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La corrosión de las clases medias en España

infolibre
Albino Prada

La disputa por el centro del espectro político y la defensa o representación de las clases medias son objetivos de cabecera para muchos gurús y sociólogos. Se ofrece una escalera social y el presunto retorno a un país de la infancia con crecientes clases medias. Y, sin embargo, …

La punta del iceberg: un 20% de excluidos

Según el muy consolidado Informe FOESSA, la integración social en España lleva demasiados años (tanto con crecimiento económico ahora, como antes con recesión) gozando de mala salud. El informe analiza con detalle lo que denomina exclusión social total y exclusión social severa. Entre 2007 (el último año previo a la Gran Recesión) y 2018 (ya en recuperación y con un PIB real superior al de 2007), la población excluida en España pasó de 7,5 millones a 8,5 millones; la que sufre exclusión severa de menos de tres millones a más de cuatro millones de personas (página 215). España es ya hoy, cuando se habla del lobo de una nueva recesión, un país con una exclusión social mayor que hace once años. La crisis de 2008, si acaso y en consecuencia, habría quedado atrás para otros.

También se nos informa (página 231) de que el porcentaje de hogares sin ingresos es en 2018 casi el doble que en 2007, o de que la población en riesgo de pobreza (páginas 162 y 288) habría crecido mucho más en España que en el conjunto de la Unión Europea entre esas dos fechas. Reitero: más exclusión y pobreza mientras España ha recuperado los niveles de producción  y riqueza previos a la crisis.

No debiera extrañar que entre esas dos mismas fechas algunas carencias hayan reforzado su presencia entre nosotros (página 236): así la de la población que no puede comer carne o pescado con cierta regularidad, la que no puede mantener una temperatura adecuada de su vivienda, o la que no puede cambiar de ropa o tener más de un par de zapatos.

La base del iceberg: un 60% de devaluados

El agravamiento de la situación de los excluidos entre 2007 y 2018 contrasta con la aparente estabilidad que el informe recoge (en su página 213) en la población con integración plena (casi el 49%) y con integración social precaria (el 34%). Aunque en este caso se nos informa de que entre ambos años los precarios habrían disminuido en favor tanto de los excluidos como de los muy integrados.

Para aclarar la situación de aparente estabilidad de este 80% de población más o menos integrado o acomodado (que incluiría las clases altas y las llamadas clases medias, lo que en el informe llaman sociedad de las oportunidades) conviene consultar fuentes alternativas dado que FOESSA centra su atención y análisis en aquél 20% de excluidos.

Y contestar así a estas preguntas: ¿qué está sucediendo dentro del otro 80% de más o menos acomodados además de un cierto drenaje hacia los excluidos? ¿Cuál es el grado de precarización de esa mayoría social respecto a 2007?

Un claro indicador, a mi juicio, de dicha precarización lo tenemos en que a tenor de las estadísticas de nuestro Ministerio de Hacienda, con base en las declaraciones del IRPF, en el año 2017 más de doce millones de declaraciones (nada menos que el 62 % del total) anotaban una base imponible por debajo de los 21.000 euros. Un porcentaje y una cifra de declaraciones muy semejantes al de diez años antes.

Claro que debe enfatizarse que mantener en diez años los mismos contribuyentes por debajo de dicho listón, es una muy mala noticia si tenemos en cuenta que el deterioro del umbral de 21.000 euros de 2017, a causa de la inflación anotada a lo largo de esos diez años, los hace equivalentes a 18.500 euros de 2007. Lo que supone toda una precarización y devaluación de la base imponible real de casi un 60% de los declarantes del IRPF. Estamos hablando de un porcentaje de población, y un listón de renta, que va mucho más allá del 20% de población considerada excluida en el informe FOESSA (excluidos que, en general, no está obligado a presentar dicha declaración).

Es este un claro síntoma del proceso de corrosión de la clase media en España, que coincide con el deterioro comprobado recientemente por los expertos Olga Cantó y Luis Ayala como uno de los más intensos en Europa, y que nos sitúa muy cerca del nivel de polarización social de los Estados Unidos. Para la mitad de la población española ha sido continua su recesión social a lo largo de esta última década.

Final: dos relatos

En este contexto de corrosión de las clases medias, según los autores del informe FOESSA, los que “están en una situación acomodada, creen tener la razón en sus ideas y en sus prácticas cotidianas… suelen echar en cara, a los excluidos, su desafección y su responsabilidad por estar en esa situación y, a los inseguros, que manifiesten su malestar de forma airada”. Toda una narrativa o relato como ahora se dice.

Los que hablan en nombre del sector acomodado (ni de los excluidos, ni de los devaluados) se autodefinen como “cautelosos”, “coherentes”, “centrocampistas”, “estables” (tal como predica el gurú de La Moncloa Iván Redondo, frente a airados y radicales) y ofrecen un virtual proyecto para un resurgir de las clases medias.

Pero lo cierto es que el incontestable incremento de los excluidos y de los precarizados entre 2007 y 2018 en España (cuando en el país se genera ya una mayor riqueza) no parece que sea responsabilidad de ellos mismos por pasiva o por activa. Sí lo es responsabilidad de patriotas xenófobos que con una mano contratan como negreros a los mismos inmigrantes que quieren expulsar con la otra.

No deja de parecerme curioso que en una estructura social cada vez más polarizada como la española se venda el centrismo como posición determinante, a no ser que se trate de un ideologema, un oxímoron, al servicio de la abducción neoliberal de la izquierda en combinación con otros trucos como la cibernética económica con la que algunos confiesan dormir de maravilla. Serían los ofuscadores, inventores de subterfugios, charlatanes mistificadores y manipuladores de jerigonza (A. Césaire, 1950), bien pagados y que, año tras año, no hacen más que multiplicarse a través de las más diversas tertulias, columnas y comentaristas.

Sin embargo, como en la llamada recuperación, y en este hipercapitalismo global, ese retorno de la escalera social y de la ampliación de las clases medias, no está en el horizonte de lo esperable en los próximos años, me parece crucial plantear una redistribución del trabajo y de la riqueza en un nuevo contrato social del siglo XXI. Algo que no sucederá, como  demuestra la historia, sin una rotunda movilización social desde posiciones de izquierda.