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¿PACTO DE RENTAS O ECONOMÍA DE GUERRA?

Artículo publicado originalmente en Infolibre.es

Albino Prada, miembro del Consejo Científico de Attac

La muy oportuna y detallada propuesta del Secretario General de CCOO para alcanzar un acuerdo –un pacto social inclusivo – ante las muy preocupantes consecuencias que las alteraciones de los mercados energéticos y de suministros internacionales – con motivo primero de la pandemia y ahora de la guerra en Europa y su espiral de sanciones – están teniendo en los precios y rentas de nuestra economía, me motiva a pensar que quizás más que medidas de reparto de lo que produzcamos (que también), habría que ponerse muy en serio a tratar sobre lo que debemos (y no debemos) hacer. Me explico.

Por reparto de lo que podamos hacer entiendo medidas como las planteadas sobre acuerdos salariales, de remuneraciones de altos ejecutivos, de exención de impuestos para los más débiles, ayudas por ceses de actividad, etc. para evitar, entre otras cosas, una espiral de inflación de segunda ronda.

En este aspecto, echo en falta un rotundo descarte de la llamada tarifa marginalista de la electricidad en los mercados mayoristas, un tumor que está transfiriendo miles de millones de rentas de los consumidores al oligopolio eléctrico, al encarecer toda la electricidad al ritmo de uno de sus vectores (el gas o los fósiles con carbono). Su urgente cambio a un mecanismo de media ponderada es, como mínimo, imprescindible para no alimentar una espiral inflacionaria y de pobreza energética generalizada. Sería una forma, por otro lado, de concretar en un sector ya con cifras de escándalo eso de la “limitación de reparto de excedentes y dividendos empresariales” (y hacerlo ex ante).

En lo relativo al reparto de lo que podamos hacer tampoco observo una desaceleración del mecanismo de déficit y deuda (que fue galopante en la fase Covid) como pesada alforja sobre las rentas futuras de la mayoría de la población. Que debiera evitarse cargando ya mismo sobre el uno por ciento más rico una fiscalidad progresiva de emergencia social (en el tramo máximo del IRPF, en Sociedades, Patrimonio, etc.). Para costear partidas de gasto social (mecanismo RED y otros que se harán desgraciadamente necesarios).

Digo esto porque compruebo con alarma como la ideología neoliberal (por ejemplo del Banco de España) no hace más que plantear “combatir” la inflación no en su origen, sino con una caída de la fiscalidad (en la electricidad o los hidrocarburos). Justo en la dirección contraria de lo que reclamaría la moderación de los consumos y la cultura del no gorroneo fiscal.

Pero es en lo relativo a lo que debemos (o no debemos) hacer, más que en su reparto, donde me temo que esta propuesta para un acuerdo de rentas se queda muy corta en lo que, desgraciadamente, considero un escenario de guerra (económica) global.

En este punto llama la atención que se propongan cosas tan razonables como limitar los usos de recursos energéticos que no tenemos (“limitar la velocidad máxima en carretera, junto al estímulo del transporte público”), al mismo tiempo que se quieren salvaguardar actividades directamente electro intensivas (“apoyo a las actividades que más energía consumen”).

En este crucial asunto es obvio que en una economía de guerra (económica) uno debe elegir que cosas necesitamos sin falta hacer (por ejemplo producciones alimentarias, ganaderas y de pesca) con recursos internos (agrarios y de energías renovables del sol, el agua, el viento o la biomasa), y que cosas debemos hacer cada vez menos por ser intensivas en carbono y/o energía que no tenemos. Transporte aéreo por ejemplo, y la producción de acero, aluminio, cemento, entre otras. En la actual situación en estas cosas no se puede sorber y soplar al mismo tiempo.

En mi opinión el autoabastecimiento de aquellas cosas que consideremos básicas para el bienestar de la población debiera reforzarse en detrimento de otras que no lo son tanto (o son sustituibles por alternativas más renovables y menos depredatorias). Porque, además, los proveedores externos de esas cosas básicas (por ejemplo maíz, piensos, cereales, etc.) van a repercutirnos precios galopantes y costes de transporte disparados.

Se trata, como bien se observa, de pasar de una economía de reparto guiado en buena medida por la mano invisible y con un estado mínimo (lo óptimo para las rentas de una minoría y sus lobbies) a otra de reparto inclusivo y redistributivo. Eso sin duda, y sin puertas traseras. Pero dicho acuerdo económico y social debiera ir mucho más allá: priorizando y asegurando el autoabastecimiento de las actividades que consideremos básicas a precios adecuados, y desactivando el consumo y la producción de las que no nos podamos permitir. El lector que haya llegado hasta aquí seguro que puede añadir más ejemplos sensatos a los que ya quedan escritos.