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Izquierda-Derecha; Arriba-Abajo; Delante-Detrás

CTXT
Xavier Ruiz Collantes

En las últimas décadas, especialmente desde los años noventa del siglo pasado hasta aquí, el eje izquierda-derecha, como forma de explicar los posicionamientos políticos, ha entrado en crisis y ello se ha producido, fundamentalmente, a causa de la crisis de uno de sus polos: la izquierda.

Nuevas fuerzas políticas herederas de la izquierda histórica han tendido a sustituir el eje izquierda-derecha por el eje abajo-arriba de matriz populista. Ello ha provocado que la izquierda pierda uno de sus rasgos esenciales: encarnaba el futuro y hoy ya no lo hace. La protección de los de abajo, de las clases populares, frente a los ataques de la derecha política, socio-económica y cultural no es un proyecto de futuro, es sólo un conjunto de movimientos reactivos y a la defensiva.

 Por todo ello, actualmente las dos derechas hegemónicas, la neoliberal y la populista, se están apropiando de las categorías históricas que habían sido de la izquierda y por ello la izquierda, al disociar la representación de las clases populares de la conquista de un nuevo futuro para la humanidad, se está quedando ideológicamente estéril e inerme.

La sustitución de “izquierda” por “abajo”

Los discursos demoliberales, mediáticos, políticos y académicos, han tendido a reemplazar la oposición izquierda-derecha por una nueva oposición, aquella que distingue entre los partidos democráticos y los partidos populistas. Esta dicotomía se ha presentado interesadamente como una oposición entre los partidos centrados, moderados y serios y los partidos extremistas, radicales y demagogos que han aparecido a izquierda y derecha del espectro político en Europa, en Estados Unidos, en  América Latina, etc. El eje centro-extremos no es más que un intento de los partidos políticos clásicos por situar a los nuevos partidos, calificados como populistas, en los márgenes de los mapas mentales de los ciudadanos sobre las ubicaciones políticas y para identificar a la extrema-derecha con las nuevas izquierdas y generar confusión.

Los llamados partidos populistas de izquierdas y muchos de extrema-derecha han introducido una nueva metáfora espacial, aquella que ubica a las fuerzas políticas según la dicotomía arriba-abajo. A partir de este eje, habría fuerzas políticas que defienden los intereses de las élites, los de arriba, mientras que otras defienden los intereses del pueblo, los de abajo.

En función de si el partido populista nace de la tradición de la derecha o de la izquierda, la élite-arriba y el pueblo-abajo, se definen de diferentes formas y su antagonismo se explica por diferentes razones.

EN LOS PROYECTOS POLÍTICOS RELACIONADOS CON LAS CLASES TRABAJADORAS Y POPULARES SE CONCRETABA UN FUTURO MEJOR PARA TODA LA HUMANIDAD

Por ejemplo, para los populistas de derecha el pueblo está compuesto por todos los ciudadanos nativos-nacionales “normalizados” y se excluye a los inmigrantes y las minorías nacionales, étnicas, religiosas, culturales, sexuales, etc. Las élites serían élites políticas, liberales y socialistas, y también las élites mediáticas, culturales y académicas que han traicionado al pueblo nacional. Para los populistas de izquierda el pueblo se identificaría con los sectores sociales de ingresos medios y bajos y las élites serían, sobre todo, las élites socioeconómicas y las élites políticas que defienden los intereses de aquellas.

Algunos nuevos partidos y movimientos políticos de izquierda en Europa y en Estados Unidos  como, por ejemplo, Podemos, La France Insoumise o Occupy Wall Street, han pasado a privilegiar el eje arriba-abajo. Sin embargo, cuando aparece un fenómeno de este tipo, surge una pregunta: ¿la izquierda histórica no significaba ya la defensa de las clases trabajadoras y las otras clases populares y, por lo tanto, no se ha identificado siempre con los de “abajo” frente a la derecha que se identificaba con los de “arriba”? Según esta percepción, los ejes izquierda-derecha y abajo-arriba serían equivalentes. Pero no lo son. La diferencia consiste en la inclusión de una nueva oposición: delante-detrás.

