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Los límites del decrecimiento económico.

Alberto Fraguas, Asesor de Sostenibilidad en Alianza por la Solidaridad, miembro de Attac y del Grupo Futuro Alternativo. Publicado originalmente para espacio-Público.

El Fin de la abundancia

Hace unos meses Cristina Narbona, Presidenta del PSOE, en un excelente artículo que iniciaba las reflexiones en torno a la Transición Ecológica en ese ESPACIO PÚBLICO(1), planteaba la imprescindible «transformación gradual del sistema productivo de forma que se reduzca el consumo de recursos naturales así como todo tipo de contaminación y que se preserven y restauren los ecosistemas» y realizar esto en un contexto prioritario para la supervivencia y con principios de justicia global.

Claramente este es el objetivo a cumplir dentro del ya históricamente denominado Desarrollo Sostenible, si bien hay algunos matices que la evolución última de la sociedad ha resaltado y están basados en la expresión «transformación gradual».

La misma Narbona en su artículo recordaba la publicación en 1972 (hace 50 años) del «Informe Meadows» sobre los límites del Crecimiento, un brillantísimo ejercicio que tras las revisiones realizadas ha dado en el centro de la diana sobre la necesidad de replantearse algunos paradigmas. Ha pasado por tanto medio siglo de «transformación gradual» y la respuesta sigue siendo el supeditar los bienes naturales al modelo económico. Mucho tiempo habida cuenta de la gravedad de la situación expresada en la ya casi común acepción de «Emergencia Climática».

En efecto en estos últimos años al hilo del «Desarrollo Sostenible» se ha ido planteando que no hay Economía sin Ecología. La cuestión es ¿qué tipo de Economía?, porque un modelo como el actual, basado en un productivismo de crecimiento per sé perpetuo, choca con la realidad de un planeta con recursos finito; una realidad que impone la Física, la Química y la Biología y que por tanto hace ver la inviabilidad de ese modelo económico.

Se precisa pues un cambio de paradigma que se vislumbra hoy en día muy difícil, donde la Economía sea una parte de la Ecología y no al contrario y donde exista el equilibrio armónico que domina en los ecosistemas tanto a nivel de materiales como de flujos energéticos; un equilibrio extendible al Planeta donde la naturaleza sea un objetivo y no un instrumento, porque la resiliencia de la Economía es la resiliencia de esta Naturaleza. Sin embargo, nuestro falaz sistema socioeconómico productivista (o capitalista) exige unos ritmos en el aporte de materiales, que la naturaleza y sus ciclos de renovabilidad no puede dar.

Lo paradójico es que este es un hecho muy conocido desde hace años desde los grandes Foros capitalistas. No hay más que analizar los informes del Global Risk del Foro Económico Mundial o Foro de Davos donde en los últimos años alertan de los peligros para el sistema del cambio climático y de la pérdida de biodiversidad con la inseguridad que esto conlleva. El propio Macron, Presidente de la República francesa, recientemente declaró que el sistema económico ha llegado «al fin de la abundancia»(2). ¿A qué abundancia se refería? No quedó claro, pero sí acierta si se refiere a la de la energía barata. Ya se está viendo. Es más, incluso el actual capitalismo alerta y amenaza con los riesgos y problemas que él mismo ha causado.

Para centrar bien el diagnóstico es preciso recordar que este capitalismo distópico se basa en el crecimiento económico, un concepto muy concreto modelizado en cuanto al PIB/habitante y que por tanto se constituyen en el indicador sistémico oficial del «Progreso». Cuando va bien es que sube y todo son parabienes. Su reducción en términos económicos se denomina Depresión con una gran carga peyorativa del término.

En todo caso, con esta lógica desde los Foros capitalistas proclaman la necesidad de refundar esta abundancia en declive y esta la identifican con el capitalismo neoliberal(3). Y no dan otra opción.

Arrastrando la crisis energética y ecológica

Lo cierto es que la crisis energética no la puso sobre la mesa la Pandemia, ni siquiera la invasión de Ucrania. No desenfoquemos la realidad. Ambos hechos revelan la extrema fragilidad de las relaciones y flujos actuales, ligados al fenómeno globalizador basado en cierta medida en la concepción neohobbesiana del crecimiento perpetuo. Los paradigmas del Siglo XVIII no pueden ser los del XXI. La Tierra y sus pobladores cambiaron.

