Albino Prada – Comisión JUFFIGLO
Sin duda el terreno estaba muy abonado para que el Reino Unido adoptase una decisión que pocos esperaban: abandonar la UE. Su euroescepticismo ya se había concretado, más que nunca, en su negativa a abandonar la libra por el euro, lo que suponía entregarse a la lógica alemana en la gestión macroeconómica.
Esa negativa, con el paso del tiempo, dio sus buenos frutos: un crecimiento de la deuda pública inferior a la media de la eurozona a lo largo de la crisis, una tasa de paro muy inferior a la media europea e, incluso, un deterioro de la renta por habitante respecto a la media europea insignificante. Nada que ver con lo sucedido con un discípulo aventajado de la troika dentro de la eurozona como España: deuda y desempleo galopantes y notable retroceso en la riqueza relativa.
Digamos que esta experiencia previa de marcar distancias con la lógica de la construcción europea de Bruselas & Frankfurt les habría demostrado que no habían tomado una senda equivocada, si de lo que se trataba era de defender su bienestar social interno.
En paralelo nunca ocultaron que les interesaba –y les interesa- el pleno acceso al mercado interno de la UE, así como la libre circulación de capitales. Eso sí: aportando lo menos posible a los fondos europeos (con el conocido cheque británico) de cohesión social.
Con todo esto tan bien arreglado, ¿cómo entender una acelerada progresión social dispuesta a salir de la UE?. Sostendré en este breve análisis la hipótesis de que la razón de fondo ha sido el miedo: miedo a perder el bienestar social interno a causa de amenazas externas.
Amenazas focalizadas en dos riesgos. El riesgo a tener que aportar cada vez más fondos de cohesión a una UE que se ha ampliado hacia países más pobres del este de Europa, y el riesgo a la creciente entrada de ciudadanos de esos países que compitan con los trabajadores autóctonos, forzando un declive radical de las condiciones laborales y del Estado de Bienestar interno.
Entiéndase bien: temor, miedo a perderlo. Cosa bien distinta a la indignación por haberlo perdido. Pues mientras en España la desigualdad social (medida por las veces que los más ricos multiplican los ingresos de los menos ricos) alcanzó ya una rateo de 6,8, en el Reino Unido aún están en un 5,1 (justo la media de la UE). Miedo a perderlo, pues mientras aquí la tasa de paro se sitúa en el 22% allí están en el 5,3% (la mitad de la media de la UE). Nosotros ya los hemos perdido, ellos no tanto.
Sin duda el miedo a perder el Estado de Bienestar ha de ser mayor cuanto más potente sea aquél. ¿Cómo podemos cuantificar si dentro del Reino Unido la población tiene mucho que perder en ese sentido y así explicar una reacción de defensa como el Brexit?
Lo veremos de inmediato, aunque tenemos que tener presente que de ser así lo lógico será que en aquellas regiones del país donde mayor sea la mejora del bienestar social derivada de las políticas públicas internas (de los servicios educativos, sociales, sanitarios, prestaciones económicas) mayor cabría esperar que haya sido el apoyo al Brexit; pues se verían como perdedores potenciales en una creciente apertura europea que drenaría recursos para los pobres de fuera (del este y sur de Europa) o bien para inmigrantes que competirían con ellos en salarios directos e indirectos.
Y, al revés, aquellas regiones más ricas (por ejemplo Escocia o Londres) del país no tendrían tanto miedo ni a estas pérdidas, ni a la llegada de una mano de obra barata que no competiría con las élites profesionales bien cualificadas y pagadas (incluso podrían ser sus criados a buen precio).Más aún si además los recursos que ahora ceden a regiones inglesas más pobres los reorientan con ventaja hacia el exterior ganando así áreas de mercado y de negocios.
Los sectores sociales y territoriales más ricos verían en más UE (de la actual) muchas oportunidades y poco que perder, mientras las áreas del país menos ricas verían en más UE (de la actual) mucho que perder y poco que ganar.
Para cuantificar la intensidad relativa del Estado de Bienestar dentro de las 295 regiones de la UE28 (aquí nos centraremos en las del Reino Unido) manejaremos dos rankings. El que marca su posición en riqueza por habitante (PIBpc) según Eurostat (con datos para 2012) y el que define su posición en un índice de desarrollo social (IDS) de doce componentes que hemos definido y utilizado para el conjunto de los países del mundo[1] (ver aquí).
Dicho IDS lo integran una docena de variables que agrupamos en cuatro dimensiones: salud, educación, empleo y bienestar social. Todas ellas son variables que recogen aspectos sustantivos del desarrollo social. Dentro de salud la esperanza de vida al nacer, la tasa de mortalidad infantil, la mortalidad cardiovascular y los médicos por cien mil habitantes. En enseñanza se considera la población entre 25-64 que ha alcanzado al menos el nivel secundario y también la que ha alcanzado el nivel superior. En empleo se considera la tasa de empleo femenino y la tasa de paro juvenil. En la dimensión de bienestar la tasa de homicidios, de suicidios, la mortalidad en accidentes de tráfico y la tasa de riesgo de pobreza. Como se ve se trata de un amplio conjunto de indicadores que nadie discutirá que califican una buena calidad de vida.