El futuro deja de ser de izquierdas

La metáfora espacial delante-detrás remite al eje temporal futuro-pasado. El futuro es delante mientras que el pasado es detrás. Una definición tradicional de la izquierda es que las fuerzas políticas e ideologías que se situaban en esta posición, hacían avanzar a las sociedades y a la humanidad en su conjunto hacia una realidad más positiva que se situaba en el futuro. Este esquema se derivaba de la idea propia de la modernidad según la cual la historia tenía un sentido y una dirección y progresaba lineal e inexorablemente hacia un mundo mejor. Por ello, había fuerzas progresistas, reformistas o revolucionarias que hacían avanzar la historia, fuerzas de izquierda; y fuerzas conservadoras o reaccionarias que se oponían a este progreso y lo retardaban, fuerzas de derecha.

Por tanto, la izquierda articulaba dos posiciones: abajo-delante, clases populares-futuro. Esta articulación definía una narrativa particular: en los proyectos políticos relacionados con las clases trabajadoras y populares se concretaba un futuro mejor para toda la humanidad. Frente a ello, la derecha se definía por la articulación arriba-detrás, élites económicas-pasado: las élites económicas se aferraban a un pasado que significaba para ellas la conservación de sus privilegios.

La posición de la izquierda, delante-abajo, clases populares-futuro, ha sido históricamente una posición muy particular que ha tenido vigencia desde la Revolución Francesa hasta nuestros días.

La actual disociación de la articulación abajo-delante, clases populares-futuro, ha supuesto la dislocación de la izquierda y lleva a su desaparición. Las clases populares, en la ideología hegemónica que este momento recorre todos los sectores y grupos socioeconómicos, políticos e intelectuales, ya no se ven como portadoras de un proyecto de futuro. La izquierda tiende a abandonar esta posición y se concibe a sí misma como un actor de resistencia frente a un futuro fatídico, liderado por la derecha neoliberal, que, inexorablemente, está llegando.

El mito del progreso de la historia propio de la Modernidad ha entrado en una crisis profunda y ello ha generado la realidad cultural de la Posmodernidad. La crisis más relevante del mito del progreso continuo se ha dado con la toma de conciencia de los límites físicos del planeta para permitir un progreso indefinido basado en un crecimiento económico sin fin. Aunque ello se olvide con demasiada frecuencia, este sueño desarrollista truncado no sólo es un sueño del capitalismo liberal, sino que también lo ha sido del socialismo. Porque tanto el liberalismo como el socialismo son hijos de los mitos de la Modernidad.

De la oposición derecha-izquierda a la oposición derecha neoliberal-derecha populista

Las nuevas fuerzas políticas de izquierda, al sustituir la confrontación política sobre el eje izquierda-derecha por otra sobre el eje arriba-abajo, están abandonando una de sus señas ideológicas de identidad fundamental y además, al desarticular el binomio abajo-adelante, clases populares-futuro, está permitiendo que la derecha se apropie de cada uno de los términos del binomio que se ha desarticulado.

DE LA ARTICULACIÓN ABAJO-DELANTE, DE LA IZQUIERDA TRADICIONAL, LA DERECHA NEOLIBERAL SE HA APROPIADO DEL DELANTE-FUTURO, MIENTRAS QUE LA DERECHA POPULISTA SE ESTÁ QUEDANDO CON EL ABAJO-CLASES POPULARES

La crisis de la izquierda ha facilitado que la derecha se haya desdoblado en dos tipos de fuerzas políticas que le disputan claramente y con ventaja las posiciones abajo y delante, clases populares y futuro. Por un lado, la derecha neoliberal ha articulado una posición arriba-delante, élites-futuro, un futuro liderado por las élites. Por otro lado, la derecha populista ha construido una posición abajo-detrás, clases populares-pasado, unas clases populares a las que hay que proteger volviendo al pasado.

La derecha neoliberal, arriba-adelante, claramente hegemónica a nivel ideológico entre los sectores empresariales y profesionales, sobre todo entre aquellos que se han integrado en los procesos de globalización, ha logrado conformar una visión según la cual el progreso de la humanidad se construye a través de la alianza de las grandes corporaciones empresariales, el emprendimiento individual y la innovación tecnológica. Todo ello dentro de un sistema de mercado libre y desregulado y liderado por actores sociales que se sitúan en la cúspide de la pirámide socio-económica, gerencial y técnico-científica.

La derecha populista, abajo-detrás, que comienza a ser hegemónica entre sectores tradicionales de la clase obrera y otros sectores de trabajadores de baja cualificación, defiende una visión proteccionista de estos grupos sociales, una protección basada en el fortalecimiento de la madre patria como hogar común y benefactor y en un regreso a una época en la que cada patria estaba limpia de impurezas humanas y culturales llegadas del exterior y de aperturas a lo considerado ajeno, minoritario, anormal o extravagante.

