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Big Data y Data Mining ¿Oportunidad o distopía? (II)

Rodrigo del OlmoEL PERISCOPI

Existen aspectos negativos y riesgos potenciales que las nuevas tecnologías llevan aparejados junto con su enorme potencial para mejorar el bienestar de la Humanidad. Desde el punto de vista de Greenfield y Cowen, el impacto social de Internet es interpretado como de aislamiento y atomización. El contacto social a través de redes virtuales es una forma huera de interacción social que sitúa a multitud de individuos fuera de la realidad propia de la presencia física más plena de emociones y significados. Las redes sociales y los sitios y aplicaciones móviles para gaming son considerados agentes primarios en este proceso. Los contenidos dominantes de Internet, al menos en cuanto acceso masivo, están profundamente relacionados con el entretenimiento hedonista que, en el mejor de los casos, no sólo inhiben el crecimiento de las identidades personales y la inteligencia social necesaria para proporcionar autonomía y empoderar a los individuos como actores sociales y políticos, sino que sirven como equivalente funcional de un anestésico, un opio que embota los sentidos, la comprensión y el pensamiento crítico. Desde esta perspectiva, Internet se estaría convirtiendo en un lugar donde las masas no se movilizan con fines revolucionarios sino en el que son despojadas de su identidad personal y de su influencia política y social (Greenfield, 2015; Cowen, 2013). Eric Schmidt y Jared Cohen consideran a la pérdida de privacidad provocada por el uso generalizado de Internet como una potencial amenaza trascendental contra las democracias establecidas al posibilitar el control y la infiltración sobre cualquier movimiento revolucionario o de protesta que emplee Internet como herramienta de acción o comunicación. Para atenuar esta amenaza abogan por la definición de un nuevo “contrato social” que vele por los derechos de la ciudadanía al tiempo que domestique y ponga límites a los efectos perversos de las TIC (Schmidt y Cohen, 2013).

Según Simone Ficher-Hübner y Leonardo Martucci, existen serios riesgos en el terreno de la privacidad individual propiciados por los sistemas de inteligencia colectiva basados en la gestión de Big Data. El perfil es el conjunto de datos que incorporan las características significativas de un sujeto. Su objetivo es representar el grado en el que un individuo exhibe rasgos o habilidades según lo requerido por el ámbito de análisis al cual se le desea someter. Los datos utilizados para construir perfiles se toman principalmente de las entradas realizadas por el propio individuo en distintos entornos y pueden ser explícita o implícitamente revelados, así como implícitamente derivados. Los datos revelados explícitamente son la información y declaraciones sobre sí mismos que los individuos directamente divulgan. Los datos revelados implícitamente hacen referencia a la información obtenida automáticamente por los sensores y sistemas de control que hacen un seguimiento de las actividades de los individuos. Los datos implícitamente derivados son aquellos que pueden inferirse a partir del conjunto de datos recolectados y no son directamente producidos o recogidos de los individuos, generalmente son obtenidos a partir de los resultados del análisis estadístico del conjunto de datos disponibles. Por ejemplo, las redes sociales contienen datos explícitamente revelados publicados por los usuarios; los programas de fidelización recogen los datos de los clientes que viajan, compran o se alojan en hoteles, actividades de las que se obtienen datos implícitamente revelados. Tanto redes sociales como empresas que adoptan programas de fidelización, derivan datos implícitos sobre los hábitos de los clientes. La recogida, enlace, cálculo, comparación y corrección estadística de datos con el objetivo de crear perfiles y detectar patrones puede tener impactos significativos en la privacidad individual ya que permite conocer perfiles de personalidad, comportamiento, intereses y hábitos para determinar, analizar y/o predecir conductas. Frecuentemente los datos se obtienen y los perfiles se elaboran sin el conocimiento de las personas afectadas. La elaboración de perfiles puede tener beneficios para los usuarios de los distintos servicios y redes sociales a través de la oferta de mejores y más personalizados productos que contemplen tanto los intereses del individuo como de la sociedad en general o posibilitando análisis de riesgos y posibles fraudes. Como ya se ha apuntado, el principal impacto negativo reside en la categorización de las personas en categorías predeterminadas que pueden privarlas injustificadamente de acceder a determinados servicios o facilitar otras formas de discriminación. Además, las técnicas de elaboración de perfiles permiten la predicción, a través de cálculos estadísticos, de datos tan sensibles como opiniones políticas, creencias religiosas o identidad sexual (Fischer-Hübner y Martucci, 2014).

Coevolucionando de forma retroalimentada con el Big Data encontramos los Sistemas de Inteligencia Artificial General (IAG). La Inteligencia Artificial (IA) es la rama de la ciencia y la ingeniería encargada del estudio, diseño y creación de máquinas, sistemas y software inteligente. Los sistemas de IA estrecha, como algoritmos para jugar al ajedrez o destinados a gestionar el comercio internacional de valores, trabajan solo en ámbitos específicos. Algunos investigadores llevan años trabajando en sistemas de IAG que, yendo más allá, tienen como objetivo “pensar” y planificar transversalmente en ámbitos en los que, por el momento, solamente los humanos podemos. La IAG solo existe actualmente en sus formas más primitivas. Sin embargo, el poder de computación de los supercomputadores más avanzados se acerca al del cerebro humano y una encuesta realizada en 2012 encontró que los principales investigadores de IA creen que hay una probabilidad del 10% que dentro de dos décadas se desarrollarán sistemas AGI capaces de desempeñar la mayoría de los puestos de trabajo que los humanos asumen hoy en día, con una probabilidad del 50% de este tipo de sistemas estén disponibles para el año 2050. La IAG proporcionaría ventajas en muchas áreas: recursos computacionales, velocidad de comunicación, profundidad de pensamiento, capacidad de duplicación y de edición, coordinación de objetivos y racionalidad. La transición desde una IAG inferior a los niveles humanos hacia sistemas de IAG que superen con mucho nuestras capacidades podría producirse rápidamente. La rapidez de tal cambio podría concentrar el poder en manos de un solo grupo o nación. Si algunos actores controlan la inteligencia artificial muy avanzada, mientras que otros no lo hacen, podrían obtener una ventaja estratégica decisiva sobre todos los demás. Los sistemas de IAG podrían superar las capacidades humanas en la formulación de estrategias, hackeo informático, manipulación social, investigación y productividad económica. Un sistema con una ventaja lo suficientemente potente en cualquiera de estas dimensiones podría proporcionar una superioridad decisiva a sus poseedores. También existen riesgos significativos de accidentes durante el desarrollo. Incluso los primitivos sistemas de IA que tenemos hoy han llegado a comportarse de manera altamente impredecible con el fin de completar las tareas programadas. Del mismo modo, por encima de un nivel humano de IAG, los sistemas podrían ejecutar acciones inesperadas y altamente destructivas si llegasen a considerar que con ellas podrían seguir un camino lógico y eficiente imprevisto para completar las tareas para las que se han diseñado. Los principales investigadores en el campo de la IA creen que, aunque lo más probable es que los resultados del desarrollo de la IAG para el conjunto de la Humanidad sean positivos, existe alrededor de un 7% de probabilidad de resultados extremadamente negativos o catástrofe existencial (Beckstead et al. 2014).

Continuará.

Llicenciat en Ciències Polítiques i de l’Administració. Llicenciat en Sociologia