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Desmontando los mitos sobre la inflación y la creación de dinero (4)

Eduardo Garzón Espinosa – Consejo Científico de ATTAC España

Ésta es la cuarta entrega de una serie de artículos en los que estoy abordando poco a poco la relación entre la creación de dinero y la inflación, con el objetivo de rebatir muchos falsos mantras ampliamente extendidos y ofrecer explicaciones alternativas más serias que las que imperan en el imaginario colectivo. En los artículos anteriores (aquí el primerosegundo y tercero) exploramos la afirmación de que los precios dependen de la cantidad total del dinero debido a la ley de la oferta y la demanda. La conclusión a la que llegamos fue la siguiente: el valor del dinero no se desprende directamente de la cantidad total del mismo. Por lo tanto, crear dinero no tiene por qué provocar necesariamente inflación. Hay otros muchos factores diferentes de la cantidad de dinero que intervienen en el proceso de la inflación y que podrían intensificarlo, frenarlo, o incluso anularlo. A partir de este artículo iremos explorando esos factores, pero para ello debemos tener claro un elemento central en todo este asunto que desgraciadamente se suele olvidar: los precios son establecidos por los vendedores.

3. Razonamiento sobre el comportamiento de los vendedores

3.1. Los precios son establecidos por los vendedores

Es muy triste que haya que recordar la cuestión más importante y al mismo tiempo más obvia cuando se habla de precios, pero hacerlo resulta necesario en un tiempo en el que la teoría económica dominante ha logrado desplazar este asunto clave hasta un segundo plano en beneficio de otras piezas del puzle que no son de primer orden (aunque sean relevantes). Me estoy refiriendo al hecho de que los precios son establecidos por unos agentes económicos determinados en un contexto social también determinado. Esos agentes son los vendedores de los productos y ese contexto es el mercantil (que a su vez no se puede desligar del contexto productivo).

Los precios no suben por arte de magia ni por las fuerzas de la naturaleza: los precios de los productos suben si así lo deciden sus vendedores que son los únicos que pueden fijar los precios de sus productos. Esto es una verdad irrefutable y nadie puede perderlo de vista. Hasta que los vendedores no lo decidan no podrá haber ningún cambio en el nivel de precios. Ya puede aumentar toda la cantidad de dinero que sea por creación directa del Estado o por cualquier otro motivo que si los vendedores no incrementan los precios de los productos jamás habrá inflación. La inflación, recuérdese, es el aumento generalizado de los precios. ¿Y quién pone los precios? Los vendedores. No lo ponen los compradores, ni los amos de casa, ni los militares, ni los empleados públicos, ni las monjas, ni los curas, ni los asalariados de menor rango, ni los estudiantes, ni los niños, ni los jubilados, etc. Los precios son dictaminados por los vendedores. Ergo para cualquier análisis de la inflación tendremos necesariamente que observar de forma muy cercana y prioritaria el comportamiento de los vendedores. Por eso no tiene sentido vincular directa y únicamente la cantidad de dinero total con la inflación. Entre esas dos variables necesariamente tiene que haber más variables, y una de ellas, la central, es la decisión de los vendedores de aumentar o no los precios.

A aquellos que repiten hasta la saciedad que crear dinero provoca inflación habría que contestarles: “bueno, en todo caso la creación de dinero puede animar o empujar a los vendedores a que aumenten los precios y si esto ocurre de forma masiva entonces se generará inflación.” Insisto: esto que es totalmente obvio y que seguramente mucha gente da por supuesto en su razonamiento, no es algo que todo el mundo tiene en la cabeza. Porque los hay que están pensando simplemente en la ley de la oferta y la demanda como en el caso de los diamantes (a mayor cantidad de dinero, menor valor del mismo y sanseacabó) y no en el establecimiento de los precios por los vendedores en el mercado de compra y venta. Es decir, están pensando en un mundo mágico y no en el mundo real. La distinción no es baladí; es crucial, y desgraciadamente es mucha la gente que no tiene clara la diferencia.

El proceso secuencial que utilizamos en los anteriores artículos para contrastar la validez de la famosa tesis no tenía ningún sentido porque no tenía en cuenta el papel central de los vendedores. Lo importante no es constatar cuántos diamantes existen en el mundo para establecer su valor y precio, sino que lo crucial es el acuerdo al que lleguen las personas que se intercambian los diamantes. Si, por ejemplo, pactan que se intercambiarán un diamante por 10 vacas, eso es una decisión a la que ha llegado el vendedor del diamante. Si éste decide un precio menor para el diamante, la depreciación habrá sido consecuencia de su decisión, y no de cualquier otro factor (como el de la cantidad de diamantes que haya, aunque ambas variables puedan guardar relación). Lo mismo ocurre con el valor del dinero. El dinero valdrá más o menos dependiendo de la decisión de los vendedores, que son los que establecen los precios de las cosas puestas a la venta. Si los vendedores aumentan el precio de sus productos, el dinero perderá valor. Si no lo hacen, no.

En consecuencia, el proceso secuencial que tenemos que tener en mente es diferente al que utilizamos en los apartados anteriores para contrastar la dichosa tesis. Entre el paso de la creación de dinero y su hipotética pérdida de valor necesariamente ha de haber otro: la decisión de los vendedores de modificar o no los precios.

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Si los vendedores, por cualquier motivo, no incrementan los precios no habrá inflación. Si lo hacen de forma generalizada, entonces sí. Esto es lo que verdaderamente importa, no tanto la cantidad de dinero que haya en circulación; que sí, que ello puede condicionar la decisión de los vendedores como veremos más adelante, pero en cualquier caso la modificación de los precios pasa por la acción de los vendedores. Establecer un vínculo directo entre el paso 1 y el paso 3 es faltar al rigor. No tiene sentido decir que simplemente porque la cantidad total de dinero se incremente, el precio de los productos vaya a aumentar. No; porque hasta que los vendedores no entren en acción no ocurrirá nada. Y que entren en acción depende de muchos factores, no sólo ni mucho menos directamente de la cantidad de dinero que exista. Lo relevante es observar qué hacen los vendedores de los productos.

En consecuencia, la pregunta rigurosa y clave es: ¿por qué los vendedores, únicos establecedores de los precios, los decidirían aumentar? ¿De qué depende que lo hagan?

Anticipo una respuesta relevante a tenor de la tesis que intentamos contrastar: que los vendedores incrementen los precios no depende única ni directamente de la cantidad de dinero en circulación, aunque pueda tener relación con ello. En los próximos artículos veremos de forma detallada por qué.