Estas dos derechas, si nada cambia, serán claramente hegemónicas y ocuparán dos espacios políticos opuestos y complementarios que se presentarán, en las democracias liberales, como las alternativas por las que los electores pueden optar. De hecho, esto ya ha ocurrido en países tan emblemáticos como Estados Unidos, Clinton contra Trump, y como Francia, Macron contra Le Pen. Incluso en un subcontinente como Sudamérica, tan poco dado todavía a este tipo de alternativas y donde la izquierda resiste, en las últimas elecciones presidenciales peruanas se enfrentaron Kuczynski y Keiko Fujimori.

De la articulación abajo-delante, de la izquierda tradicional, la derecha neoliberal se ha apropiado del delante-futuro, mientras que la derecha populista se está quedando con el abajo-clases populares. Al disociar la izquierda sus dos valores propios, clases populares y futuro, estos han quedado libres y cada una de las dos derechas se ha adueñado de cada uno de ellos. Así hoy nos encontramos con una izquierda despojada de cualquier identidad reconocible y diferencial.

Esquema de posiciones políticas sobre los ejes arriba-abajo y delante-detrás

 

 

La izquierda debe imaginar un nuevo futuro

La crisis de la izquierda es muy profunda. El hecho de que los referentes históricos de la izquierda, comunismo y socialdemocracia, hayan abandonado los ejes ideológicos sobre los que la izquierda constituía su identidad hace que la posición de la izquierda sea hoy difusa e incoherente. El hecho de que, en los restos de la tradición estatal comunista, el Partido Comunista Chino sea en su país el promotor del capitalismo desarrollista más salvaje y que la mayoría de los partidos socialdemócratas defiendan políticas neoliberales cuando están en el gobierno hace que la relación izquierda-clases populares posea poca credibilidad. Además, en los dos casos mencionados, el futuro se contempla indefectiblemente ligado al capitalismo neoliberal.

Sin embargo, el problema fundamental y más complejo hoy para las nuevas izquierdas no es aparecer como defensoras de las clases populares, aunque este sea también muy importante.  Lo más complicado es reconstruir un discurso a través del cual se pueda dar algún sentido a la historia y al futuro, un discurso que sea una alternativa en positivo al neoliberalismo. Un futuro que merezca la pena luchar por él.

La izquierda, actualmente, sobre el futuro solo tiene un discurso reactivo y negativo: no al futuro desarrollista y neoliberal, no a la desigualdad creciente, no a la globalización expoliadora, no al desastre ecológico, etc. El problema es que el simple “no” induce a una vuelta al pasado, a la defensa del Estado de bienestar que hace décadas parecía insuficiente y a una visión pretérita de las clases trabajadoras, etc. Ello imposibilita visualizar un futuro que genere ilusión y lleva a una cierta superposición con los planteamientos de la derecha populista.

Por otro lado, si el proyecto de futuro se basa sólo en un terreno identitario, donde lo identitario es fundamentalmente individualista, un mundo de libertades en donde cada individuo puede elegir supuestamente su identidad compleja y personal, superando normas y tradiciones en cuestiones de género, sexualidad, raza, religión, creencias o estilo de vida, la izquierda se encontrará con que la derecha liberal y neoliberal, descargándose del fardo conservador histórico, estará mejor posicionada y mejor pertrechada ideológicamente en este ámbito. De hecho, hoy se habla de un neoliberalismo progresista que articula un programa económico neoliberal con una concepción según la cual los individuos poseen un supuesto derecho para definir su identidad por encima de cualquier predeterminación y vínculo social, porque, como afirmaba Margaret Thatcher, la sociedad no existe.

En definitiva, el reto de la izquierda es la construcción de un relato, para los pueblos y para la humanidad, que permita entender el sentido de lo que propone, porque el sentido sólo se construye a través de la narrativa. Poco sabemos sobre cómo debe ser este futuro por imaginar. Lo único que podemos afirmar es que debe ser un futuro compatible con nuestro hábitat ecológico y que debe aparecer como un futuro inclusivo e integrador opuesto a un futuro excluyente y desgarrador. Debe ser, fundamentalmente, un futuro para todas y todos.

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Xavier Ruiz Collantes es catedrático del departamento de Comunicación de la UPF.