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Tiempo de trabajo, digitalizacion y nuevo contrato social

Albino Prada es miembro de ECOBAS y de Attac

infolibre

En un reciente análisis en este diario comprobábamos cómo a lo largo de la década 2007-2017 la economía española había recuperado el nivel de producción total de riqueza, pero que lo había hecho con menos empleo, algo que se amplificaba aún más si nuestro foco de atención lo situábamos en las manufacturas.

 Menos empleo total para generar más riqueza real que hace diez años podría interpretarse, y traducirse, en una posibilidad de un mejor reparto del empleo y no en una amenaza de desempleo estructural o subempleo precario.
 Para ello sería más que conveniente que en las últimas décadas, de intensa digitalización y automatización de las más diversas actividades (financieras, comerciales, manufactureras, logísticas, etc.), continuase la tendencia histórica de reducción de la jornada laboral (lo analizaremos aquí en cómputo de horas medias semanales) asociada a las mejoras de productividad derivadas de nuevas tecnologías.
 Recogemos en un primer gráfico dicha tendencia histórica entre los años 1955-2017 según datos anuales presentados en una larga serie, que arranca de 1850, por Leandro Prados prorrateados para cincuenta y dos semanas (al final de este artículo el lector puede consultar la serie completa 1850-2017).
Fuente: elaboración propia con datos de Leandro Prados.Fuente: elaboración propia con datos de Leandro Prados.

Dos cosas llaman poderosamente la atención en esta perspectiva de largo plazo. La primera, la tendencia histórica a la reducción de las horas semanales de trabajo entre los años 1955-1985, sin duda asociada a una intensa modernización tecnológica en todos los sectores productivos.

La segunda es la parálisis de la reducción de jornada semanal a partir del año 1985, justo coincidiendo con la irrupción de una prolongada fase de aplicación de las tecnologías de la información, la comunicación y la digitalización a todos los sectores.

Así, para el último año de esa larga serie homogénea (el 2017) la jornada media semanal ascendía a 35,3 horas en el conjunto de la economía española, cuando era de 35,8 horas en 1985. Prácticamente estancada. De haber continuado la tendencia del período 1955-1985 las horas semanales tendrían que situarse en apenas 26. Nueve horas semanales menos a la semana: apenas cinco horas en cinco días. Con efectos indudables sobre las oportunidades de empleo para los actuales parados o subempleados.

Estos argumentos no se ven sustantivamente modificados de considerar la variación del cómputo anual de horas extraordinarias trabajadas (pagadas y no pagadas, ver aquí) pues suponen apenas el uno por ciento del total anual de horas trabajadas en España.

Conclusión: la actual revolución tecnológica no se está traduciendo en una reducción de jornada como sucedió con las anteriores. Sí en una mayor riqueza producida con menos empleo relativo (entre 1985 y 2015 la riqueza real aumentó más que el empleo). Pero con trabajadores que trabajan las mismas horas semanales, en muchos casos en empleos de peor calidad (temporales, rotación de contratos, estacionales, etc.) por salarios reales más bajos. Lo que, si las presiones consumistas o de endeudamiento se acentúan, forzará a ampliar las horas de trabajo por ejemplo en un empleo complementario.

Algo que recoge para la economía norteamericana (faro y guía del mundo en estos asuntos) el perfil laboral de Walter White, protagonista de la serie Breaking Bad, que para mantener su nivel de consumo tiene que compaginar su empleo de profesor de química en un instituto con un empleo en un lavacoches. Lo que ya consideraba J.B. Schor, en un libro muy bien titulado (La excesiva jornada laboral en EE.UU. – La inesperada disminución del tiempo de ocio, Ministerio de Trabajo, Madrid, 1994), como una jaula de ardillas.

Que la actual revolución tecnológica no está prolongando la tendencia histórica de reducción de jornada (vea al final de este artículo el lector la serie completa desde el siglo XIX) lo confirman y refuerzan los datos desagregados por sectores para el año 2019 que ofrece el INE en una serie de datos distinta sobre dicha jornada semanal media.

INEFuente: INE



Porque en las actividades más directamente ligadas a dicha digitalización o economía 4.0 (sombreadas en color rosado en este recuadro) la jornada semanal realizada está por encima de la jornada media del conjunto de la economía. De manera que la parálisis de la reducción de la jornada desde el año 1985 tendría como líderes las actividades más vinculadas a dicha revolución tecnológica.