La dependencia de combustibles fósiles ha ido generando en las últimas décadas diversas disfunciones en el modelo que el Cambio Climático ha escenificado como de Emergencia. La apuesta por la descarbonización y por tanto de las energías renovables es una necesidad, no es algo optativo, aunque debemos ser conscientes de que el modelo íntegro de fósil a renovable no es directamente extrapolable por la dependencia de materiales y minerales de este último. A nivel energético especialmente (que no solo) solo cabe el replantearse el paradigma crecentista, ese tótem del Permanente Progreso, debiendo empezar a conjugar modelos de desescalada planificada de producción y por tanto de consumo, antes de que el capitalismo los siga imponiendo a su supervivencia y beneficio.

Se podría argumentar que no es tan cierto un futuro de tantos riesgos pues la tecnología y la inteligencia humana nos liberará. Para ello tenemos la transición ecológica, el desarrollo endógeno (luego sostenible) la Agenda 2030 y sus Objetivos de Sostenibilidad, la economía circular, y diversas “acepciones creadoras de expectativas” positivas, etc… que son sin duda buenas iniciativas pero insuficientes si nos atenemos a los datos objetivos.

Así, los niveles de CO2 en la atmósfera son los más altos de la historia conocida y medida del Planeta (ver Figura 1), según el panel internacional IPBES la biodiversidad está en un franco declive con los riesgos añadidos (barreras frente a pandemias), los niveles de desertificación y erosión del suelo son los más preocupantes con lo que implica de afección a la agroalimentación, las necesidades hídricas son cada vez más acuciantes en calidad y cantidad… y en suma un Acuerdo de París para la lucha contra el Cambio Climático que ya es notorio que no se cumplirá si se siguen los patrones desarrollistas actuales.

La situación es claramente de crisis y, como ha ocurrido en otras ocasiones en la historia afecta a las propias bases de la civilización. El mero crecimiento económico no da la felicidad (ni su PIB) , y es obvio que el Planeta Tierra no entiende de eufemismos que intentan sostener el productivismo (o capitalismo) con algún tinte verde.

Figura 1. CO2 en la atmósfera y actos de control
Figura 1. CO2 en la atmósfera y actos de control

Seguimos, pero … ¿Cómo?

Sobre la base pues de que la religión del Crecimiento Económico Perpetuo (también incluso podríamos llamarlo Progreso a pesar de tintes positivos cualitativos que éste conlleva) está cada vez haciendo más agnósticos e incluso ateos, se deberían empezar a debatir muy a fondo las alternativas a nuestra sociedad de consumo, quedémonos en esta vieja acepción.

Hoy en día surgen los nuevos mensajes de un supuesto postcapitalismo sin tener muy claro si esto lleva a un «nuevo crecimiento» o a un «nuevo capitalismo» que es lo que se intuye, y ello a pesar de que las prospectivas científicas indican que esto no será posible.

¿Hasta dónde está dispuesto el modelo productivista en autoreplantearse? ¿Las bases de ese replanteo seguirán estando basadas en la citada ilusión permanente por las tecnologías verdes? Todo indica que así será.
Por otra parte, en los últimos tiempos se están viendo desde los movimientos más críticos al desarrollismo dos visiones o estrategias, dos hojas de ruta para el cambio que pretenden llegar al mismo punto: conseguir un nuevo modelo ecosocial para todos y todas.

Dentro de estos movimientos hay quiénes aprovechando el impulso del Green New Deal (GND) y del Pacto Verde Europeo ven una oportunidad de ganar espacio político y social, intentando ganar nuevas hegemonías tendentes a cambiar el modelo (ahí también se insertaría la Agenda 2030 y sus ODS).

Su planteamiento es el de que este GND es un primer paso para la transformación del modelo económico que debe darse aunque no lleve a un cambio sustantivo del mismo pero que podría ser un inicio. Consideran, pues, que lo táctico es aprovechar una apertura aunque sea frágil para llenarla de contenido dando información y nuevas propuestas a la ciudadanía.

