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Ciencia y Política ante el cambio climático

Alberto Piris – Comité de Apoyo de ATTAC España

Al encender el ordenador para escribir el texto que ahora está ante los ojos del lector, se abrió en la pantalla una ventanilla que indicaba el número de gramos de CO2 no emitidos a la atmósfera gracias a haberlo mantenido en posición de “hibernar” durante unas horas, en vez de dejarlo encendido.

Ignoro en qué parámetros se basa el cálculo de esa información pero sí sé que es el modo científico de abordar los problemas del cambio climático. Si el resultado no fuese correcto, se cambiarían las fórmulas hasta mejorarlo. Dejando aparte las constantes universales, la ciencia avanza siempre sobre parámetros mejorables.

Aludiendo al modo de abordar el grave problema del cambio climático y sus consecuencias para la humanidad, escribí la semana pasada que esta cuestión se plantea en un terreno “puramente pragmático y evaluable” y que “los intereses políticos tienen poco que decir al respecto, salvo embrollar y obstaculizar las necesarias medidas reparadoras”.

Esto es así porque, en política, el dirigente X puede decir públicamente que Y es golpista y Z fascista, ya que ninguno de ambos términos tiene definición científica y cada cual les da el significado que prefiere. De ese modo, aumentan las audiencias de los medios de comunicación criticando al “golpista Y” o al “fascista Z”, información rápidamente asimilada por el público desinformado, desbocada y distorsionada en las redes sociales y de nefastas consecuencias para cualquier democracia.

En la 24ª sesión de la Cumbre del clima celebrada la pasada semana en Polonia, para desarrollar el llamado “Acuerdo de París” y exponer el informe elaborado por la Ciencia (el grupo de expertos conocido como IPCC) sobre la previsible evolución de la climatología mundial, hemos presenciado el choque entre Política y Ciencia al que arriba aludo.

Los delegados de los casi 200 Estados asistentes a la conferencia no llegaron a ponerse de acuerdo en las drásticas medidas que sería necesario empezar a aplicar ya, según el informe del IPCC, para evitar alcanzar un peligroso punto de no retorno en la temperatura del globo.En los últimos cuatro años se han alcanzado las más altas temperaturas jamás registradas y las emisiones contaminantes siguen aumentado, a pesar de que deberían reducirse a la mitad antes de 2030. Las acciones correctivas deberían multiplicarse por cinco para evitar que el calentamiento rebase 1,5º sobre la referencia inicial, que es la temperatura media en la época preindustrial.

Ahora el calentamiento real es ya de +1º, pero la Organización Meteorológica Mundial advierte de que el calentamiento podría alcanzar de 3º a 5º en 2100, lo que sería la catástrofe total. En ese caso, ya no podría frenarse el progresivo calentamiento aunque se redujeran las emisiones. Se prevén aumentos del nivel del mar entre 0,74 y 1,8 m. “El mar seguirá subiendo durante siglos -anuncia el Centro Oceanográfico de Liverpool- aunque se estabilicen los gases de efecto invernadero. Podríamos experimentar el mayor nivel de los océanos en toda la historia de la civilización humana”.

Si a la pérdida de fértiles territorios litorales se une el previsto crecimiento de la población mundial, que en 2100 podrá superar 11.000 millones de habitantes, la supervivencia de la especie humana estará en grave peligro. Un anticipo de ese futuro se observa hoy en Somalia, donde las sequías han aniquilado el 70% del ganado y provocado la emigración de miles de familias. Sudán y Kenia no le andan muy a la zaga.

Desde los círculos científicos se reprocha que se viene advirtiendo de este peligro desde hace más de 30 años, sin que se haya hecho nada al respecto: “Si entonces se hubieran empezado a tomar pequeñas medidas el problema sería hoy bastante menor”. La Política no se fió de la Ciencia. Y es de temer que cuando empiece a hacerlo sea ya demasiado tarde.

EE.UU. es responsable de un tercio de las emisiones que calientan el globo y Trump ha anunciado que se retira del Acuerdo de Paris. En la cumbre polaca le han apoyado Rusia, Arabia Saudí y Kuwait en su rechazo del informe del IPCC, que exige reducir en un 45% las citadas emisiones antes de 2030.

Por esta razón, y con cierto sarcasmo de matiz científico, el ambientalista estadounidense Bill McKibben escribió en The New Yorker: “En consecuencia, la política particular de un país [EE.UU.] durante medio siglo habrá cambiado la historia geológica de la Tierra”.