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Las multinacionales fósiles y de infraestructuras protagonizan la cumbre del COP22

Laura Corcuera – Diagonal

En la semana política de la COP22, los jefes de gobierno se han reunido por primera vez bajo el Acuerdo de París. El comisario europeo de Energía y Cambio Climático, Miguel Ángel Arias Cañete, ha insistido en la necesidad de mayores esfuerzos, sin embargo los compromisos de la UE contradicen sus declaraciones.

Al llegar a la cumbre observamos la enorme presencia de multinacionales fósiles y de empresas de infraestructuras (cementeras, energéticas, telecomunicaciones, transporte…) cuyo número de delegados y negociadores es muy superior al de las representantes de la sociedad civil.

Todo apunta a que el Acuerdo de París ha propiciado una nueva era climática liderada por aquellos agentes que causan la degradación planetaria, mientras la ciudadanía observa impotente la inacción de los gobiernos. Esta pasividad tendrá grandes repercusiones sociales, ambientales y económicas en los próximos años, tal y como ya ha demostrado la comunidad científica y en especial el IPCC.

El lema oficial de la cumbre, que habla de “tiempo para la acción”, contrasta con una política que apunta al estancamiento de las negociaciones del Acuerdo de París. Esto supondría dilatar la acción climática lo suficiente para que sea imposible aplicar las recomendaciones científicas y limitar el calentamiento global a 1,5ºC.

Las Cumbres del Clima se han convertido en recintos feriales con expositores de empresas que han pasado del negacionismo al lavado climático. Su misión es vender “tecnología verde” a gobiernos y multinacionales, sin beneficios relevantes para el conjunto del planeta.

Una coartada para multinacionales y lobbies

En Marrakech vuelve a quedar patente la sobrerrepresentación de las industrias fósiles, las grandes energéticas, en especial la nuclear, las petroleras y el sector de la construcción, cuyo número de representantes, al menos, triplica al de la sociedad civil.

La presencia de multinacionales en estas cumbres supone un constante bloqueo a las iniciativas ciudadanas y ecologistas, así como la configuración de la percepción social del cambio climático.

En la COP22 los debates están centrados en el papel de las transnacionales, la legitimación de sus intervenciones y los beneficios económicos del Acuerdo de París.

Se trata de una eficaz coartada para aquellos agentes que, lejos de cambiar sus acciones socioclimáticas y reconocer sus errores históricos, siguen presentándose como salvadoras de una situación de la que ellos mismos son responsables.

Esta visión lucrativa del cambio climático perpetúa un modelo socioeconómico obsoleto que provoca atentados sociales y ambientales muchas veces irreversibles. Mientras, las organizaciones de la sociedad civil están experimentando mayores problemas de acceso a las negociaciones oficiales.

Los movimientos ecologistas exigen la retirada del estatus de observador a todas las empresas petroleras acreditadas dentro de las COP, como ya lo hizo en 2007 la Organización Mundial de la Salud (OMS) con las tabacaleras.

El gobierno español no da la talla

La incomparecencia de Mariano Rajoy en la COP22 es un claro ejemplo del desinterés del actual gobierno español en materia climática. La economía española es profundamente dependiente del consumo de combustibles fósiles y prueba que estamos muy lejos de abordar una definitiva descarbonización.

El dato definitivo de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) publicado hoy por el INE demuestra que España es el segundo país con mayor aumento en emisiones GEI de la Unió Europea. Esta información confirma la adelantada por EeA el pasado agosto.

Desde Marruecos, las organizaciones que representan a la sociedad civil insisten en la necesidad de un cambio de modelo. Los gobiernos deben actuar “de verdad” frente a las demostradas consecuencias sociales y medioambientales del cambio climático, evitar el expolio de los recursos naturales que sufren los países empobrecidos, reconocer las múltiples luchas ciudadanas silenciadas por los negociadores oficiales en la cumbre, y poner límites a figuras de poder como el negacionista y actual presidente de EE UU Donald Trump.

Poner en el centro de las negociaciones climáticas a la ciudadanía y los derechos humanos. Éste es el reto: en una situación de emergencia socioambiental y de necesidad, aplicar políticas estructurales que den soluciones reales y no parches a un modelo obsoleto y caduco. En este sentido, el primer y más urgente paso es expulsar definitivamente a las multinacionales fósiles de cumbres como la COP.