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Albino Prada. Publicado originalmente en Contexto

Hace veinte años y hoy mismo, el daño mayor, permanente y universal del tráfico de hidrocarburos (más allá del visible chapapote cíclico, como sucediera con las mareas negras del Prestige en 2002), y de la economía fósil que alimenta es, por un lado, el colapso climático derivado del uso de combustibles fósiles. Es éste un segundo chapapote invisible permanente.

Y, por otro lado, el colapso social (otro chapapote invisible) en forma de inflación y recesión que está provocando actualmente a escala mundial.

Tres razones muy poderosas para romper con todos los chapapotes del sistema fósil-nuclear: el marítimo, el climático y el económico-social.

1ª parte: sobre el chapapote marítimo

Primero: ¿Qué sabíamos en 2002 sobre los daños por derrames de petróleo?

Que tras los derrames del Exxon Valdez en Alaska (1989) Estados Unidos aprobó la Oil Pollution Act, 1990 saliendo del sistema FIDAC-OMI en el que aún estamos integrados muchos otros países, (Fondos Internacionales de Indemnización de daños por contaminación de hidrocarburos, desde 1967).

Consideraron, con buen criterio, que si querían evitar otras grandes mareas negras de chapapote, el asegurador de la carga debía pagar todos los daños, sin límite alguno, porque solo así se cuidarían mucho de evitar altos riesgos. Y, para curarse en salud, Exxon llegó a un acuerdo «amistoso» con Alaska por 1.000 millones.

En Francia en 1999 se hundió el Erika (de la empresa Total) y será en 2007 cuando se paguen 200 millones por los daños estimados en un juicio. Pero ni Francia ni la UE tomaron la decisión en su momento de abandonar FIDAC, que apenas contaba con un máximo de 200 millones a cargo de los operadores de combustibles fósiles en los países miembros; sin responsabilidad ilimitada del armador-asegurador. Un truco neoliberal para cuando el mercado asegurador se puede poner realmente serio.

En ese momento, cuando en 2002 apechugamos con las mareas del Prestige, el FIDAC era de facto un sistema que favorecía la irresponsabilidad marítima -más aún a falta de empresas visibles como Exxon o Total- por parte de agentes comerciales petroleros que a cada paso se mueven en la globalización de una manera casi invisible (Vitol, Trafigura, Glencore y muchos otros). Será así que navegue por las costas gallegas un barco zombi como el Prestige, cargado de fuel-oil pesado.

Segundo: ¿Siguen, veinte años más tarde, las mareas negras excluidas de la Directiva Europea de Responsabilidad Ambiental (35/2004) y de la Ley española 26/2007 de Responsabilidad Ambiental?

Nuestro modelo nada tiene que ver con el de los Estados Unidos. Permanecemos dentro del FIDAC y fuera del alcance de la responsabilidad ambiental total (donde se paga, sin límite, por todos los daños). Pues si bien, en el artículo 9.1. de la Ley leemos: «Los operadores de las actividades económicas o profesionales comprendidas en esta ley están obligados a adoptar y ejecutar las medidas de prevención, evitación y reparación de daños ambientales y a cubrir sus costos, cualquiera que sea su cuantía, cuando sean responsables de ellos mismos«.

Ocurre que antes en el art. 5.a. se deja claro que: «La presente Ley no se aplicará a los daños ambientales, o a la amenaza inminente de tales daños, derivados de un incidente respecto de los cuales la responsabilidad o la indemnización estén reguladas por alguno de los convenios internacionales enumerados en el Anexo IV (Convenio Internacional de 27 de noviembre de 1992 sobre Responsabilidad Civil Derivada de Daños por Contaminación por Hidrocarburos)”.

Una forma con la que el lobby nuclear-fósil elude la responsabilidad plena e ignora la mayor parte del daño que pueden causar en accidentes importantes, engordando así sus ganancias. Lo mismo sucede en la Directiva Europea. Y en ambos casos, otro Anexo V se excluye los riesgos nucleares.

Tercero: Con esta tela de araña legal para las responsabilidades ambientales por mareas negras ¿cuánto pagaron los responsables del vertido del Prestige veinte años después, dentro del FIDAC?

De los entre los 2.200 e 4.400 millones de euros evaluados por daños (en el juicio realizado en 2013 por María Loureiro sobre la base de los trabajos de la comunidad científica) y considerados indemnizables, menos de 200 millones (10%) fueron asumidos (171 del límite FIDAC y 22 de la aseguradora). Ya en el año 2003 tasamos los daños entre 2.282 millones y 3.460 millones (ver página 305 aquí).

Porque en el ámbito de FIDAC-OMI si no hay responsabilidad penal no hay responsabilidad civil más allá de ese tope. Mientras que en la Directiva y la Ley citadas siempre hay responsabilidad civil y es ilimitada. Lo único que se ha avanzado es que, en caso de nuevo accidente, con la posterior ampliación de FIDAC a mil millones, pagarían en este sistema (que aceptamos en la UE, pero no en EE.UU.) entre el 25 y el 50% de los daños.

