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Finanzas, banca en la sombra, fraude fiscal, terrorismo, mafias y paraísos fiscales

 Xavier Caño Tamayo – ATTAC Madrid
City Londres
La ‘City’ de Londres, el distrito financiero de la capital británica.

Unas semanas después de los feroces atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York del 11-S de 2001, el diario The New York Times reveló que los terroristas “habían dejado un amplio rastro de papel de cuentas bancarias, tarjetas de crédito y transferencias de dinero, porque utilizaron el sistema bancario sin filtros”. Lo que significa que los terroristas no tuvieron (ni tienen) dificultades para mover el dinero en el sector financiero. El complejo entramado y la opacidad de ese desregulado y poderoso sector los protege y esconde.
Es así porque no hay verdadera voluntad ofensiva contra movimientos financieros que puedan ser sospechosos, dudosos o equívocos que, a su vez, puedan esconder actividades financieras relacionadas con terrorismo o crimen organizado. Una cuestión pendiente que urge afrontar con decisión, pues cualquier plan antiterrorista fracasará globalmente si no se atacan las finanzas del terrorismo. Y es imposible hacerlo en tanto sigan vigentes los sacrosantos dogmas del sector financiero: secreto bancario y opacidad de transacciones financieras.

Como vampiros

No hay voluntad de atacar a fondo la financiación del terrorismo, pues eso supone cuestionar y rechazar el férreo dogma del secreto bancario que garantiza el anonimato de los titulares de cuentas, depósitos y operaciones financieras. Secreto y anonimato permiten camuflar las finanzas del terrorismo y del crimen organizado y, por supuesto, esconder las fortunas de esos otros peligrosos delincuentes que son los evasores de impuestos al por mayor, sean fortunas personales o capital y beneficios de grandes empresas.

Los movimientos financieros internacionales son anónimos y secretos los titulares de depósitos y patrimonios porque así lo exige el modelo neoliberal. Nada preocupa más a la minoría que controla la economía y el sector financiero que la publicidad y la transparencia, como los vámpiros temen a la luz del sol al decir de narrativa y cine. Por ese desmedido amor al secreto y por las posibilidades que brindan las nuevas teconologías surge la llamada banca en la sombra que protagoniza voluminosas y cuatiosas transacciones financieras especulativas a cual más arriesgada. Por supuesto, sin el menor conocimiento de lo que ahí se cuece fuera de la propia banca en la sombra, que es el complejo y oscuro armazón de entidades e infraestructuras financieras que sostienen ese incesante y multimillonario flujo de transacciones especulativas, fuera de los circuitos bancarios y financieros habituales. La banca en la sobra conforma un tinglado de entidades financieras, fondos de inversión, fondos de riesgo, mercados de capitales, vehículos estructurados de inversión y otros financieros inventos cada vez más más escurridizos.

La banca en la sombra permite que cientos de miles de millones de dólares o euros campen a sus anchas anónimos. Millones que proceden del narcotráfico, de la venta ilegal de armas, de la trata de personas, del crimen organizado en general, del terrorismo… Pero muy especialmente de los obscenos beneficios que ocultan banca, fondos de inversión, grandes fortunas, sospechosas fundaciones y corporaciones transnacionales para no pagar impuestos o muy pocos.

La minoría rica ha continuado la ofensiva que inició en los años ochenta cuando Regan y Tatcher empezaron a rebajar impuestos a los ricos. Como recuerda Joaquín Estefanía, en los noventa se desplazó la carga tributaria de las rentas del capital a las del trabajo. Y en los primeros años del siglo XXI se han rebajado los impuestos sobre el patrimonio y se hace lo mismo con el de sucesiones con la voluntad de suprimir ambos cuanto antes.

El resultado final es una obscena rebaja de impuestos a quienes más obtienen y atesoran con la consiguiente consecuencia de una alarmante debilidad presupuestaria del Estado.

La situación deviene tan preocupante que incluso instituciones muy favorables al capitalismo reconocen que la enorme reducción de impuestos a los más ricos, grandes empresas y corporaciones ha supuesto una peligrosa disminución de la recaudación fiscal de los Estados. Que por su parte ha aumentado una alarmante desigualdad social, no solo por esas rebajas fiscales sino también por el aumento del fraude y la elusión fiscales, cada vez mayores y más impunes. En esas batallas perdidas cabe recordar la firma de cientos de tratados secretos entre multinacionales y gobiernos de la UE (a destacar el de Luxemburgo), sencillamente para que las multinacionales paguen menos impuestos.

Acabar con el fraude fiscal

En ese escenario generalizado de delito fiscal se mueve libre el dinero del terrorismo, del crimen organizado y del enorme fraude fiscal. Un dinero que en un momento u otro pasa por bancos u otras entidades financieras respetables. Para recalar en paraísos fiscales que, con la eficaz ayuda de las empresas-pantalla, asesores fiscales, departamentos contables y gabinetes de carísimos abogados borran cualquier identificación y huella que permita seguir el rastro del dinero y saber de quien es. Por suerte, periodistas de investigación tiran de vez en cuando de la manta y localizan y revelan miles de archivos de asesorías fiscales y similares que dejan con las vergüenzas fiscales al aire a miles de delincuentes en la modalidad de evasión de impuestos.

Otrosí, desde la isla de Man en canal de la Mancha, Gibraltar, Mónaco, Malta, Liechtenstein… o algún otro paraíso fiscal en la respetable Europa, se mueve libre el dinero con la facilidad de unos clicks, garantizando secreto y anonimato que, a su vez, garantizan el fraude fiscal. Lo que, recordemos una vez más, significa debilidad financiera y presupuestaria de los Estados, que al final es más desigualdad y empobrecer a la ciudadanía. Recordar que terroristas y mafiosos están en ese sector, pretende destacar la calaña inmoral de la minoría que controla economía y finanzas, dispuesta a aliarse con el demonio para incrementar sus beneficios.

O se acaba con el fraude fiscal o el fraude fiscal acaba con la vida digna de la gente. O se dinamita la elusión fiscal o no queda ni sombra de estado de bienestar.

Publicado en EL SALTO

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