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Poner en el centro la preservación de la vida y la dignidad de las personas

Artículo publicado originalmente en CTXT Contexto y Acción

Fernando Prats (Futuro Alternativo) 

¿Crisis de civilización?

Hemos descubierto que las certezas y seguridades que creíamos garantizadas, no lo están, y que vivimos en un entorno de extraordinaria vulnerabilidad ante complejos acontecimientos –ecológicos, epidemiológicos, económicos y sociales– que se interrelacionan y que no podemos controlar.

Las catástrofes globales se agudizan y aceleran. En el último decenio hemos asistido a una gravísima recesión económica con enormes secuelas sociales, a una pandemia que sigue cobrándose cientos de miles de vidas diarias y que induce una nueva crisis económica mundial de gravedad aún desconocida. También a las primeras sacudidas (incendios, sequías, inundaciones…) derivadas del avance imparable del cambio climático y la destrucción de los ecosistemas que sostienen la vida en la Tierra.

Se refuerza la idea de que afrontamos una nueva fase en la evolución de la Humanidad y su relación con la Tierra –el Antropoceno– forjada por crisis interrelacionadas y confluyentes hacia una desestabilización generalizada. Lo más inquietante es descubrir que nos enfrentamos a fenómenos desencadenados por nuestras propias lógicas de desarrollo: aumento de población, capitalismo (de mercado y Estado) necesitado de extraer, acumular, explotar y consumir ilimitadamente, y creciente desbordamiento de un planeta finito y frágil que amenaza la continuidad de la vida actual.

Por eso ya no deberíamos reconstruir un pasado que nos ha traído hasta aquí: no es posible superar una catástrofe con las mismas lógicas que la crearon. La pandemia es una oportunidad para alumbrar estrategias de emergencia que sostengan la vida y posibiliten existencias democráticas y justas en un planeta habitable. Si las inversiones multibillonarias post-covid se orientan a reactivar las viejas lógicas económicas, estaremos alimentando un nuevo y definitivo impulso a la destrucción de los sistemas vitales de la Tierra.

Vivir saludablemente en un planeta habitable

El cambio de ciclo histórico demanda redefinir paradigmas y crear relatos y propuestas que posibiliten superar los intereses e imaginarios que nos empujan al colapso.

Frente a la acumulación de capital y el consumo ilimitados, se postula poner en el centro la vida y la dignidad de las personas. Por eso urge alumbrar nuevos relatos y prácticas sociales en torno a las siguientes cuestiones:

• Informar y debatir sobre la dimensión y los tiempos de los desafíos globales que enfrentamos.

• Eludir los escenarios más catastróficos y socialmente regresivos limitando las subidas de temperatura y evitando la destrucción de ciclos, ecosistemas y servicios ambientales básicos para la vida.

• Constituir espacios resilientes (bio/comarcas/regiones), en los que coexistan los sistemas urbanos, rurales y naturales en términos de equilibrio de huella ecológica/biocapacidad, bienestar y economías circulares de proximidad.

• Impulsar transformaciones socioeconómicas coherentes, que apoyen experiencias en torno a los comunes y de carácter social y solidario, hacia la garantía suficiente de las necesidades sociales.

• Favorecer los movimientos sociales que construyan valores y redes interpersonales así como un nuevo municipalismo comunitarista y participativo, con políticas locales socializadas y administración compartida de los bienes públicos.

• Fortalecer y democratizar las políticas estatales y supranacionales para afrontar los retos eco-sociales, las desigualdades, la injusticia fiscal y el poder oligopolístico, financiero y tecnológico.

Una estrategia de emergencia para España

España es uno de los países más vulnerables de la UE.  Junto a la fuerte precariedad social heredada de las políticas implementadas en la pasada crisis y las duras expectativas del panorama pos-pandemia, el país ofrece muchas fragilidades en términos energéticos, climáticos y de destrucción de su patrimonio ambiental.

Es prioritario que la sociedad conozca y debata sobre la dimensión y profundidad de las transformaciones políticas, socioeconómicas y culturales que necesitamos implementar, algunas de las cuales se apuntan a continuación:

1. La transición energética y climática.

El binomio energía-clima constituye el eje medular de programas de emergencia que reduzcan el consumo energético, mejoren la eficiencia e implementen sistemas renovables para alcanzar la descarbonización general en veinte años.

Es preciso impulsar urgentemente estrategias de adaptación frente al aumento de las temperaturas y la disminución de las precipitaciones que ya están afectando a la mayor parte del territorio.

