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Una Forma de Optimismo

Jesús Salgado (Futuro Alternativo) publicado originalmente en Contexto.es

Hay razones para estar preocupados por nuestro presente y futuro económico, social y ambiental. Todo invita al pesimismo ante una concentración de poder económico cada vez mayor, el crecimiento de las desigualdades, la negligencia de los gobernantes ante el colapso de nuestro planeta que parece inevitable… Sin embargo, hay tendencias e iniciativas que alientan el optimismo. Una de ellas es el resurgimiento y la consolidación del movimiento cooperativista y la economía social y solidaria como palanca de cambio que transforma la economía desde dentro. Hablamos de muchos tipos de organizaciones (cooperativas de trabajo y de consumidores, empresas sociales, de inserción laboral y también algunas asociaciones y fundaciones entre otras) que tienen en común una característica: persiguen, como objetivo fundamental, la resolución de desafíos económicos, sociales y ambientales mediante una actividad productiva que se integra en el mercado con una expresión menos individualista y más comunitaria.

Los emprendedores de la economía social y solidaria tienen un objetivo de impacto social y utilizan la actividad económica como herramienta para conseguirlo. Las aspiraciones de bienestar, libertad, justicia, equidad, sostenibilidad ambiental y social, se traducen en los principios cooperativos tradicionales de ayuda mutua, responsabilidad, democracia, igualdad, equidad y solidaridad.

El optimismo del emprendedor

En España es mejor esconder el entusiasmo. Mostrar ilusión por un proyecto a menudo se asocia con la ingenuidad. Más aún si el proyecto es comunitario. Los amigos escépticos, y por tanto más inteligentes y con los pies en la tierra, están siempre dispuestos a echar un jarro de agua fría sobre nuestros ingenuos planes. Según describe Bill Sharpe, hay tres arquetipos de comportamiento en una situación de transición como la actual: el gestor, el visionario y el emprendedor, correspondientes con la conciencia de tres horizontes temporales donde enfocamos nuestra visión del mundo.

El gestor se enfoca en un horizonte cercano en el tiempo, sabe cómo funciona el mundo y actúa en consecuencia. Pero el mundo tal y como lo conoce desaparece bajo sus pies.

El visionario imagina un horizonte al que deberíamos aspirar. Un mundo donde se dignifica la vida de todos, incluidas las generaciones futuras, una existencia en equilibrio con el medio en que vivimos. Una visión inspiradora pero borrosa y lejana.

El emprendedor es quien conecta los dos horizontes anteriores: participa de la ilusión de construir un mundo mejor, y al tiempo aprovecha los mecanismos del poder en la realidad en la que vive para poder construirlo. El emprendedor es optimista y activo. La transición es el estado natural de los emprendedores. La probabilidad de fracaso es grande, pero el emprendedor, como el Sísifo optimista de Camús, no tienen más remedio que seguir empujando la pesada roca, porque de esa forma su destino le pertenece.

La emergencia de las cooperativas y la economía social y solidaria

En nuestro país, con gran tradición cooperativista, especialmente en el País Vasco de donde surgieron ejemplos que han sido estudiados en todo el mundo, como la cooperativa Mondragón, muchas cooperativas están apareciendo incluso en sectores estratégicos de nuestra economía. En el sector energético han surgido decenas de cooperativas de consumidores y trabajadores, entre las que destaca Som Energía con más de 70.000 socios y casi 130.000 contratos en toda España. Las Comunidades Energéticas son una figura llamada a tener un papel fundamental en la transición energética. En el sector financiero, además de las decanas cooperativas de crédito como Caja de Ingenieros, con más de 200.000 socios, han aparecido nuevas cooperativas de servicios financieros específicamente dedicadas a proyectos de economía social y solidaria como Coop57 o Fiare, todas ellas con métricas de rentabilidad y solvencia que son la envidia del sector financiero convencional. También el sector de la distribución y el consumo cooperativo tiene tradición en cadenas como Eroski o Consum, con millones de miembros, aunque con poca participación de su base societaria. Más interesante resulta la reciente aparición de los supermercados cooperativos, con una fuerte participación de los socios y con un compromiso con los proveedores locales y ecológicos, como La Osa en Madrid, que ya atraen a miles de consumidores-socios. 