Por otra parte, hay quienes señalan al GND como otro requiebro lingüístico que sí supone nuevas inversiones «verdes» pero que no pretende huir del productivismo capitalista sino el mantenimiento del “status quo” de este color. Son quienes abogan por una economía de tinte decrecentista como única solución para modificar el modelo en su raíz y así evitar el colapso económico y civilizatorio al que se dirige nuestra sociedad.

Este es un debate un tanto inane que se debería reencauzar en base a los puntos comunes, hecho bien factible pues ambas estrategias tienen en general las mismas bases de crítica al productivismo y a la sociedad de consumo, y los mismos objetivos en la necesaria reducción de emisiones, en la mayor eficiencia energética (menor consumo), en los cuidados y restauración de ecosistemas, etc.

Deberíamos huir del histórico debate dentro de los movimientos ecologistas sobre la pureza en los planteamientos versus pactismo. Un debate no obstante que mostró las carencias y dependencias de muchos, pero que sobre todo desembocó en malos resultados para el movimiento político verde proyectando una mala imagen pública. Mientras este debate se dio, las emisiones de CO2 no pararon de crecer…

La realidad es que no se debe ser ingenuo en cuanto a lo que representa el GND, pero tampoco se debería perder la oportunidad política que implica, aún cuando fuera como referente criticable. En este sentido se está posicionando el pensar en «más allá del crecimiento» a la hora de establecer nuevas maneras de estructurar procesos económicos en clave de bienestar, equidad y sostenibilidad, repensar en suma el crecimiento como paradigma social y en esa lógica un GND «diferente» podría ser muy necesario(4).

Los límites del Decrecimiento

En efecto, de una forma o de otra estamos ya en una realidad que va a suponer reenfocar el crecimiento sobre prismas distintos sin excluir desde luego el decrecimiento en algunos factores (energéticos muy especialmente). Este decrecimiento se hará de una u otra forma (de hecho ya se está haciendo impuesto en parte por el mismo sistema), y es esencial que esté planificado teniendo en cuenta el bien común y lo cual obliga a establecer unos claros límites como ámbitos de aplicación si se desea que no se generen más desigualdades como las que se generan durante el crecimiento (Figura 2).

Figura 2. Desigualdad de la huella ecológica mundial
Figura 2. Desigualdad de la huella ecológica mundial

Estos límites deben establecerse determinando vectores clave para el estado estacionario en el uso de determinados recursos (agua, energía p.ej.) y ser equitativo a nivel social a la hora de definir los protocolos de uso derivando algunos principios del GND en este contexto de reducción de consumo de recursos.

Por ello creo que es esencial clarificar en principio el alcance de qué entendemos por decrecimiento y tender puentes desde ahí hacia la explicación pedagógica de su papel en cuanto a la seguridad de la ciudadanía. Hay que determinar qué es lo que debe decrecer y qué no, siempre huyendo de esa lógica del crecimiento/PIB pues no se plantea un decrecimiento/menos PIB … pues eso, como ya dije arriba, se denomina depresión o como bien indica JM Naredo(5): «Por lo tanto el objetivo de hacer que decrezcan ciertos flujos físicos no puede abordarse directamente sin cambiar las reglas del juego económico que los mueven y que hacen que el crecimiento de los agregados monetarios de renta, producción o consumo acentúen el deterioro ecológico».

Por tanto solo puede entenderse el decrecimiento no como el sistema actual más reducido sino como búsqueda de un nuevo modelo económico y convivencial; más allá del capitalismo y lo que éste implica como sistema cultural.

En definitiva se está vislumbrando una nueva etapa de Postcrecimiento más allá del PIB donde las claves las darán los medidores o indicadores que sinteticen determinadas áreas de decrecimiento económico con otros de bienestar social, equilibrio ecológico y justicia social. Un postcrecimiento con reducción del deterioro de la base de recursos naturales que cambiara las reglas del juego en el mayor ahorro y eficiencia de los usos que no repita las desigualdades del crecimiento.

