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Pongamos las luces largas

Paco Cantero miembro de Attac y Futuro Alternativo. Publicado originalmente en ctxt.

Nos encontramos en una vorágine política como consecuencia de las elecciones en la Comunidad de Madrid, debido a la influencia que puede conllevar en el resto del Estado español. Parece que la Comunidad de Madrid se ha convertido en un ariete para derribar al gobierno de coalición del Estado. Para lograr ese objetivo ya no valen cuestiones ideológicas democráticas, que es obligado respetar, sino que da igual el método que se utilice, aunque sea obstruccionista y contradictorio con sus propias opiniones vertidas anteriormente. Es como si el Estado y sus Instituciones fueran patrimonio exclusivo de un sector de la sociedad que no está dispuesta a perder sus privilegios, y han encontrado en la Comunidad de Madrid el instrumento para consolidar su visión de España.

Prueba de ello es convertir esta Comunidad en un “paraíso fiscal” dentro del Estado, al estilo de Holanda y Luxemburgo dentro de la Unión Europea que tanto criticamos, perjudicando al resto de Comunidades Autónomas al facilitar la concentración de patrimonios por las exenciones que disfrutan. Esta política agrava una de las principales heridas que tenemos como país respecto a nuestro “problema territorial”. En los países centroeuropeos, sus problemas territoriales fueron resueltos a lo largo del siglo XIX, mientras que los intentos de resolución en España siempre han sido ahogados mediante golpes de estado o guerras civiles.

Por otra parte, y con el objeto de atraer un voto poco reflexivo, han hecho un uso espurio del concepto de “libertad” en beneficio de intereses partidistas. En este punto, queremos matizar que, para nuestro Grupo de Futuro Alternativo, la palabra “libertad” no es sinónimo de que puedas hacer lo que te venga en gana, sino que es mucho más profundo. Nos remitimos al concepto de libertad que tenían los clásicos, desde Aristóteles hasta Marx, donde ser libre significaba no depender de otro particular para vivir, ser un sujeto de derecho ajeno: un alieni iuris, un alienado. Traducido al “román paladino” significa que todas las personas para ser libres deben tener garantizadas las necesidades básicas de seguridad y protección descritas en la pirámide de Maslow, es decir, que solo cuando todos los seres humanos tengan garantizada su existencia podrán elegir libremente por sí mismos sin dominación por parte de terceros.

Necesitamos las “luces largas”,no podemos seguir jugando a la desinformación porque en pocos meses podrán precipitarse decisiones que marcarán el futuro de las próximas décadas. Se pondrá a nuestra disposición una gran cantidad de fondos que deberemos entre todos destinar en la dirección acertada, porque de lo contrario provocaremos una larga sombra que oscurecerá el futuro de las próximas generaciones. Por lo tanto, no podemos pensar en políticas cortoplacistas porque estamos en una sociedad muy compleja en la que debemos equilibrar valores, dimensiones y procedimientos diversos, en ocasiones difícilmente compatibles.

Necesitamos una auténtica “democracia política”. Frente a gestos, signos y movimientos autoritarios es preciso recomponer comportamientos democráticos profundos que parecen haberse perdido, como el respeto a los resultados de las urnas y a los equilibrios parlamentarios resultantes, y a la separación de poderes. Frente al insulto y la descalificación grosera, recuperemos el respeto a la dignidad de las instituciones, a las minorías y a los diferentes, al adversario y al argumento como valor. Hay que fortalecer una democracia más participativa y menos mediatizada por los poderes económicos.

Es preciso revisar el propio Estado de bienestar adaptándolo al siglo XXI y definir una nueva generación de “derechos sociales” y un nuevo “contrato social”. Debe garantizarse una base fuerte de servicios públicos gratuitos que conviertan las declaraciones constitucionales en realidad para toda la población. La actual maraña de prestaciones asistenciales, burocrática e ineficiente, debe ser sustituida por una renta básica universal e incondicional, como derecho ciudadano y red de seguridad de último recurso, adicional al resto de servicios públicos y sin renunciar a objetivos de pleno empleo.

Frente a una globalización financiera y monopolios tecnológicos que pervierten las instituciones democráticas en detrimento del interés general, necesitamos la “democracia económica”, haciendo de la política un servicio a la ciudadanía, arbitrando controles sociales y democráticos capaces de diseñar un sistema tributario adecuado para el siglo XXI. Sin justicia fiscal no hay justicia social. Necesitamos una reforma fiscal que garantice un sistema tributario, progresivo y suficiente. La mayor recaudación necesaria debe ir ligada a que paguen quienes gozan hoy de privilegios injustos, a la necesaria mejora de la eficiencia del sector público y al adecuado control frente a la corrupción y el despilfarro.