Veamos dos ejemplos. Londres metropolitano con 85.500 euros de renta media por habitante se sitúa, nada menos, que en la primera posición de riqueza regional en la UE; sin embargo cuando evaluamos su posición en desarrollo y bienestar social desciende a la posición 33ª. Lo hace, en buena medida, porque parte de su riqueza son recursos que se transfieren para financiar los servicios públicos de otras áreas menos ricas del país.
En el otro extremo está Yorkshire que con alrededor de 20.000 euros de renta media ocupa la posición 211ª (de entre 295 regiones europeas) en términos de riqueza. Se trata de una región relativamente pobre sin embargo, cuando la evaluamos con el bienestar social que cuantifica su IDS, mejora hasta situarse en la posición 47ª. De manera que siendo la cuarta parte de rica (en media por habitante) que Londres, Yorkshire prácticamente iguala en bienestar social a la capital del Reino Unido. Asciende nada menos que 164 posiciones.
Conviene subrayar que en su conjunto las variaciones de las regiones en las que Eurostat divide el Reino Unido hacen de este país el Estado europeo en el que más ascienden por término medio, de medir su posición en el ranking de riqueza a hacerlo en un ranking de bienestar social. Esto queda claramente de manifiesto en el recuadro final que presentamos con las regiones europeas más virtuosas. Buena parte de ellas son regiones del Reino Unido, siendo más virtuosas cuanto mayor es la cifra que anotan en la tabla.
Pues bien, los resultados a escala regional del referéndum en el Reino Unido (ver aquí) sobre la permanencia o no en la UE, nos informan que en Londres el porcentaje de la población que votó por salir apenas llegó al 40% (siendo solo del 20% en el núcleo metropolitano), mientras que en Yorkshire se elevó hasta el 57%.El porcentaje de respaldo al Brexit no podría dejar más claro quién reacciona ante la amenaza de perder el bienestar social que disfruta, y quién confía en el capitalismo salvaje de la City para competir y ganar dentro de la UE.
Veamos un segundo ejemplo. El norte y este de Escocia son áreas relativamente ricas en el Reino Unido pues alcanzan una renta media de casi 44.000 euros, cifra que los sitúa nada menos que en la posición 11ª del conjunto de la UE. En bienestar social su nivel es muy semejante: posición 8ª.
En esta situación es razonable que no vean una amenaza a su bienestar social desde una UE que prima los mercados y se desentiende del bienestar social. Eso lo consideran blindado por su nivel de riqueza. Algo semejante sucede en Irlanda del Norte. Es por eso que la votación a favor de salir de la UE apenas alcanzó un 25% (en Irlanda un 44%).
Sin embargo en regiones de Gales que son mucho más pobres en PIBpc (en torno a la posición 200ª de la UE), pero en las que esa posición mejora mucho en desarrollo social (ascienden a la posición 60ª o 80ª), la votación a favor de salir de la UE ascendió al 52%. Aquí sí se percibe la amenaza a perder esa potente escalera social de bienestar.
No merece la pena extenderse en otros ejemplos. Lo que sí resulta esclarecedor es comprobar -en el recuadro final- como de entre todas las regiones europeas las que más y mejor transforman riqueza en bienestar social (es decir, donde más potente es el Estado de Bienestar a día de hoy) la abrumadora mayoría son regiones del Reino Unido en las que, no por casualidad, ganó el Brexit.
El miedo a perder esa situación de virtuoso bienestar habría prevalecido en esas regiones sobre aquellas optimistas –cuando no arrogantes- que confían en los grandes mercados de la UE para incrementar su riqueza.
Para hacernos una idea de lo que estamos diciendo bastesituar la posición de Galicia en ese ranking: ocupa la posición 185ª en riqueza, lo que la hace más rica que Gales, aunque en desarrollo social cae a la 214ª (retrocede casi treinta posiciones). Pero Gales, acabamos de verlo, asciende más de cien posiciones hasta la 80ª. Allí tienen mucho bienestar social que perder y reaccionan votando Brexit. Aquí habría mucho menos que perder.
Al hacerlo confían en que la redistribución interna de riqueza dentro del Reino Unido les siga garantizando una elevación del bienestar social, una elevación que les favorece y que ven en riesgo en la actual lógica de la UE.
De ser cierta esta hipótesis no estaríamos ante una disputa entre gente más mayor con miedo (que por eso quieren salir) y gente joven más optimistas (continuar en la UE), sino ante la canalización de una particular contestación social transversal y masiva frente a los riesgos del capitalismo salvaje y transnacional.
Lo paradójico del asunto es que un tal objetivo no sea liderado por una posición de izquierdas: ni dentro del país ni –menos aún- en el conjunto de la UE. Por una posición que vertebre un sistema europeo de bienestar social federal y mutualizado.
Porque ni el modelo social del amigo americano ni de los líderes de derechas que defendieron la salida tienen un plan para blindar ese bienestar social amenazado frente a la globalización neoliberal mundial que lo amenaza. Siendo esto cierto, no lo es menos que los votantes del Brexit aciertan al considerar que de una UE pilotada por la gran coalición alemana poco podían esperar para evitar tal desastre. Les es suficiente comprobar como en Grecia, Portugal o España el austericidio europeo corroe un bienestar social muy inferior al que ellos disfrutan.
Publicado en Tempos Novos
[1]Prada, A. e Sánchez, P. (2015) “Empirical Analysis of the Transformation of Economic Growth into Social Development at an International Level” revista Social Indicators Research