Objetivos más amplios, medidas distintas

Las cooperativas no ignoran la importancia de los resultados económicos. Por ello la reinversión de beneficios y menor endeudamiento son políticas financieras habituales en la economía social y solidaria.

Sin embargo, dado que el objetivo no es el mero “crear valor para el accionista”, las medidas de éxito de la empresa no son los resultados financieros, el retorno de la inversión o el beneficio por acción, sino medidas ligadas a la consecución de sus objetivos específicos sociales o ambientales. A nivel agregado, haríamos bien en medir el éxito de la economía con medidas más coherentes con los objetivos sociales que el PIB.

Gobierno democrático y participación leal en el mercado

Capitalismo y libre mercado forman un tándem tan sólido en nuestras cabezas que se han vuelto inseparables como unos gemelos siameses. Sin embargo, no son lo mismo, y es útil separar los conceptos. El movimiento cooperativo ha demostrado que es posible crear y sostener en el tiempo empresas que tienen una forma de gobierno más democrático y actúan con éxito en el mercado con todos sus fallos e inconvenientes. Coexisten el idealismo con el sentido práctico del negocio: saben perfectamente que estas empresas deben ser competitivas en precio y deben tener productos de calidad para poder ser económicamente viables. La economía de escala les afecta, igual que a sus competidores, y, dadas sus limitaciones de financiación de capital, su supervivencia está muy ligada a los resultados acumulados durante años. Sin embargo, una vez que se consolidan, las cooperativas tienen múltiples ventajas con respecto a sus competidores. Por ejemplo, una menor necesidad de publicidad debido a una mayor lealtad de sus clientes. El mercado favorece así a este tipo de iniciativas una vez consolidadas, porque no dependen de subvenciones o patrocinios, son sostenibles y muy resistentes a cambios políticos más o menos favorables.

Buena influencia

En el entorno empresarial, no se puede despreciar el análisis estratégico, que en definitiva analiza las relaciones de poder entre la empresa y su entorno. En el caso de las cooperativas, la escala que van adquiriendo algunas iniciativas es una herramienta poderosa para ampliar su impacto social. Las relaciones con la administración y con otros actores (patronal, sindicatos, partidos políticos) son de capital importancia, no solo porque pueden beneficiar a su propia actividad, sino porque su participación lleva una voz nueva y fresca a estos foros ya algo oxidados en sus posiciones.

La economía social y solidaria tiene numerosos impactos positivos sobre su entorno. Uno de los más interesantes es la concienciación de sus propios competidores

La economía social y solidaria tiene numerosos impactos positivos sobre su entorno. Uno de los más interesantes es la concienciación de sus propios competidores. Durante la última década se ha multiplicado por cien el número de compañías con certificado de sostenibilidad de muchos tipos, lo que ha generado un complejo “Sostenibilidad & Cía.”, donde consultores y auditores certifican la sostenibilidad de sus clientes. Muchas veces este esfuerzo es auténtico, pero en ocasiones no es más que cosmética para las empresas que se pueden permitir la pantomima. Aun así, esta situación también tiene su ángulo optimista: indica que las grandes corporaciones son conscientes de los cambios que están ocurriendo en clientes, trabajadores e inversores en busca de mayor coherencia con sus valores, aunque lógicamente habrá que seguir denunciando la impostura.

Apoyemos

Según el artículo 129 de la Constitución, el Estado debe promover este tipo de entidades. El plan España Puede, de Recuperación, Transformación y Resiliencia debería incluir, por tanto, de forma prioritaria a las entidades de la economía social y solidaria, cuya resiliencia y capacidad de transformación social está demostrada.

El movimiento cooperativista y de la economía social y solidaria es aún minoritario, y no deberíamos idealizarlo como la solución global a nuestros problemas –también debemos reconocer los problemas que se presentan en su desarrollo, como en cualquier organización humana–, pero es un movimiento al que deberíamos prestar más atención, y proteger. La economía social y solidaria es una forma tangible y optimista de acercarnos a construir la sociedad y la economía a la que aspiramos.