue una idea USA ejecutada por sus diplomáticos”.

La mutación que inicia el capitalismo anglosajón en los 70 es promovida desde las élites conservadoras, que adoptan el paradigma neoliberal de la Escuela de Chicago. Al desregular y liberalizar la economía y sus instituciones, el mercado se va emancipando de la tutela de los estados. La supresión de controles de capital y su libertad absoluta de circulación, se van estableciendo posteriormente en las jurisdicciones de una mayoría de países avalado por medio de instituciones como el FMI, BM o la OCDE, que en principio no fueron creadas para esta mediación.

La onda neoliberal, que implosionó de lleno en el mundo de las finanzas de Wall Street en los 80, es larga y posteriormente prendió en primer lugar en la City de Londres y a través de la Tercera vía social-liberal, con Blair y Schroeder, en el Continente europeo. Ya Miterand en 1983 había advertido antes de su giro tecnocrático “Represento el último político en vida, en adelante solo habrá contables”. Probablemente nada de esto hubiera pasado si la política internacional no hubiera prestado alas a los mercados financieros al retirar los controles internacionales de capital anteriormente; o bien se hubieran adoptado cuando aún se estaba a tiempo las recetas de Tobin sobre un impuesto disuasor a las transacciones especulativas. Pero los políticos europeos, en general, adoptaron en política económica las directrices del Gran Hermano de la OTAN, en la que el PSOE metió a España en 1986, el mismo año que nos incorporó a la Comunidad Económica Europea.

Desde los años 90 han venido siendo los grupos de presión o lobbies de las grandes corporaciones financieras los que han marcado el signo de las políticas nacionales e internacionales. En EE.UU la presión del entramado financiero sobre Clinton en campaña electoral de 1999, logró que este derogara la Glass Steagall Act, por la cual la banca comercial se mantenía separada de la banca de inversión. Su derogación significó un salto cualitativo importante en el proceso de financiarización de la economía y para que las finanzas consolidaran su poder en los mercados. En general la gran mayoría de decisiones estratégicas para la economía y que al mismo tiempo afectan los planes de las entidades financieras, han sido tomadas al dictado de estas, bien sea en América, Europa o España. En su voracidad las finanzas globales trazan sus negocios sobre cualquier aspecto de la vida que pueda constituir un activo económico, así ha sido de forma creciente en los últimos 40 años.

Los lobbies financieros, con sus tentáculos, dominan las decisiones de los gobiernos que acaban como gestores de los intereses de la gran banca (Vigueras 2012). Estos presionan a los gobiernos en múltiples frentes de interés, paralelamente a los acuerdos de los Tratados internacionales de comercio (TIC): profundización en la desregulación económica, resguardo de la opacidad financiera, fiscalidad nacional e internacional (ITF), privatización bancaria y concentración oligopólica, adquisición de empresas y servicios, titulización y elaboración de productos derivados, resguardo de las guaridas fiscales… Rara es una rama de la economía que no esté afectada por su presión. Los lobbies despliegan toda su influencia especialmente en los espacios normativos o en los periodos constituyentes, allí donde se legislan las directrices y normas económicas fundamentales. En la UE presionaron en la redacción del Acta Única Europea (1986) en la que se acelera la estructura tecnocrática-neoliberal mediante la obsesión liberalizadora, supone la desaparición de fronteras internas y externas para los capitales; presionaron igualmente durante las deliberaciones y negociaciones del Tratado de Maastrich por el que se funda la Unión Europea (1992) y en él se implementan un abanico de medidas económicas neoliberales, aderezadas con una obsesión de estabilidad monetaria, presupuestaria y de convergencia para todos los países que entraron en la moneda única. Posteriormente sucedió lo mismo durante la redacción de la no-nata Constitución de 2005, donde los tecnócratas de la UE y los lobbies se reunieron siendo maestro de ceremonias un expresidente liberal Francés, Valery Giscard D’Estain. Esta normativa fracasada de 2005 entró por la puerta de atrás en el vigente Tratado de Lisboa, en vigor desde 2009, firmado por los jefes de estado y de gobierno de 28 países miembros, donde además se estipulaba que cualquier cambio normativo futuro en los aspectos financiero, monetario o fiscal habría ser aprobado por unanimidad, cerrando así con dos llaves los legados legislativos.