Es preciso contemplar una solidaridad y cooperación con las poblaciones de países empobrecidos y migrantes que no pueden quedar relegados por lógicas exclusivamente nacionales. Los acuerdos internacionales han de basarse en el respeto a los derechos de los pueblos y naciones, que promuevan la solidaridad y equidad entre ellos.

La construcción de un futuro alternativo precisa de un diálogo permanente sobre los principales vectores y tendencias que construyen el progreso, el impacto de la tecnología digital, la cuestión ambiental y climática, y las diferencias de género. Este diálogo no puede ser abstracto ni elitista, sino debe atraer la atención de los sujetos sociales que aportan las energías del cambio, comenzando por el mundo del trabajo y la actividad sindical.

Otro punto que se debería abordar es el tema de la migración y las situaciones de refugio y asilo. La inclusión de las personas migrantes, además de ser una cuestión que afecta a toda la población y supone un “camino bidireccional” o de adaptación mutua entre poblaciones receptoras y recién llegadas, debe ser contemplada como un proceso de creación de nueva ciudadanía por dos motivos: porque incorpora al “otro” como nuevo miembro de la comunidad política, y porque amplía y mejora la naturaleza de la ciudadanía democrática en dicha comunidad receptora. 

Hay varias vías de avanzar en ese sentido. Mientras “ciudadanía” equivalga a “nacionalidad” será preciso distinguir la plena ciudadanía jurídico-político de la ciudadanía social, de residencia local o cívica. Frente a los planteamientos xenófobos de determinados partidos y representantes políticos respecto a que atender las necesidades de los colectivos inmigrados supone concederles privilegios, hay que enfatizar que se trata de reconocer y garantizar sus derechos.

Empezamos a ser mayoritariamente conscientes de nuestros impactos sobre la biosfera y a comprender que, si no operamos cambios rápidos en los criterios y patrones dominantes, la actual civilización está en juego, incluso peligra la pervivencia de los seres humanos sobre el planeta.

La actual maraña de prestaciones asistenciales, burocrática e ineficiente, debe ser sustituida por una renta básica universal e incondicional

Cambiar no es fácil, pero resulta imprescindible. No solo tenemos que superar esa visión del mundo que ve a la naturaleza como una mera fuente de recursos sometida a nuestros designios. No solo tenemos que aprender a respetar sus ritmos y sus límites. La tarea es eso y mucho más. Como sociedades, hemos de aprender a vivir de otra manera, a producir y consumir de distinto modo, a ser felices, en suma, sin destruir las bases de nuestra vida.

Cuidar la vida, incluir la reproducción social y cuidar del bienestar, requiere reducir la esfera material de la economía, reorientar sus prioridades, democratizarse y descentralizarse en todos los planos, y aplicar regulaciones y políticas fiscales que permitan orientar los recursos necesarios para dignificar la vida de las personas y financiar el cambio de ciclo histórico sin dejar a nadie atrás. 

Es preciso un cambio de conciencia a todas las escalas. Este cambio de conciencia no es un correctivo, es una quiebra de nuestro modelo de pensamiento. Una quiebra dolorosa y esperanzada a un tiempo. Nos lleva a resituarnos en relación con la naturaleza, a mirar el mundo desde abajo, desde una mirada participativa, no dominadora.

Es necesario dar paso a toda la potencialidad creativa del ser humano, dejar de apoyarnos en las supuestas evidencias del pasado y apostar por el inédito viable, poniendo en juego, individual y colectivamente, una imaginación creadora que revitalice, en la vida personal y social, el placer de innovar, de elaborar soluciones inéditas para problemas desconocidos. La educación tiene mucho que hacer en este campo, por lo que necesitamos personas creativas a su cargo.

Por último y como resumen de estas “luces largas” que reivindicamos, no debemos olvidar los “valores republicanos” que debe llevar implícita cualquier iniciativa política, y resumimos en los siguientes puntos:

1. Respeto por la dignidad de la persona humana, garantizando las condiciones de vida decentes para todos como el alimento, la vivienda, la salud, la educación y la seguridad.

2. Libertad individual como posibilidad para cada persona de participar en las decisiones colectivas y de controlar su aplicación, lo que exige una amplia profundización del concepto democrático.

3. La protección de los ecosistemas, respetando los principios como sostenibilidad y sustentabilidad del desarrollo y el de precaución aplicado a toda experimentación científica y técnica.

4. La solidaridad, como definición de los bienes comunes, bienes inalienables de la humanidad, reparto libre y público del conocimiento.

5. La laicidad y el respeto por la diversidad de culturas, los modos de vida, las tradiciones, a condición de que estas no atenten contra la integridad y los derechos de los seres vivos.