Es esta, además, una parálisis que sitúa a España (ahora con casi 38 horas) en la peor posición dentro de las economías más desarrolladas de nuestro entorno (Alemania por ejemplo con 35 horas) como recogemos con los últimos datos sobre el particular ofrecidos por Eurostat. Y, parece obvio, a la vista del gráfico correspondiente, que tener muy elevado este indicador no debe considerarse un síntoma de buen desempeño económico y social.

EurostatFuente: elaboración propia con datos de Eurostat.

La parálisis en la reducción histórica de la jornada semanal, conjugada con su alto nivel relativo en España y su mayor duración justo en las actividades más directamente afectadas por la digitalización, aconsejaría gestionar con muchas cautelas lo que los tecnófobos jalean como revolución digital. Siempre que el norte del desarrollo social sea producir riqueza favoreciendo las oportunidades de empleo digno de la mayoría y no un pluriempleo precario.

Que esto no está siendo así parece una obviedad a la vista de los datos presentados. Lo que supone romper una tendencia histórica: más productividad ya no favorece menos tiempo semanal de trabajo. Coincidiendo con una última ola globalizadora de la economía mundial (en materias primas o energéticas, pero también en ensamblajes y cadenas globales de aprovisionamiento o financiarización) que ha venido acompañada de un chantaje de igualación a la baja a escala planetaria de los derechos sociales.

Aún más, esa mayor productividad por automatización y digitalización tampoco está suponiendo un menor tiempo de trabajo a lo largo de la vida. En esto, de nuevo, nos dirigimos al modelo norteamericano en el que un jubilado de su empleo necesita completar sus ingresos con un empleo a tiempo parcial (por ejemplo como cajero en un supermercado).

Porque, según los datos de Eusostat, para las últimas décadas en la que dicha revolución tecnológica avanzó imparable, los años de trabajo previos a la jubilación en lugar de reducirse se han incrementado en España de 31 a 35: cuatro años más de trabajo.

Es ésta otra jaula de ardillas que es considerada inevitable por parte de todos aquellos (lea aquí un ejemplo entre mil) que solo ven en el incremento de la esperanza de vida, en un sistema de financiación de reparto anual basado en un impuesto sobre los salarios, el que sea obligado trabajar y cotizar más años. Cuando nada impide, salvo la rapiña social y los negocietes, que la muy superior riqueza producida sea distribuida de otra forma.

Fuente: elaboración propia con datos de Eurostat.Fuente: elaboración propia con datos de Eurostat.

En resumen: más producción de riqueza, empujada por la revolución digital, trabajando más horas a la semana y más años de su vida. Un mal negocio para avanzar hacia una economía inclusiva: que nos permita un mayor tiempo de ocio (semanal y a lo largo de la vida) con ingresos dignos para los ocupados, y con un desempleo residual.

Para evitar ese mal negocio y transitar hacia una economía inclusiva la cuestión a plantearse es porque esta vez suceden las cosas así. La respuesta la daba Antón Costas hace ya un par de años en su libro El final del desconcierto – Un nuevo contrato social para que España funcione (Península, 2017) planteando civilizar el hipercapitalismo digital, al igual que en su día se pudo hacer con el capitalismo fordista. Con un contrato social del siglo XXI que ya solo podrá armarse a escala de la Unión Europea, a diferencia del contrato social del siglo XX que pudo aún serlo a escala de cada Estado, como detallo en mi ensayo Crítica del hipercapitalismo digital.

Pues que en la deriva extractiva de los últimos cuarenta años de revolución tecnológico-empresarial los capitalistas se habrían pasado varios pueblos –en detrimento de los trabajadores y del conjunto de la sociedad– lo pone de manifiesto el que el mayor lobby empresarial de Estados Unidos (ver aquí Business Roundtable) recomiende ahora a los gestores abandonar, en favor de aquellos, el mantra neoliberal de que solo cuentan los objetivos de los accionistas. Y así evitar las consecuencias que aquí se han analizado.

Algo que nos podría parecer irrelevante para España, en caso de que fuera en serio, pero que no lo es. Porque la mayoría de las empresas del IBEX-35 tienen hoy mucho que ver con aquel lobby norteamericano, a través de grupos de inversión como Vanguard o Blackrock (consultar aquí). Para que así fuese la prueba del algodón pasaría por empezar a reducir las horas de trabajo a la semana y por dejar de aumentar los años de vida laboral: progreso y bienestar social.

horas semanales de trabajoFuente: elaboración propia con datos de Leandro Prados.