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Huawei y el lobby chino de la ciberseguridad contraatacan

DANIEL TOLEDO

<p>Sede de Huawei en Voorburg, Países Bajos. </p>

Sede de Huawei en Voorburg, Países Bajos.

La tecnológica se convierte en el peón para que China sea líder mundial en ciberseguridad y tecnología 5G, y retome las antiguas rutas comerciales y económicas de la ruta de la seda que le permitan desbancar a EE.UU.

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Con presencia en más de 100 países y centros de investigación en Europa, Estados Unidos, América Latina, India y Rusia, la vida de una multinacional como Huawei es una lucha constante en infinitos frentes. Cuando ya en 2016 el Pentágono prohibió la venta de dispositivos Huawei y ZTE en comercios que se encuentren dentro o próximos a bases militares estadounidenses, el futuro panorama –el actual– debió aparecer muy nítido a los ojos de los directivos de la empresa.

Y por supuesto actuaron en consecuencia. Esto es lo que se desprende de los datos que maneja la Corporate Europe Observatory (CEO), una ONG que trabaja desde Bruselas fiscalizando a las empresas que realizan trabajos de lobby en las instituciones de la UE. En un informe llamado Follow the New Silk Road: China’s growing trail of think tanks and lobbyists in Europe (en traducción libre, “Sigue la Nueva Ruta de la Seda: China refuerza su presencia en laboratorios de ideas y grupos de presión en Europa”), se cuenta la enorme importancia que las instituciones europeas (y los funcionarios que las dirigen) dan a la estrategia china de resucitar los circuitos comerciales y económicos que una vez formaron la Ruta de la Seda.

Antes de hablar de los planes del primer ministro chino, Xi Jinping, de reabrir estas nuevas rutas comerciales con el apoyo de la UE, proyecto que el propio Jinping denominó Belt and Road Iniciative (Iniciativa de la Franja y la Ruta, o BRI, por sus siglas en inglés), conviene observar la idiosincrasia política china. Más allá de la visibilidad mediática de las empresas de tecnología chinas, la adquisición, custodia e intercambio de datos e información es crucial para los futuros planes del país asiático.

A diferencia de Trump, Barack Obama, Angela Merkel o cualquier otro dirigente occidental e incluso de parte de América Latina, cuyos efímeros mandatos relegan sus planes de gobierno a operaciones de corto alcance, los dirigentes chinos son auténticos expertos en planes a largo, muy largo plazo. Sólo hay que ver la revolución iniciada, en los años 60, por Deng Xiaoping, miembro del Comité Permanente del Buró Político y secretario central del Comité Central hasta 1966, además de secretario general del Partido y otros cargos relevantes hasta el año 87.

La revolución ideada por Deng Xiaoping no era proletaria ni campesina, sino todo lo contrario. Su revolución era un guantazo a las ideas de Mao para tomar el camino contrario y liberalizar la economía china, lo que de hecho le envió al exilio durante los últimos años de vida de Mao, tras cuya muerte volvió a adquirir el poder perdido. Su plan: convertir al país en la fábrica del mundo, abriendo centros de producción y fábricas; comenzarían por la costa, y se irían expandiendo hacia el interior como una mancha de aceite. Luego copiarían y piratearían tecnología, ideas y patentes de todo el mundo para desarrollarlas a más bajo costo, hasta poder crear ellos sus propias tecnologías y dinámicas productivas. Cincuenta y pocos años, pero autoritarios, después, los frutos de las políticas de Xiaoping han llevado al país a ser la segunda potencia económica del mundo.

Y en éstas llega octubre de 2013 y la Belt and Road Iniciative es presentada al mundo por el actual presidente de China, Xi Jinping, al que muchos consideran el dirigente chino cuyo poder e invulnerabilidad sólo pueden compararse a los que alcanzó Mao Zedong. Tan invulnerable que, en marzo de 2018, consiguió eliminar el límite de dos mandatos presidenciales de cinco años cada uno que figuraba en la Constitución. Una vez más, China cuenta con planes a muy largo plazo, porque Xi Jinping puede aguantar en el puesto hasta que dé con sus huesos en la tumba.