Pero el meollo no va de porcentajes ni de euros. La cuestión es que con este sistema tenemos al asegurador y al armador cubiertos (por un sindicato de operadores) sabiendo que no van a asumir todas las responsabilidades, que no tienen que asegurarlas y que se pueden tomar el tema del transporte más a la ligera que en los Estados Unidos Esta es la clave: que tenemos más números en la lotería de barcos zombis.

Cuarto: ¿Los riesgos ambientales de la economía fósil son decrecientes?

Los riesgos visibles de mareas de chapapote (combustibles o petróleo) siguen ahí porque entre 1985-2020 se han duplicado los miles de millones de Tm. (de 1,5 a 3) que circulan por el mar, y todavía hay una lotería macabra de tres grandes desastres cada año. Y, como hemos visto, tenemos muchos boletos para este sorteo.

Si sucediese, y con un gobierno competente, la marea negra será menor y la necesaria marea blanca social también menor, aunque la mayor parte del daño seguirá siendo pagado por los contribuyentes.

Pero tanto hace veinte años como ahora, el daño mayor, permanente y universal de este tráfico (más allá del visible chapapote cíclico), y de la economía fósil que alimenta es, por un lado, un colapso climático derivado de los combustibles fósiles que ya es irreversible según la comunidad científica. Un segundo chapapote invisible permanente.

Y, por otro lado, el colapso social (otro permanente chapapote invisible) en forma de inflación y recesión que están provocando actualmente a escala mundial.

Son tres razones muy poderosas para romper con todos los chapapotes del sistema fósil-nuclear: marítimo, climático y económico-social[1].

Porque son recursos energéticos que no tenemos y tienen que venir de muy lejos, porque son muy contaminantes en un accidente y en su uso, y porque nos hacen vulnerables a mercados que están fuera de nuestro control.

Y podemos romper, porque contamos con energías limpias y renovables con mucho camino por recorrer si no son gestionadas -como viene ocurriendo desde los Rockefeller- por los mismos depredadores de los fósiles.

Sin duda. Veinte años después del Prestige necesitamos -más que nunca- una marea blanca social contra estos tres chapapotes.

2ª parte: sobre el chapapote climático

 «Un día, quizás, un tribunal de la Historia
 pronunciará sentencias tardías por «privación de futuro».
Amin Maalouf (1992)

De la misma manera que el transporte de hidrocarburos está detrás de grandes mareas negras de chapapote en nuestros océanos (con gravísimos efectos sobre los ecosistemas marinos y el litoral afectado), la catástrofe climática (aquí la palabra “cambio” es el eufemismo utilizado) que se nos viene encima bien puede calificarse de chapapote climático pues en buena medida es consecuencia de la combustión de dichos recursos fósiles a lo largo del último siglo[2]: “en ninguno de estos casos podemos hablar de catástrofes naturales por la sencilla razón de que los procesos que les subyacen son antropogénicos, es decir, han sido causados por los hombres”.

Si el colapso climático tiene detrás el chapapote fósil no es menos cierto que esa expresión “causado por los hombres” debe ser precisada. Porque hablamos de capitalismo fósil y de lo que se trata es, por tanto, de “salir de la lógica del crecimiento incesante y el consumo ilimitado”, lo primero que hace falta es detener el tren capitalista que ya nos hizo pasar del tranquilo Holoceno al turbulento Antropoceno.

Porque en estos asuntos aunque se abuse del “nosotros”, tal cosa no existe. No todos ayudamos a la causa del chapapote climático de forma equiparable. Ni en 1950 un ciudadano medio norteamericano y uno chino, ni hoy un ciudadano indio y uno europeo. Y dentro de cada país dependiendo del nivel de vida y consumo de cada uno, o del poder de decisión que se tenga en la producción de bienes y servicios.

Ese nosotros retórico es además peligroso porque agudiza una tendencia ya de por sí preocupante: la desaparición paulatina de la responsabilidad. Debido a que las causas vienen actuando desde hace mucho y a que las medidas para desactivarlas deben prolongarse mucho en el tiempo. Todos ellos factores que alimentan la irresponsabilidad, el conformismo y una percepción acomodaticia. Por eso cada poco los aeropuertos se siguen colapsando de viajeros y los océanos de contenedores, mientras las concentraciones de CO2 ascienden imparables hacia el umbral de 450 ppm, ajenas a las reuniones del IPPC.

*

Sucede, además, que el chapapote climático aunque sea un problema global del planeta incide de forma desigual en los recursos (agua y alimentos para empezar) disponibles, lo que explica que los refugiados climáticos tengan su origen mayoritario en determinadas zonas del planeta. Refugiados expulsados que en no pocas ocasiones previamente sufren guerras locales por los recursos en las que pasan a ser refugiados internos.

