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Acuerdo UE-Mercosur, un mal acuerdo en el peor momento posible

elsalto
Ernest Urtasun

El acuerdo de la Unión Europea y Mercosur, cerrado la semana pasada después de 20 años de negociaciones, traerá graves consecuencias medioambientales y económicas.
 Durante el G-20 de la semana pasada conocimos el acuerdo provisional UE-Mercosur, el bloque comercial formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Por lo que sabemos hasta el momento, este es un mal acuerdo que ya nace totalmente desfasado: ignora la nueva oleada de compromisos climáticos derivados del acuerdo de París, se queda muy corto en elementos de derechos sociales y no garantiza unos estándares aceptables de otros elementos ambientales tan relevantes en esos países como la deforestación y la especulación con la tierra.
Además, llega en un mal momento político, con la derecha más conservadora y antidemocrática vista en décadas gobernando Brasil. Con este acuerdo se limpia la maltrecha imagen internacional de Bolsonaro, que además de su involución democrática y autoritarismo, cuestiona el Acuerdo de París.Las negociaciones comerciales de la UE son opacas, sin escrutinio parlamentario directo y con un Parlamento relegado a un rol totalmente secundario.

Las negociaciones de este acuerdo UE-Mercosur no han sido una excepción, llegando a ser más opaco incluso que las famosas negociaciones del TTIP, donde al menos se disponía de una sala secreta para consultar los textos, aunque fuera en condiciones muy precarias. La mayor fuente de información la tenemos por una filtración masiva de los textos negociados que se publicó en 2017 por parte de la sociedad civil. Los miembros del Parlamento Europeo no hemos tenido acceso a los documentos negociados, ni siquiera los miembros de la comisión parlamentaria de Comercio Internacional. La  principal negociadora de la UE, Sandra Gallina, ha acudido regularmente a la comisión parlamentaria a dar explicaciones, pero para analizar este tipo de acuerdo hace falta mucha más transparencia y tener acceso a los textos.

Lo que la Comisión Europea y Mercosur presentaron la semana pasada no fue un acuerdo definitivo, sino un acuerdo político. Como de costumbre en este tipo de acuerdos, el diablo está en los detalles. Y lo que se presentó la semana pasada fue un documento de tan solo 17 páginas, mientras que sabemos que el texto final de este tipo de acuerdos suele ser de miles de páginas.
Sabemos todavía muy poco del acuerdo, pero sorprende a la vista en los textos disponibles la obsesión por negociar las tarifas, las cuotas, las cuantías, las unidades y los plazos. Sabemos que del Mercosur a la UE podrán viajar 99.000 toneladas de carne de vacuno, 180.000 toneladas de aves, 25.000 toneladas de porcino y 180.000 toneladas de azúcar. A cambio, 50.000 coches europeos podrán llegar al Mercosur en los próximos 15 años. Pero los elementos de fondo, de respeto de los derechos humanos y de fijación de estándares sociales y ambientales, están ausentes o son muy deficientes.
La buena noticia es que aún podemos hacer caer este acuerdo, que deberá pasar por el Parlamento Europeo antes de su aprobación. Todavía hay muchos interrogantes sobre el proceso. No sabemos cuándo pasará de ser un acuerdo provisional a un texto cerrado, listo para ser votado y ratificado si se aprueba. También hay cierta confusión respecto a si es un tratado mixto o es un tratado exclusivamente de la UE.
Se consideran tratados mixtos aquellos que negocian competencias comerciales que son exclusivas de los estados miembros y que, por tanto, requieren de ratificación en los diferentes Parlamentos estatales, como fue el caso del CETA, el acuerdo con Canadá. Así que todo ello hace que reine cierta confusión sobre los tempos de este tratado. Se puede cerrar en meses, que quede listo bajo la actual Comisión y quede solo pendiente de ser ratificado y votado. Pero también puede ser que las negociaciones técnicas embarranquen.
Nuestra obligación a partir de ahora es dar la máxima transparencia a los textos negociados. Y por supuesto trabajar con la sociedad civil para rechazar este acuerdo en el Parlamento, que es malo para el sector agrario europeo y que no supondrá ninguna mejora a la industria. No podemos volver una política comercial abusiva e irresponsable. Y, sobre todo, no podemos normalizar un espacio económico con unos gobiernos que vulneran por sistema los derechos sociales, laborales, civiles y ambientales. En algunos casos, como en el de Bolsonaro, representan una clara amenaza para las democracias y la gobernanza global.