El informe de la ONG Corporate Europe Observatory pone de manifiesto los movimientos que Huawei, en sintonía con los postulados del Gobierno chino, lleva años haciendo para influir en las estructuras de poder y económicas europeas. Su autora, que en conversaciones con CTXT pidió permanecer en el anonimato (ya que, según cuenta, trabaja “investigando otros países muy poco democráticos”), desgrana los diversos equipos que China y sus empresas utilizan para cabildear dentro y fuera del corazón de la Unión Europea.

Según la autora, “Huawei está dejando de lado el trabajo de lobby en Estados Unidos, reduciéndolo a algo residual, porque se han dicho ‘ah, ok, con la administración Trump no vamos a conseguir más que esto’. En Europa no tenemos información actualizada, pero todas las señales apuntan a que están redoblando su actividad”. Los datos sobre grupos de presión, o lobbies, facilitados por la propia Comisión Europea llegan solo hasta 2017, casi dos años antes de que el presidente norteamericano Donald Trump realizara su movimiento para paralizar la creciente influencia internacional de Huawei, pero ya los números de ese año son espectaculares.

“Con estos datos (de 2017) podemos ver que están gastando en trabajos de lobby más de dos millones de euros al año (concretamente, 2.190.000)”, asegura la experta. La diferencia entre estas cantidades y las manejadas por el Senado de Estados Unidos para ese mismo año es inmensa, ya que Huawei gastó sólo 60.000 dólares en trabajos de presión en el país norteamericano. En realidad, hasta ahora, siempre había sido la otra gran empresa de tecnología china, ZTE Corp., la que había mostrado un mayor interés en el mercado estadounidense. Tanto es así que en 2018 invirtió en trabajos de presión en Estados Unidos 3,7 millones de dólares, y 1,4 millones en lo que va de año. Lo que está por ver es si ZTE seguirá los pasos de Huawei y volverá la espalda a la caprichosa administración Trump para orientar su mirada a la otra orilla del Atlántico.

Los movimientos a escala internacional de Huawei, ZTE y el resto de las multinacionales chinas no son meras estrategias de mercado. También constituyen maniobras diplomáticas del Gobierno chino para estimular la economía del país dentro y fuera de sus fronteras. La autora del informe del CEO lo explica: “Los acuerdos de Huawei y el Gobierno chino dentro de la Belt and Road Iniciative son ligeramente diferentes a los realizados entre empresas y gobiernos de otros países. Huawei es una empresa privada, pero sabemos que en China las grandes corporaciones cuentan en su seno con comités del Partido Comunista, y no puedes llegar a ser una empresa de éxito sin contar con estas conexiones políticas”.

Resulta un tanto obscena la relación poliamorosa entre gobiernos y empresas cuando se trata de China y las instituciones europeas. Tanto las compañías de tecnología asiáticas como ambos gobiernos utilizan sin pudor firmas y grupos de presión para influirse los unos a los otros. Es el caso de la firma ChinaEu, en cuya web aseguran ser “una colaboración público-privada de alto nivel para la tecnología de la información y las comunicaciones, conectando a la comunidad empresarial de China y de la UE con las instituciones europeas y el Gobierno chino”. La firma tiene sede en Bruselas, a cuatro minutos a pie de la Comisión Europea para Cooperación y Desarrollo Internacional, y entre los socios inversores destaca uno: Tencent Holdings.

Tencent es la creadora de WeChat, la red social y servicio de mensajería con más de 1.000 millones de usuarios en China, usuarios cuyos datos personales Tencent puso en manos del Gobierno en septiembre de 2018. Tencent no sólo ha sido acusada de montar el sistema de censura más amplio y complicado de la Historia a través de WeChat, sino que también ha sido la encargada, incentivada por el Gobierno chino, de montar el Social Credit System (Sistema de Créditos Sociales), un distópico sistema de puntos basado en el comportamiento de las personas, que premiará, o castigará, según el civismo que demuestren para con el Gobierno, el gasto mensual en compras o la “confianza”.