En un mapamundi de los conflictos ambientales (tomado de WBGU) inducidos o amplificados por el chapapote climático es palmaria su concentración en el Sur global. Al incidir sobre sociedades ya empobrecidas previamente por fases coloniales previas y posteriores estados fallidos tras su independencia formal.

En este mapa observamos como el chapapote climático no hace otra cosa que cerrar de nuevo el círculo de la expoliación. Si en el siglo XIX el Sur global fue la despensa de materias primas para la campante revolución industrial del Norte, durante el siglo XX lo seguirá haciendo en buena medida para el capitalismo fósil. En su conjunto se habrían sentado las bases para unos éxodos masivos de refugiados climáticos (por hambre, sequías, inundaciones, etc.) que se perciben como catástrofes naturales sobre las que los países ricos del Norte se suponen en su pleno derecho de desentenderse.

*

El ciudadano conformista e irresponsable del Norte no tiene tiempo para indagar en las causas de lo que sucede en las costas de Tenerife, Gibraltar, Sicilia o Andalucía, mientras él llega de vacaciones en avión a esos destinos. Porque además intuye que el Norte aun siendo el mayor causante del chapapote climático es probable que sufra el menor daño y tenga no pocas oportunidades de sacar provecho de esa situación por medio de inversiones aceleradas en la adaptación selectiva de los pasajeros de primera clase de la Tierra. Por eso delega plácidamente en los voluminosos informes del IPCC –que casi nadie lee- redactados con un sistema de equilibrios y escenarios (de eficiencia energética y nuevas tecnologías) que acaban siendo algo así como quien ara en el mar.

Esa falsa percepción del Norte respecto a los refugiados del Sur también se da dentro del Sur, pues no pocos conflictos que se desatan por crisis ecológicas derivadas del chapapote climático (salinización, deforestación, desertificación, escasez de agua potable,…) se perciben como conflictos entre etnias (por ejemplo agricultores africanos frente a ganaderos árabes). Algo a lo que contribuye el que el conflicto bélico sea prolongado, al profundizar aún más la crisis ecológica.

En una tal encrucijada planetaria es asombroso que no exista una Organización Ambiental Internacional democrática y vinculante, así como un Tribunal Ambiental Internacional que definan una senda diferenciada para el Norte y el Sur en las medidas a tomar en relación al chapapote climático: “No existe una instancia supraestatal capaz de instar a los estados soberanos a que emitan menos gases de efecto invernadero de lo que a ellos les parece razonable”. Como se ha vuelto a comprobar en el mes de noviembre en Egipto en la Cumbre del Clima COP27.

Porque las vallas, FRONTEX, los campos de refugiados, el traslado de fronteras al exterior (llamadas zonas de protección) o los cadáveres en el mar son apenas la punta de un iceberg gigantesco que muchos quieren creer que no tiene nada que ver con lo que con tranquilidad denominan “cambio climático”.

Y así se explica que fijar cuotas de refugiados climáticos sea a día de hoy considerado un disparate en las agendas políticas del Norte global: desde la OCDE al FMI pasando por el G20. En esa agenda también son disparates el control democrático del espacio urbano, de los flujos de capital, del consumo de recursos y de los medios de producción a gran escala[3]. Todos ellos    asuntos que bajo el eufemismo de “nosotros” se cuidan muy mucho de gestionar solo unos pocos. En el Norte y en el Sur.

*

Final: uno de los últimos supervivientes del genocidio y expolio occidental en Australia dejó escrito un rotundo y clarividente mensaje sobre como la extracción de combustibles fósiles explica los refugiados climáticos,

 “Si lo tocas, puedes tener un ciclón, fuertes lluvias o una inundación
 No solo aquí, podrías matar a alguien en otro sitio,
 Podrías matarle en otro país.
 No puedes tocarlo”
 Kakadu Man

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Este texto recoge, en la primera parte, las conclusiones del Seminario ECOBAS «Prestige: 20 anos despois» celebrado en el Parador Nacional da Costa da Morte (Muxía) el 11 de noviembre de 2022. La segunda parte –sobre el chapapote climático y sus refugiados- se ha ampliado para esta edición en castellano de aquellas conclusiones.


[1] Sobre el climático y los refugiados que ya está provocando me ocupo en la segunda parte de este análisis. Sobre el económico-social vengo haciéndolo en Sin Permiso (aquí) (y aquí).

[2] Los entrecomillados de esta segunda parte remiten al ensayo “Guerras climáticas” de Harald Welzer (Katz, 2010, Madrid)

[3] Mike Davis “¿Quién construirá el Arca de Noé?” en Después del neoliberalismo: ciudades y caos sistémico, UAB, Bellaterra (2009)

Albino Prada  Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Santiago de Compostela, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Vigo, fue miembro del Consejo Gallego de Estadística y del Consejo Económico y Social de Galicia; colabora en medios como Luzes, Tempos Novos, Sin Permiso o infoLibre.​ Es miembro del Consejo Científico​ de Attac España. Su último ensayo publicado es “Trabajo y Capital en el siglo XXI” (2022).