En España, el Gobierno de Zapatero, pactando con el PP y otros partidos, reformaron en pocos días el artículo 135 de la Constitución, por el que el pago de la deuda pública sería prioritario a cualquier otro gasto del Estado en sus presupuestos generales. Más allá de la ortodoxia de los Pactos de estabilidad presupuestaria, detrás de las prisas estuvo la presión de los acreedores financieros alemanes sobre Merkel y Bruselas.

En España, igual que pasa en EE.UU y en Europa, se legisla bajo el lema “lo que es bueno para las corporaciones, es bueno para España”, motivo por los que los gobiernos respectivos desde 1991 hasta 2021 han elaborado normativas en lo financiero que han constituido en su conjunto un silencioso golpe de estado. Se ha acabado con la antigua banca pública y con la mayoría de las Cajas y las 62 entidades bancarias de 2007, se han reducido a 10. Como resultado se ha conformado un poderoso oligopolio financiero constituido por 5 grandes entidades, que ostenta cerca del 80% de los activos y que tiene un importante peso en el IBEX 35 y en las decisiones del Gobierno.

Por otra parte la frecuencia de puertas giratorias entre la política y las finanzas es otra forma de utilización de la política para objetivos espúreos. En Europa son conocidos casos como los de Draghi, Monti, Guindos, Papademos y otros pilares políticos que provienen en su origen de Goldmand Schacs, Deustsche Bank o Lehman brothers. En España son de todos conocidas muchas situaciones análogas.

Dentro del gran espacio financiero, cada vez más emergen como predominantes las finanzas offshore, situadas en oficinas virtuales en demarcaciones territoriales con jurisdicciones offshore que mantienen una fuerte opacidad sobre las negocios y capitales allí establecidos y dificultan la trazabilidad sobre los flujos que entran y salen procedentes de otras jurisdicciones. La mayoría de los llamados paraísos fiscales se constituyen como centros offshore o extraterritoriales. Un claro ejemplo también del poder de los lobbies financieros viene consistiendo en hacer desaparecer de los listados oficiales de jurisdicciones no colaborativas de la UE, todos los países y territorios que funcionan realmente como tales en Europa.

El predominio de los grandes bancos en el sistema financiero está dejando paso al de grandes fondos de todo tipo (De inversión, Hedge founds, fondos buitre, FMM …) y grandes gestoras de fondos, como Blackrock o Vanguard, ubicados en la banca en la sombra (Shadow Banking), que albergaría un conjunto de entidades intermediadoras de crédito, que recalan por lo general en paraísos fiscales, fuera del sistema bancario tradicional y fuera de toda regulación. También se ubican allí otros actores como socimis, spv (vehículos especiales de inversión) e incluso los grandes bancos comerciales, que pertenecen al sector regulado, suelen tener ramas de inversión que forman parte de la banca en la sombra para evitar la regulación.

La hegemonía financiera pone en cuestión la soberanía de los estados, los gobiernos no pueden representar el mandato para el que han sido elegidos por los ciudadanos, ello es debido a que son las finanzas quienes marcan el camino a las economías en interés propio, las que ostentan cada vez más poder, no solo económico, sino también político. El capital global transfronterizo se ha constituido en el “dominium” catapultado por los estados “imperium”. Como frecuentemente se solía decir, los votantes en Europa para poder influir sobre su futuro tendrían que votar en las elecciones USA o Deutschland, aunque posiblemente en un futuro inmediato habría que organizar elecciones universales para elegir los consejos de administración de los grandes fondos globales. La pregunta que nos hacemos es ¿cómo la ciudadanía podría recuperar, ante este panorama, las riendas de su propio destino?