Artículo publicado originalmente en Othernews
13 diciembre 2020
Federico Mayor Zaragoza
Medioambiente y mínimos sociales: movilización popular antes de que sea demasiado tarde.
“Más que la injusticia de los
malvados temo el silencio de los justos”
Mahatma Ghandi
No
podemos seguir guardando silencio, adaptados disciplinadamente a la rutina
cotidiana, ocupados en nuestros problemas diarios, en las aficiones que nos abstraen…
Ahora ya tenemos voz. Ya no hay disculpa para no opinar, para no proponer con
denuedo aquellas iniciativas que pueden favorecer los cambios radicales que son
exigibles en este momento.
Especialmente cuando se trata de procesos potencialmente irreversibles y en los
que pueden alcanzarse puntos de no retorno, el silencio popular puede
convertirse en complicidad con quienes siguen impulsando sistemas sociales y
económicos que incrementan las asimetrías y las situaciones extremas.
Ejemplos de propuestas que deberían recibir múltiples e inmediatas adhesiones:
1) Incrementar inmediatamente los fondos para un desarrollo integral, endógeno, sostenible y humano de tal modo que la emigración forzada por el hambre y la pobreza extrema pueda reducirse a corto y largo plazo. Las Naciones Unidas, a través de su Programa para el Desarrollo (PNUD), llevaron a la práctica proyectos que permitieran una vida digna a las personas en sus países de origen. Con la economía neoliberal las aportaciones prácticamente han desaparecido. En lugar de aumentarlas, los países más prósperos –empezando por Europa- adoptaron medidas de drástica reducción de estas ayudas (en España, casi se alcanzó el 0.6 % del PIB en 2008, cayendo después vertiginosamente).
Los ocho Objetivos del Milenio –incumplidos en su mayoría- se pasaron a
diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible en el año 2015… ¡sin compromisos económicos ni
institucionales! Las aguas del Mediterráneo sólo volverán a ser
transparentes por la solidaridad. ¿Qué fuentes de recursos existen? Creo
que el Llamamiento del International Peace Bureau, Premio Nobel de la
Paz de 1910, sobre “desarme para el desarrollo” es la única solución que podría
rápidamente reconducir las presentes tendencias. No me canso de repetir que cada día se invierten más de 4000 millones
de dólares en armas y gastos militares al tiempo que mueren de hambre miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno
a cinco años de edad. Bastaría con
reducir en un 20% estas descomunales cifras para seguir garantizando la
seguridad territorial pero extendiéndola a otras áreas (alimentaria,
sanitaria, reacción ante catástrofes naturales) que producen diariamente un
número estremecedor de víctimas. Estas
“otras guerras” –¡tengamos en cuenta las larguísimas colas de personas que
en países “prósperos” se forman ante los centros de distribución gratuita de
alimentos!- ensombrecen los horizontes de una ciudadanía que hoy es consciente
de la imperiosa necesidad de cambiar las manos armadas y alzadas por las manos
abiertas y tendidas.
En consecuencia, es preciso –segundo párrafo del preámbulo de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos indica que si no logran ejercer
plenamente estos derechos, los seres humanos pueden “verse compelidos a la rebelión”- reivindicar con grandes clamores
populares, ante la amenaza de procesos irreversibles, un nuevo sistema
económico, que disminuya la actual brecha social y permita poner realmente
en práctica la igual dignidad, fundamento de todos los valores y derechos.
Hoy tenemos ya las pautas para una convivencia armónica en la nueva era: la
Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible adoptados por la Asamblea
General de las Naciones Unidas en el otoño de 2015 “para transformar el mundo”.
Si seguimos viendo sin inmutarnos las terribles imágenes de Honduras después
del paso de los huracanes… o de los inmigrantes hacinados en Canarias… al
tiempo que se incrementan las inversiones en armas y enviajes espaciales…
delito de silencio.
2) Quieran o no quieran reconocerlo los más encumbrados mandatarios y mercaderes, la humanidad ha
entrado en la nueva era del “antropoceno”, que se caracteriza por las
actividades de los seres humanos que afectan directamente las condiciones de
habitabilidad terrestre. En pocas décadas, el incremento demográfico unido a la
mayor longevidad y al consumo irresponsable de carburantes que producen “gases
con efecto invernadero” en cantidades progresivamente superiores a la capacidad
de recaptura por la clorofila de los bosques y del plancton marino, el
deterioro ecológico se ha incrementado. A pesar de las advertencias que desde
hace muchos años han emitido, con incesante apremio, instituciones como
la UNESCO, el Club de Roma, la Academia de Ciencias de los Estados Unidos, las
Cumbres de la Tierra, en especial la de Río de Janeiro en 1992… ha prevalecido la ley de los mercados y la
gobernanza neoliberal, encomendada a grupos plutocráticos, ha sido incapaz de
favorecer otros estilos de vida y de consumo que hubieran podido, en los
albores de siglo y de milenio, esclarecer tan sombríos horizontes.