Por su parte, el caso de Huawei es tan paradigmático que en el informe del CEO merece un capítulo aparte. La oficina central de la empresa en Europa se encuentra a 15 minutos de la sede en Bruselas del Parlamento Europeo, por supuesto no por mera coincidencia. Según relata la creadora del informe, “la empresa cuenta con asesores profesionales dentro del establishment europeo. Por ejemplo, contrató al ex jefe de la Oficina de Información del Gobierno británico, John Suffolk, como director de Ciberseguridad Global, y al ex comisario europeo francés Serge Abou, que pasó directamente a Huawei después de seis años como embajador de la UE en Beijing”. Los propios datos de la UE revelan que la empresa ha recibido, bien sea en forma de financiación pública desde la Comisión Europea, o en forma de financiación a nivel nacional por parte de Estados miembros, 2,9 millones de euros, aunque no se especifica el período.

En los últimos cinco años, la filial de Huawei en Europa ha tenido 46 reuniones (las que se han podido confirmar) con altos cargos de la Comisión Europea. Los temas clave en las conversaciones son la privacidad y la ciberseguridad. Pero lo que está en juego es la credibilidad de la empresa y sus conexiones con el Gobierno chino. Y para esto está utilizando varias firmas de lobby a nivel europeo y nacional.

En 2017, la empresa de tecnología contrató los servicios de la agencia belga Ogilvy Social Lab, especializada en relaciones públicas, en la cual invirtió entre 200.000 y 299.999 euros. Según su registro en el portal de transparencia de la UE, la firma se promociona como “expertos en proteger y mejorar la reputación global de empresas, marcas, organizaciones y gobiernos”.

Durante el mismo año, Huawei contrató por entre 100.000 y 199.999 euros al bufete de abogados alemán Alber & Geiger, que, según el informe del CEO, “se enorgullece de traer a Bruselas el lobbying al estilo americano”. En la propia web de la agencia de lobby, afirman que su estrategia es la de “abordar a miembros clave del Parlamento Europeo en todos los comités relevantes y a lo largo de todo el espectro político”.

La autora del informe del CEO pone el acento en la colaboración de Huawei con España. En concreto, afirma que la empresa de tecnología firmó un memorándum de entendimiento (acuerdo de colaboración firmado por ambas partes que dispone acciones futuras en común) con el INCIBE (Instituto Nacional de Seguridad), que fue corroborado en el Mobile World Congress (Congreso Mundial del Móvil) en 2016. “Esto me resulta preocupante”, asegura la autora, “porque es el único acuerdo firmado en Europa (por Huawei) para cooperar en ciberseguridad con una agencia gubernamental”.

En 2017, Huawei entró a formar parte de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, la CEOE, y un año más tarde, en 2018, los gobiernos chinos y español llevaban de la mano a Telefónica y a Huawei para firmar un acuerdo bilateral de cooperación para desarrollar en España el 5G, la fibra óptica y otros servicios digitales. Nuestro país es, sin duda, un actor crucial en los planes tanto de Huawei para convertirse en el mentor europeo en ciberseguridad y tecnología 5G, como de China en su cruzada por retomar las antiguas rutas comerciales y económicas de la ruta de la seda y desbancar, así, a Estados Unidos del primer puesto en las economías del planeta.

El acuerdo entre Huawei y el Gobierno español para “impulsar la ciberseguridad en España” choca en cuanto al objetivo. Y esto es porque, si bien no existe ninguna prueba de que Huawei haya hecho o hará un uso ilícito de datos o información, o de que haya cometido o esté cometiendo espionaje usando su tecnología, esta especulación no es en absoluto descabellada. Por no hablar del dudoso hecho de firmar un acuerdo para la fibra óptica y el 5G con un país que, por cuarto año consecutivo, fue catalogado como el peor país del mundo para la libertad en internet por la ONG independiente Freedom House.

Como decíamos al principio de este texto, estos son planes diseñados a muy largo plazo, y en la mira del Gobierno chino están no sólo España y el resto de Europa, sino muchos países de la antigua Ruta de la Seda, Mongolia, Tayikistán, Arabia Saudí, Uzbekistán, Pakistán, Irán, Vietnam, Sri Lanka, Malasia, Indonesia, Laos, Turquía, Kenia, Egipto, Rusia y, al otro lado del océano, muchos de América Latina como Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Ecuador, Perú, Chile, Uruguay, República Dominicana y por supuesto Venezuela y Cuba, con construcción de carreteras, vías de tren, puertos, aeropuertos y, en definitiva, todo tipo de infraestructuras donde todos los caminos converjan en China.