2. Garantizar los derechos humanos y la dignidad e igualdad básica de todas las personas.

Hay que garantizar los derechos humanos, la igualdad de género, la solidaridad, la eliminación de la pobreza y la drástica disminución de las desigualdades, así como preservar la dignidad de todas las personas (las de aquí, las de allá y las de quienes se ven obligadas a migrar). Es indispensable profundizar en un ciudadanismo democrático, potenciando la relación activa entre personas libres e iguales que exijan derechos y asuman responsabilidades.  

En una sociedad con enormes resistencias a modificar sus patrones de vida, la metamorfosis del sentido común para priorizar una vida digna a todas las personas constituye uno de los principales retos del cambio. Ello implica una cultura feminista que impregne las políticas frente a la inequidad y los machismos y consolide la justicia de género

3. El inmenso reto de transformar la economía.

Cuidar la vida, incluir la reproducción social y cuidar del bienestar requiere reducir la esfera material de la economía, reorientar sus prioridades, democratizarse y descentralizarse en todos los planos y aplicar regulaciones y políticas fiscales que permitan orientar los recursos necesarios para dignificar la vida de las personas y financiar el cambio de ciclo histórico sin dejar a nadie atrás.

Para ello es necesario limitar el poder financiero, recuperar la economía real y garantizar relaciones laborales equilibradas. Es preciso impulsar redes de economía social y solidaria y de los comunes en circuitos de cercanía, generando entornos, estímulos y contextos favorables.    

4. Cuidar la Biodiversidad y los agroecosistemas, desde una política territorial integrada.

Es necesario abordar urgentemente medidas para la preservación/recuperación de los ciclos, ecosistemas y servicios medioambientales clave, especialmente en el litoral y los territorios más afectados por el calentamiento global. La revalorización estratégica y sostenible del sector primario es fundamental para la supervivencia del mundo rural y su relación con los mercados de temporada y proximidad y las dietas alimentarias sanas.  

Las ciudades se configuran como actores ecológicos, sociales y económicos de primer orden en los procesos de cambio; requieren reformular sus huellas y metabolismos energéticos y materiales, implementar sus economías de forma sostenible e integrarse en sus entornos territoriales y sus universos agrícolas y naturales.    

5. Formación e innovación para afrontar el Antropoceno y la sociedad tecnológica.

Además de información, habrá que implementar líneas de formación, cultura e innovación relacionados con la preservación de la vida y la dignidad social y personal. Identificar las relaciones entre el consumo ilimitado y el desbordamiento de los límites vitales debería permitir aproximaciones formativas y culturales a otras opciones de bienestar con una huella ecológica reducida. 

La ciencia, la tecnología y la investigación han de recuperar el diálogo con la ética de los cuidados de las personas y el planeta, evaluando su incidencia sobre el empleo y los derechos democráticos, orientando sus capacidades hacia la garantía de la plena realización del ser humano, atendiendo al respeto de su vida, su dignidad, su libertad, su salud, su integridad y todos sus derechos básicos.

6. Un sector público garante de derechos

Frente al creciente poder financiero y de las grandes corporaciones, hay que arbitrar controles sociales y democráticos capaces de diseñar un sistema tributario adecuado para el siglo XXI. Sin justicia fiscal no hay justicia social.

Necesitamos una reforma fiscal que garantice un sistema tributario justo, progresivo y suficiente. La mayor recaudación necesaria debe ir ligada a que paguen quienes gozan hoy de privilegios injustos, a la necesaria mejora de la eficiencia del sector público y al adecuado control frente a la corrupción y el despilfarro. Es necesario repensar el nivel de deuda existente y el equilibrio presupuestario.

7. Un nuevo equilibrio geopolítico al servicio de la Cultura de paz, la solidaridad, la justicia social y la sostenibilidad  

Los desafíos descritos han debilitado una cooperación internacional efectiva y el orden económico y el derecho internacional están colapsando. La competencia por el liderazgo mundial (especialmente el tecnológico) propicia guerras comerciales, carreras armamentistas y nacionalismos autoritarios. Europa adolece de un déficit democrático y social que la vuelve irrelevante. Debe potenciare el multilateralismo democrático.

Contra las derivas autoritarias, hay que fortalecer una democracia más participativa y menos mediatizada por los poderes económicos. Frente a un mundo cada vez más injusto e inseguro, es necesaria una Europa más solidaria y sostenible.

Hay que alumbrar procesos de transición capaces de proyectar nuevos contratos sociales y ecológicos similares a los que con diferente alcance –Green New Deal, Transiciones Socioecológicas, Horizonte Verde…–están emergiendo en el mundo. Las nuevas políticas interpretadas como pacto intergeneracional en torno a la seguridad y el sentido existencial pueden ofrecer las bases para una regeneración de la política con la que podrían identificarse amplios sectores de la sociedad. De hecho, en todos los campos apuntados existen actores, experiencias y propuestas que constituyen experiencias valiosas que apuntan en esa dirección.