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Renta básica: contra el virus, por el clima.

Publicado en elsaltodiario el 24-4-20https://www.elsaltodiario.com/laplaza/renta-basica-contra-el-virus-por-el-clima

El trabajo es el centro de la sociedad. O más bien podríamos decir que lo ha sido, durante décadas, y en buena parte del mundo, donde tanto el acceso a la renta como la identidad han pasado a través del trabajo asalariado.

Hace años que esto ha empezado a desmoronarse, en un mundo donde el trabajo es cada vez más escaso y precario. Y, sin embargo, este sigue el punto de anclaje, el ojo de aguja por el que pasa irrevocablemente el acceso a la renta, sea de forma directa, a través del salario, o indirecta, a través de pensiones y prestaciones contributivas. Y así es como el trabajo asalariado se convierte también en la forma de acceso a un conjunto de servicios básicos que, cuando más privatizados están, más hay que pagar a título individual por ellos: vivienda, sanidad, educación, transporte, etc. En resumen, nuestra supervivencia depende de una nuez cuya cáscara está vacía.

Esta paradoja por la cual dependemos de un trabajo asalariado que no obstante no nos da lo que necesitamos para vivir ya tendría que ser motivo suficiente para cuestionar la visión “trabajo-asalariado-céntrica” de nuestra sociedad y proponer otras formas de acceso a la renta. Pero ahora además nos encontramos en una situación inédita, en la cual desaparecen de un día a otro los trabajos de millones de personas y sin embargo la economía financiera prosigue con su extracción: hay que seguir pagando el alquiler o la hipoteca o pagando alimentos y servicios funerarios tras los cuales hay grandes imperios financieros que especulan con la vida y la muerte. Los buitres no hacen confinamiento, merodean constantemente la ciudad en busca de sus rentas.

Este es el motivo por el que cada vez se escuchan más voces que plantean la necesidad de garantizar el acceso a la renta y recuperan propuestas como la Renta Básica Universal, un ingreso incondicional garantizado a todos y todas. No hay duda de que un ingreso garantizado ayudaría y mucho a sobrellevar esta situación de confinamiento forzoso.

Pero no olvidemos que esta crisis sobrevenida no hace más que acentuar y exponer una crisis a la que nos habíamos acostumbrado hasta el punto de llamarla ‘la normalidad’. La ‘normalidad’ de una crisis social y económica aplastante, con centenares de desahucios diarios, desempleo galopante y trabajos precarios e intermitentes, alquileres abusivos y como telón de fondo una crisis climática que amenaza con extinguir el homo sapiens en cuestión de décadas.

Y sin embargo no dudemos que pronto sonaran las trompetas de la vuelta a la normalidad y el chantaje del trabajo asalariado volverá a ponerse en marcha. Este chantaje es una espiral que lo engulle todo: que nos obliga a seguir saltando de trabajo en trabajo, sea el que sea, para poder acceder a unos míseros ingresos, que nos ‘obliga’ a contaminar las ciudades ahora que podemos gozar de respirar aire limpio, que destruye la posibilidad de mantener nuestras ciudades libres de masificación turística porque ‘de algo tiene que vivir la gente’, que mantiene trabajos imprescindibles sin reconocimiento ni remuneración y establece que trabajos nefastos sí que los merecen, que nos impulsa a seguir produciendo sin sentido y solo en aras de indicadores de crecimiento económico, calentando el planeta y destruyendo los ecosistemas.

Pensad en todos los proyectos económicos nefastos para la sociedad, el territorio y el planeta que han podido tirar adelante gracias al chantaje del trabajo asalariado y la “creación de empleo”: fábricas de armamento, centrales nucleares, construcciones mastodónticas que quedan en desuso, empresas que atentan contra los derechos humanos, ampliaciones insostenibles de puertos y aeropuertos, megaproyectos urbanísticos devastadores, especulación, tratados de libre comercio, industrias contaminantes, deforestación, extractivismo, empleos precarios e inútiles, implementación de la obsolescencia programada. Y ahora pensad en el poder de negociación y decisión que nos daría como sociedad, como trabajadores o como inquilinos poder tener acceso garantizado a la renta.

Para romper el chantaje del trabajo asalariado es un imperativo desvincular por completo el acceso a la renta del trabajo. El ingreso mínimo vital puede ser un primer paso, muy pequeño, pero la solución pasa por una Renta Básica Universal e Incondicional. Esta no es una solución finalista pero es una solución imprescindible.

No es finalista porque debe complementarse con la desmercantiización de muchos otros bienes y servicios y con la garantía de derechos que ahora mismo están minados por el neoliberalismo: la vivienda, la educación, la sanidad, la movilidad, la alimentación.

Es imprescindible para romper este centro alrededor del cual gravita la sociedad entera y que la arrastra por el remolino de la contaminación, el estrés, la precariedad, la pobreza, la violencia y la destrucción de la vida. Es imprescindible para poder desacoplar valor y precio y que la sociedad se centre en producir aquello que es fundamental para su propia reproducción y bienestar. Imprescindible para dejar atrás la fijación en el pleno empleo y construir una sociedad de plena actividad, al decir de André Gorz, recuperando la riqueza del tiempo, el cuidado y la creación y felicidad colectivas. Imprescindible, finalmente, para abrir el campo a la imaginación de futuros mejores, verdaderamente esperanzadores, verdaderamente futuros.