Pero tengo claro que solo puede entenderse este postcrecimiento, con desescaladas sectoriales integradas, en un contexto de un nuevo Ecosocialismo con decrecimientos parciales o sectoriales (que en cierta medida anularían la globalidad del enunciado sistémico como modelo general decrecentista) para así evitar las tendencias de un posible futuro de monopolio extractivista que llevara al ecofascismo teñido de centrismo neoliberal. Y todo ello sin perder de vista el objetivo central cual es la modificación del modelo productivo y de consumo (se retroalimentan).

Y algo está pasando… no solo existen comisiones en la UE que analizan el postcrecimiento y lo que implica. En nuestro país una importante fuerza política como Izquierda Unida ha abierto de manera muy ambiciosa (y arriesgada políticamente) un importante debate sobre los límites del crecimiento y el ecosocioalismo que debería conllevar (6), un enfoque político a gran escala que sería muy necesario considerar y que supone un paso mas a las políticas de transición ecológica puestas en duda en cuanto a su real eficacia en el cambio del modelo productivo.

Por otra parte, es preciso huir de las calificaciones de catastrofismo o de acusaciones de pesimismo del llamado colapsismo cuando la inviabilidad del modelo no es una cuestión emocional sino de certezas científicas en que están basadas muchas de las predicciones supuestamente colapsistas; nombrar y ordenar jerárquicamente los problemas no es catastrofismo, no confundamos diagnósticos científicos con enfoques distópicos, cuando sus críticos están muy mediatizados por un optimismo tecnológico excesivo y sus supuestos avances basados muchos de ellos más en la fe (nada científico pues) que en las realidades como por ejemplo la economía del Hidrógeno sin especificar sus limitaciones, la panacea pendiente energía de fusión nuclear, las renovables sin considerar la escasez de minerales, etc… Factores tecnológicos que pretenden sustituir al modelo anterior manteniendo las mismas dinámicas y que al no basarse en un diagnóstico real del problema se engañan con falsas soluciones.

Hay camino…

Claro que queda la gran pregunta ¿Cómo hacer los cambios necesarios sin confundirlos con los posibles? ¿Las élites permitirían ese cambio? Obvio es que el Estado debe tener un papel en tan complejo proceso, si bien deberá ser un Estado distinto ante una realidad distinta, que haga frontera entre naturaleza y mercado, apoyado y facilitador de una ciudadanía más formada, informada y organizada en procesos cada vez más municipalistas, de economía más comunal donde la proximidad sea factor determinante, trasladando la idea de que lo que está en juego es la propia seguridad ciudadana global, la de todos y todas, y que por tanto es la solución ante la deconstrucción económica forzada/impuesta por los mercados a la que ya estamos asistiendo desde el propio sistema en un nuevo ejercicio de cinismo homeostático parecido al de la reciente crisis económica.

La suerte no está echada. Hay grietas por donde colar alternativas y hay opciones de buen vivir dentro de los límites de la naturaleza(7). Algunos hechos objetivos últimos que hacen ver la factibilidad del cambio. Tras la pandemia y ahora con la invasión de Ucrania y la consiguiente crisis energética, la gente ha dado muestras de comprensión de los problemas y de resiliencia ante los mismos, mucho más que algunos responsables públicos.

Cuando el futuro está en juego la ciudadanía responde y sabe adaptarse pues antes de nada quiere vivir. Está en juego el futuro, que aunque sea distinto, con menos cosas quizás, es el que nos queda a cada uno. Suficiente para seguir caminando.


Referencias:
(1) Cristina Narbona. «Transición Ecológica: Una cuestión de Justicia Global y Supervivencia». Diario Público. Junio 2022.
(2) Pedro L. Angosto. «El Fin de la Abundancia». Nueva Tribuna. 29 Agosto 2022.
(3) Daniel Jiménez. «Refundar la Abundancia». Nueva Tribuna. 8 Septiembre 2022.
(4) Koldo Unceta. «¿Decrecimiento o Postcrecimiento?». Debates en tiempo de recesión. 2020. (www. galde.eu).
(5) JM Naredo. «Comentarios y Aportaciones a la meta del decrecimiento». Revista Papeles Nº 150. 2020.
(6) A. Garzón «Límites del Crecimiento: Ecosocialismo o Barbarie». Revista LAU. Abril 2022.
(7) Mateo Aguado et al . “Por un buen vivir dentro de los limites de la naturaleza”, Revista Papeles. Nº 125. 2014