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¿Cuándo se torció Afganistán?

Albino Prada.

Publicado originalmente en Mundodiario.com

Este pasado 16 de agosto el Presidente Biden ante el noticiado derrumbe de la supuesta herencia norteamericana en Afganistán confesó que el objetivo de su país nunca fue construir una nación democrática. Supongo que eso se refiere a la ocupación realizada desde 2001 hasta antes de ayer.

Porque si nos retrotraemos al año 1979 y posteriores, lo que comprobamos es justo lo contrario: Estados Unidos se empleó a fondo en desarticular una sociedad que estaba muy lejos de ser un Estado fallido y un sistema político sin derechos fundamentales. Trabajos que, más cerca de casa, realizaron en Chile o Argentina con idéntico afán por aquellos años.

En 1978, según leemos en Wikipedia (aquí), en Afganistán sucedían cosas tan enigmáticas y, al parecer, preocupantes como estas:

«El nuevo gobierno inició un programa de reformas que eliminó la usura, inició una campaña de alfabetización, eliminó el cultivo del opio, legalizó los sindicatos, estableció una ley de salario mínimo y rebajó entre un 20 y un 30 por ciento los precios de artículos de primera necesidad. En cuanto a los derechos de la mujer, el régimen socialista otorgó permiso de no usar velo, abolió la dote, promovió la integración de mujeres al trabajo (245 000 obreras y el 40  % de los médicos son mujeres) y a la educación (el analfabetismo femenino es reducido del 98  % al 75  %, el 60  % del profesorado de la Universidad de Kabul son mujeres, 440.000 mujeres más trabajaban en educación y 80.000 participaban en la campaña de alfabetización), así como a la vida política. El decreto nº 7 del 17 de octubre de 1978 otorgó a las mujeres iguales derechos que los varones. El período de la República Democrática fue en el que más mujeres profesionales hubo en Afganistán».

Con no pocas dificultades gobernó Babrak Karmal entre 1979-1986, una nación que estaba en el camino de ser democrática y civilizada si no fuese porque los dos imperios de la guerra fría aplicaron sus modelos e intereses a un país situado en una zona considerada económicamente estratégica.

La URSS de entonces por razones de proximidad geográfica y control de unas reformas que podrían poner en cuestión su propio inmovilismo y los Estados Unidos por justo lo contrario: desestabilizar un país (con una decente gestión social) al coste que fuese para debilitar a un imperio antagónico en plena guerra fría.

Seguimos leyendo en Wikipedia como  después,

«Tras la invasión del país por la URSS, en diciembre de 1979, 120.000 soldados soviéticos se establecieron en Afganistán. La resistencia afgana se dividió en siete partidos políticos sunníes establecidos en Peshawar y ocho partidos chiitas establecidos en Irán. Los partidos sunníes (el 80 % de la población afgana es sunní) eran mantenidos por Pakistán y recibían armas de Estados Unidos… Estados Unidos y la Unión Soviética, dada su voluntad de poner fin a uno de los últimos conflictos del tiempo de la Guerra Fría, se comprometieron en septiembre de 1992 a interrumpir sus entregas de armas a todos los bandos de la lucha en Afganistán (acuerdo que entró en vigor en enero de 1992). Al perder el apoyo soviético, Najibulá, que además había de enfrentarse a graves disensiones en el seno de su propio partido, vio debilitarse su posición en los primeros meses de 1992; su propuesta de un alto el fuego unilateral no logró la aceptación de las organizaciones de la resistencia».

El final de este médico que fuera Presidente del país (1987-1992) es esclarecedor y al mismo tiempo estremecedor,

«Durante su mandato los soviéticos retiraron sus tropas de ocupación, si bien continuaron apoyando económica y militarmente su régimen. Por ello su política se orientó a la llamada «Reconciliación Nacional», que buscaba poner fin a la Guerra Civil mediante negociaciones y concesiones a los muyahidines, a los que concedió amnistías por sus crímenes. De igual modo, la nueva Constitución de 1990 convirtió el país en un Estado islámico, borrando toda referencia al comunismo hasta entonces imperanteSin embargo, la disolución de la URSS, de cuyo apoyo dependía totalmente su gobierno, así como el apoyo de Estados Unidos a los fundamentalistas islámicos, provocó el colapso del régimen y su derrocamiento. Desde entonces, vivió asilado en la sede de la ONU en Kabul hasta que en 1996 los talibanes irrumpieron en la capital afgana, castrándolo y asesinándolo públicamente

De manera que las múltiples facciones armadas que se alimentaron por Estados Unidos contra el Gobierno legítimo del país (para frenar el supuesto comunismo) no solo se fueron alejando de las posiciones civilizatorias de un Estado moderno sino que, cuando alcanzaron el Gobierno (1992), dejaron a las claras la involución social que se traían entre manos. Quede aquí, sin comentarios, al menos un ejemplo de estos patriotas alimentados por Estados Unidos,

«Participó de la Guerra de Afganistán contra el gobierno local prorruso y luego contra la URSS. Hakmatiar se ganaría el apodo de «El carnicero», siendo considerado responsable de la masacre de alrededor de 50.000 civiles desarmados solo en Kabul. Durante la guerra, Hezbi Islami recibió financiación directa de la CIA, siendo uno de los principales receptores de ayuda estadounidenses. Entre las atrocidades de sus combatientes, se distinguían por desollar vivos a sus prisioneros y arrojar ácido en la cara de aquellas mujeres que no iban con burka».

Acabo ya. Pocos años después el presunto patriotismo contra el invasor soviético, que justificaría su terrorífica llegada al poder, sería visto por sus mecenas norteamericanos como un riesgo de terrorismo internacional (por Bush hijo en 2001), entrando entonces en escena directa el ejército norteamericano y sus socios globales.

Y en esas estuvimos hasta 2021. Para dejar una vez más en manos de los que socavaron el Afganistán naciente del año 1978 la gestión del país.

Sucede que hoy la Rusia de Putin y la China de Jinping están menos que nunca en lo de construir una nación democrática en Afganistán. Porque ahora todos –como les enseñó Kissinger– están en lo de hacer negocios, incluso con el diablo. El círculo se cierra: todo confluye en una, otra más de una larga lista mundial, voladura del camino civilizatorio de un país.

Estados fallidos, autocráticos, autoritarios, milenaristas, confesionales, policiales, armados hasta los dientes… con los que, eso sí, hacemos negocios. Su calidad institucional es un asunto interno. Tanto para los imperios en declive de Rusia y Estados Unidos, como para el emergente de China.

Falta por ver si en la Unión Europea también miramos para otro lado, ahora que no nos quedaría otra que definir una posición civilizatoria y no alineada en el mundo. De los barros de 1978 vienen estos lodos: nunca se trató de construir una nación democrática en Afganistán, sino de destruir toda posibilidad de que lo fuese. @mundiario


Albino Prada, miembro del Consejo Científico de Attac España, es autor del ensayo El regreso de China.