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El peligro mortal de los bloques político militares

Paco Morote. Attac Canarias. Publicado originalmente en La Casa de mi tía

Formad un bloque político o político-militar, por muy defensivo que se proclame, y tarde o temprano se formará otro bloque político-militar antagónico, que también proclamará su carácter exclusivamente defensivo. Llegado el momento, cualquiera de los dos podrá considerar que la mejor defensa es el ataque y tendremos servido el conflicto político o, aún peor, político-militar…

Así sucedió en 1882, cuando Alemania, Austria-Hungría e Italia formaron un bloque político militar que tomó el nombre de Triple Alianza, al que se contrapuso, en 1907, otro bloque político-militar formado por Francia, Rusia y Reino Unido, que se denominó la Triple Entente o Entente Cordial.

Así volvió a suceder, en 1939-40, cuando Alemania, Italia y Japón, constituyeron el bloque político-militar de las Potencias del Eje mediante la firma del Pacto Tripartito (1940), al que se opuso, tardíamente, el bloque político-militar, formado, desde 1941, por el Reino Unido, la Unión Soviética y Estados Unidos, conocidos simplemente como los Aliados.

Y como no hay dos sin tres, volvió a suceder de nuevo en 1949, cuando Estados Unidos, secundado por el Reino Unido, Francia, Italia, Canadá, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Noruega, Dinamarca, Islandia y Portugal, formaron el bloque político-militar conocido como Organización del Tratado  del Atlántico Norte (OTAN o NATO ), al que pocos años después, en 1955, se contrapuso, tras la entrada de la Alemania Occidental en la OTAN en ese mismo año, la Unión Soviética, secundada por Albania, Alemania Oriental, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia y Rumanía, formando el bloque político-militar conocido como el Pacto de Varsovia.

¿Qué ocurrió con cada uno de esos bloques antagónicos?

Que la rivalidad imperialista de la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia, que finalmente se sumó a la Entente Cordial) y la Entente Cordial (Francia, Rusia, Reino Unido e Italia) condujo al mundo a la Gran Guerra, que acabó por llamarse, posteriormente, Primera Guerra Mundial (1914-1918), en la que murieron entre 8,5 y 10 millones de personas.

Que la contraposición entre las agresivas Potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón) y los Aliados, casi a su pesar, (Reino Unido, Rusia y Estados Unidos), condujo al mundo a una Segunda Guerra Mundial (1939-1945), aún más destructiva y sangrienta que la Primera, puesto que en ella murieron entre 50 y 55 millones de personas.

Qué la incompatibilidad entre la OTAN (Estados Unidos y sus aliados europeos) y el Pacto de Varsovia (la Unión Soviética y los suyos) desembocó, ante la imposibilidad de ganar militarmente una Tercera Guerra Mundial de carácter nuclear, en una Guerra Fría (1947-1989), en la que excepto la confrontación bélica directa hubo confrontación política, económica, mediático-propagandística y una carrera armamentista en las que ambos bloques enterraron billones y billones de dólares, que muy bien habrían podido servir para acabar con el hambre y hasta con toda la pobreza en el mundo y para emprender a tiempo la lucha contra el amenazador calentamiento global y el inevitable  cambio climático…

¿A la tercera va la vencida?

Pues parece ser que no. La Guerra fría entre el bloque político-militar del Oeste (OTAN)  y el del Este (Pacto de Varsovia), concluyó en 1989, El Pacto de Varsovia desapareció en julio de 1991 y la misma Unión Soviética se disolvió en diciembre de ese mismo año.

¿Sucedió otro tanto con el bloque político-militar occidental de la OTAN? ¿Acaso desaparecido el Pacto de Varsovia e incluso disuelta la Unión Soviética, supuesta amenaza para la seguridad de Occidente, tenía algún sentido conservar una alianza político-militar que había surgido oficialmente para hacer frente al peligro comunista?

Por lo visto para Estados Unidos, la superpotencia vencedora de la Guerra Fría, sí. ¿Y para sus aliados europeos?, podríamos preguntarnos. Posiblemente para algunos de ellos, empezando por el Reino Unido, también, y para la Alemania reunificada, poco inclinada a volver a jugar un papel destacado en la política internacional después de dos derrotas en las guerras mundiales, otro tanto, tan solo Francia, chovinista siempre, celosa de su soberanía nacional y recelosa de la tutela del «amigo americano», ha hecho algún amago de independencia respecto a la continuidad de una organización, la OTAN que, en el fondo, todos perciben como un instrumento geopolítico más al servicio de la política exterior estadounidense.

Así es que después de más de 30 años desde el final de la Guerra Fría, la disolución del Pacto de Varsovia y la desaparición de la URSS, ahí sigue la OTAN, el único bloque político-militar de nuestro tiempo, un bloque que Estados Unidos maneja a su antojo. Un día separando, sin el menor respeto por la soberanía e integridad terrritorial de Serbia, a Kosovo (donde Estados Unidos ha instalado la base militar de Bondsteel, su segunda base militar más importante del mundo). Otro día (bueno, veinte años), invadiendo Afganistán, donde los aliados europeos entran y salen, cuando lo decide el Tío Sam y, en medio de todo eso, bombardeando Libia y propiciando su transformación en un caótico Estado fallido.

Y, ahora, por si fuera poco, en estos últimos años, desde las presidencias de D. Trump y J. Biden, fomentando la sinofobia, el primero, y la sinofobia y la rusofobia, el segundo, como antesala de una indeseable nueva Guerra Fría contra ambas superpotencias. Guerra Fría que, además de propiciar una carrera armamentista donde se entierren ingentes cantidades de dinero, solo puede conducir a la formación de un bloque político-militar antagónico, que ya parece estar en ciernes, de China y Rusia,  y quizás otras naciones, a las que Estados Unidos parece empujar, irreflexivamente, en esa dirección.

¿Eso es lo que necesita el mundo?  ¿Una Guerra Fría 2.0 entre Estados Unidos y sus aliados y China y Rusia y los suyos?

Es una locura, ¿verdad?

Pues a ver quién convence o hace desistir a Estados Unidos o, más bien a la plutocracia que los gobierna, de sus planes. Unos planes que pasan por hacer del siglo XXI un nuevo siglo americano, tal y como lo proyectaron los «halcones» neocon de los gobiernos de los presidentes Bush (padre e hijo), pero que, en ese empeño, pueden conducir al mundo a un enfrentamiento prolongado y estéril de bloques político-militares, que hagan pasar a un segundo plano los grandes problemas comunes – la aceleración  del cambio climático, las crecientes desigualdades sociales, el riesgo de nuevas pandemias letales-, que amenazan el futuro de toda la humanidad (incluida su pequeña  fracción multimillonaria aquejada de miopía histórica).

La OTAN y los bloques políticos-militares, dilectos lectores, son un anacronismo peligroso que, como tales, deberían pasar lo antes posible al museo de los recuerdos históricos. Los europeos, al menos, con más que suficiente experiencia de esas cosas, lo tendríamos que comprender.

Francisco Morote Costa

Las Palmas de Gran Canaria, febrero, 2022