Nadie puede argumentar que no se han dado cuenta de lo que acontecía, de que no
eran conscientes del riesgo que se estaba corriendo, a pesar de las alertas y
alarmas sucesivas… porque el Ártico se
ha fundido en buena medida, la Antártida empieza a agrietarse… ¿Quieren
algo más patente para convencerse de una vez que ahora es la voz del pueblo la
que debe ser escuchada y no la de los gigantescos consorcios que depositan
fondos inmensos en paraísos fiscales?
Se
trata de una inaplazable responsabilidad inter-generacional. No pueden mirar a
los ojos de la juventud y de la infancia sin poner remedio, inmediatamente, a
la actual deriva de la calidad de vida en el planeta. Sería una abominable
vejación histórica. Si no reaccionamos cuando el mundo está cerca de alcanzar
puntos de no retorno, nuestros descendientes podrían volver la vista atrás y
exclamar, como Albert Camus, que “les
despreciamos porque pudiendo tanto se atrevieron a tan poco”.
3) La solución está en
la educación “para ser libres y responsables”, como establece el artículo
1º de la Constitución de la UNESCO. Educación para ser capaces de reflexionar y
actuar en virtud de nuestras propias meditaciones, no aceptando hacerlo al dictado de nadie ni intimidados por poder
alguno. Es ineludible e impostergable un compromiso social y educativo que conduzca a la “autonomía personal”, a
“dirigir con sentido la propia vida”, en lúcida expresión de D. Francisco
Giner de los Ríos.
Ha llegado el momento de la reacción ponderada y firme, de la insumisión, de iniciar el gran cambio hacia la transparencia y el profundo conocimiento de la realidad, premisa para poder transformarla adecuadamente.
Educación
para decidir el comportamiento cotidiano adecuado en escenarios de grandes
incertidumbres y complejidad, con notorias lagunas de ignorancia
e insolidaridad. ¿A qué espera la
comunidad intelectual para manifestarse en contra de la gobernanza
plutocrática? Da la impresión de que está distraída, esperando a Godot.
Pero, ya lo advirtió Samuel Beckett, Godot no llegará, porque Godot no existe.
4) Otro motivo de gran
clamor en el ciberespacio es la interpretación nociva de la “inteligencia
artificial”. Es la inteligencia humana, que ha permitido el desarrollo de
la informática y todas sus extraordinarias y útiles aplicaciones la que debe
siempre prevalecer. La máquina al
servicio de los seres humanos, pero nunca al contrario. “Además de”, sí.
“En lugar de”, no.
Hasta hace poco –es algo que debe repetirse para que no se realicen equívocas retrospectivas- la gran mayoría de la gente nacía, vivía y moría en unos cuantos kilómetros cuadrados, sin conocer lo que sucedía más allá de su entorno inmediato. Eran personas temerosas, obedientes, sumisas, silenciosas. El poder absoluto se ejercía por un grupo limitado de varones y la mujer se hallaba totalmente marginada.
En las últimas tres décadas, esta situación se ha modificado radicalmente y nos llena de esperanza: en buena medida gracias a la tecnología digital, ya sabemos lo que acontece, podemos expresarnos libremente y la mujer está alcanzando, como era fundamental que sucediera, la igualdad total que le corresponde. Sus características propias y sus valores inherentes son fundamentales para la nueva era que se avecina.
Ahora,
“Nosotros, los pueblos” ya tenemos voz.
Ya podemos manifestar cuáles son las pautas, las formas de vivir y los
referentes para una acción correctora de los erráticos rumbos actuales. En
1945, encomendar estas funciones a “los pueblos” era prematuro. Hoy, es ya posible porque los seres humanos
pueden pronunciarse y manifestarse.
Delito de silencio, de complicidad, si
en lugar de ser actores de nuestra vida nos limitamos a ser espectadores
impasibles, abducidos por el inmenso poder mediático.
Delito de silencio si dejamos que sean unos cuantos los que ejerzan el poder de
forma autoritaria en lugar de, con la participación de todos, disfrutar de una
gobernanza democrática. Democracia a escala personal, local, nacional e
internacional. No se debe tolerar ni un día más el protagonismo de los grupos
oligárquicos. “Nosotros, los pueblos” debemos fortalecer con apremio el
multilateralismo democrático, con unas Naciones Unidas que puedan llevar a
efecto, sin fisuras ni aplazamientos, la Agenda 2030.
En otro caso, delito de silencio.
La democracia no se otorga, se construye con el quehacer cotidiano, cuando los
pueblos se ponen de pie y son protagonistas de su destino. No callar,
denunciar, protestar y, sobre todo, proponer.
En otro caso, delito de silencio.
El por-venir está por-hacer. Nuestra mayor responsabilidad es alentar estos
convencimientos para que nadie desmaye. Para que nadie se rinda. Debemos ir,
como en los versos de Otto René Castillo… “cargados de esperanza / por
los caminos del alba”.