Skip to content

Una insoslayable y doble ruptura fiscal

Por Albino Prada, publicado en Infolibre

Para frenar la progresiva anorexia del Estado de Bienestar que provocan los paraísos fiscales, la contabilidad creativa empresarial, la devaluación y dumping fiscal asociados a la globalización o la pérdida de peso de las remuneraciones salariales en el producto nacional, no basta con reformas y añadidos puntuales a nuestro resquebrajado sistema fiscal. Tampoco con buscar falsas vías de escape (pasándoles la bola a las siguientes generaciones) con deudas nacionales, prestamos europeos del MEDE, la troika, del BCE o con los deseados eurobonos.

La tasa Tobin, la tasa Google o GAFAM, cotizar sin topes salariales, la fiscalidad verde, etc. sin duda son parches bienvenidos para frenar la debacle de ingresos, pero no enfrentan el problema de fondo: que el capital y sus dueños se apropian cada vez de una mayor parte del valor (añadido) generado en nuestros países, porque previamente se apropiaron de la ciencia y la tecnología que hemos generado entre todos (Universidades, centros públicos de investigación, programas tecnológicos vinculados a la defensa, etc. etc.).

Y es así que nos encontramos desnudos frente a cualquier crisis sobrevenida: ya sea por pandemias financieras, víricas, energéticas, climáticas o digitales. Claro que, cuando la estructura de un tejado está podrida a nadie se le ocurre cambiar unas cuantas teja y poner calderos en el suelo, solo tiene sentido cambiar las vigas maestras y retejar por completo.

» Así las cosas solo una ruptura fiscal a escala internacional podrá ajustar los ingresos públicos a las necesidades colectivas … Para definir esa senda son imprescindibles al menos dos rupturas estratégicas en los ingresos públicos»

Así las cosas solo una ruptura fiscal a escala internacional podrá ajustar los ingresos públicos a las necesidades colectivas que garantizan una vida y una sociedad decentes ante cualquier incertidumbre (jubilación, sanidad, desempleo, educación, renta básica, etc.). Y debemos, para empezar, acometerla a escala de la Unión Europea, rompiendo con el omnipresente mainstream neoliberal (en el Eurogrupo, la Comisión o el Consejo), para permitir a nuestras sociedades caminar por sendas imposibles a escala de cada uno de los Estados miembros. Para definir esa senda son imprescindibles al menos dos rupturas estratégicas en los ingresos públicos.

Para los sistemas de protección social asociados a los programas de pensiones y rentas básicas, como propuso Thomas Piketty (Liberation, 11 enero 2011), debe superarse una situación decimonónica que los hace depender básica y agónicamente de los salarios. Extender progresivamente la base de las cotizaciones patronales de los salarios al resto del valor añadido. Lo que permitiría evitar que dichos sistemas incurran en déficits, también que penalicen a las actividades más intensivas en empleo, al tiempo que así se ayudaría a no recaudar menos, sino más, en la medida en que las actividades se automatizan. Un viraje radical que solo puede acordarse y abrirse camino de forma colectiva y armonizada en el conjunto de la UE.

El resto de prestaciones sociales preferentes (sanitarias, educativas, dependencia, desempleo, vivienda, etc.) hoy malviven de la regresividad recaudatoria del IVA sobre el consumo y de la deriva del IRPF a nutrirse básicamente de las rentas salariales. En suma: los salarios al cobrarse y al gastarse son ahora mismo el músculo del sistema fiscal, mientras sociedades, sucesiones o patrimonio se diluyen en lo que se ha llamado secesión de los ricos.

Aquí la ruptura pasa por poner sobre la mesa un nuevo impuesto sobre el valor del capital en el conjunto de la UE, dada la dificultad de implementarlo en un solo país. De nuevo es Piketty quién plantea gravar dicho valor del capital (inmuebles, acciones, máquinas, depósitos, equipamientos, activos financieros) a partir de un millón de euros, lo que con tipos anuales inferiores al dos por ciento tendría una capacidad recaudatoria anual no inferior al actual presupuesto europeo, como detalla en su obra El capital en el siglo XXI (FCE, Madrid, 2014, pp. 574 y 590). Solo así se evitaría que el Parlamento Europeo critique los acuerdos del último Consejo Europeo por congelar el Presupuesto hasta el año 2027, porque nos permitiría duplicar dicho presupuesto europeo.

Con estas dos patas, la creciente producción de riqueza en este siglo XXI, con cada vez más capital tecnológico y menos trabajo humano directo, sí sería compatible con un mayor desarrollo social.

En ausencia de esa doble estrategia, el reciente Fondo de Recuperación Europeo con sus 750.000 millones (Mecanismo recuperación y resiliencia – Next Generation EU) apenas supone ganar algo de tiempo por medio de un endeudamiento mancomunado, no mutualizado, e incluso con “mecanismos de corrección” para países autodenominados frugales. Un endeudamiento que en su parte de préstamos cada Estado devolverá con cargo a su más o menos regresivo y vetusto sistema fiscal antes de 2058, y en su parte de subvenciones lo hará con nuevas tasas europeas sobre los plásticos, el carbono, los derechos de emisión o lo digital hasta el año 2023. Limitándose, por tanto, a tapar las goteras que se hicieron visibles en esta nueva crisis.

Sin contar con aquellas dos patas –las nuevas vigas del tejado– el capitalismo patrimonial del siglo XXI nos arrastrará paulatinamente a una nueva Edad Media, hacia un neofeudalismo ejercido por los presuntos propietarios, no de la tierra como otrora, sino del capital tecnológico. Transitaremos hacia recurrentes pandemias sociales. Un horizonte no de riesgo sino de letal incertidumbre: con exclusión, desempleo y bolsas de pobreza galopantes.

Contra tal horizonte de incertidumbre social debemos enfrentar la precaución de nuestra inteligencia colectiva, abriendo camino a la doble ruptura fiscal que aquí se ha resumido.

Albino Prada es miembro de ECOBAS y autor del ensayo “Caminos de incertidumbre. Tecnologías y sociedad” (Catarata, 2020)