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Desmontando los mitos sobre la inflación y la creación de dinero (5)

Eduardo Garzón Espinosa – Consejo Científico de ATTAC España

Ésta es la quinta entrega de una serie de artículos en los que estoy abordando poco a poco la relación entre la creación de dinero y la inflación, con el objetivo de rebatir muchos falsos mantras ampliamente extendidos y ofrecer explicaciones alternativas más serias que las que imperan en el imaginario colectivo. En los artículos anteriores llegamos a la conclusión de que el valor del dinero no se desprende directamente de la cantidad total del mismo, por lo que crear dinero no tiene por qué provocar necesariamente inflación. Hay otros muchos factores diferentes de la cantidad de dinero que intervienen en el proceso de la inflación y que podrían intensificarlo, frenarlo, o incluso anularlo. También vimos que el elemento central en todo este asunto (que desgraciadamente se suele olvidar) es que los precios son establecidos por los vendedores. En este artículo exploraremos las posibles causas que llevan a los vendedores a subir los precios.

3.2. Diferentes causas en la elevación de los precios

En primer lugar hay que entender que el precio de un producto es la suma del coste de producción y del margen de beneficio.

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El coste de producción es el dinero que cuesta producir cada bien o servicio, y el margen de beneficio es el dinero que obtiene el vendedor por cada unidad vendida. Si el coste son 7 euros y el margen 3 euros, el precio será de 10 euros. Cuando un vendedor decide incrementar el precio podemos encontrarnos con tres escenarios:

A)   Que el coste de producción aumente pero no el margen de beneficio.

B)    Que el coste de producción no aumente pero sí el margen de beneficio.

C)    Que aumenten tanto el margen de beneficio como el coste de producción.

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El caso A revela una reacción del vendedor a un aumento en el coste de producción para no perder margen de beneficio: algún shock o fenómeno provoca que el coste aumente (por ejemplo, un incremento en el precio de la energía, un incremento salarial exigido por los trabajadores, un mayor precio de alquiler, un mayor coste de financiación, etc), y para que los beneficios no mengüen el vendedor aumenta el precio. Ahora bien, lo hará siempre que pueda hacerlo, porque no siempre podrá. Que pueda o no depende fundamentalmente de la estrategia de venta que tenga y del nivel de competencia al que esté sometido el vendedor, como veremos más adelante.

El caso B revela una reacción del vendedor a una situación de la que puede aprovecharse. Esto ocurre cuando su producto es excesivamente demandado en relación a la cantidad ofrecida, de forma que decide incrementar el precio para ganar más por cada producto. Ese excesivo incremento de la demanda en comparación con la oferta puede deberse a su vez a cuatro motivos:

1)    que el producto sea valorado más que antes y la gente esté dispuesta a pagar más por él (por ejemplo, vehículos o teléfonos móviles de última tecnología),

2)    que lleguen nuevos clientes de otras regiones o de otros establecimientos donde compraban normalmente a otros vendedores pero que han cerrado su negocio o empeorado su servicio (por ejemplo, la llegada de turistas en época de vacaciones, o la llegada de clientes a un centro comercial porque han cerrado tiendas y cines de barrio),

3)    que la gente tenga simplemente más dinero en sus bolsillos por creación directa de dinero (por ejemplo, incremento de las pensiones pagadas por el Estado a través de nuevo dinero), y

4)    que la cantidad puesta a la venta caiga de golpe, de forma que la demanda, sin haber cambiado, resultaría excesiva con respecto a la oferta (por ejemplo, una crisis por abastecimiento o una crisis agrícola).

El caso C revela una combinación del caso A y del caso B.

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Ahora bien, estamos identificando casos y situaciones en las que los vendedores incrementan los precios, pero no nos olvidemos de una cosa muy importante: un incremento de precios no es sinónimo de inflación. La inflación es un incremento generalizado de los precios. Es decir, para que exista inflación deben ser muchos los vendedores que incrementen los precios de sus productos, y además que no lo hagan de forma ocasional ni regional. En cualquiera de los 5 casos anteriores el incremento de los precios puede ocurrir de forma que no afecte a la economía y que por lo tanto no se genere inflación. Veamos un ejemplo para cada caso.

-Caso A: cuando a un vendedor de servicios de restauración le incrementan el precio del alquiler y aumenta el precio de sus productos para mantener margen de beneficio sabemos que ello no repercutirá en el resto de la economía porque es algo que sólo afecta a un negocio, ergo no habrá inflación.

-Caso B1: cuando Apple logra lanzar al mercado un nuevo producto que es muy valorado y que debido a ello puede experimentar un incremento del precio sin problemas  sabemos que no ocurre de forma generalizada, sino sólo en un producto en concreto, ergo no habrá inflación. El incremento en el precio de un solo producto o de pocos no tiene el suficiente impacto como para que la economía en general se vea afectada.

-Caso B2: cuando en época de vacaciones los vendedores que operan en zonas que reciben muchos visitantes suelen incrementar los precios de sus productos (por ejemplo, hoteleros aumentando el precio de la noche de hotel) para aprovecharse de la mayor demanda sabemos que ello tampoco desembocará en un periodo de inflación, ya que el incremento de la demanda está limitada en el tiempo y los vendedores volverán a reducir los precios una vez el periodo estival finalice.

-Caso B3: cuando el Estado sólo incrementa el poder adquisitivo de los bomberos incrementándoles los sueldos, ello tampoco provocará inflación aunque los vendedores que traten con estos bomberos decidan incrementar los precios de sus productos, ya que el colectivo de los bomberos es muy reducido en comparación con la población total y por lo tanto no tendrá un impacto notable en los precios de toda la economía.

-Caso B4: cuando un vendedor de manzanas deja de recibir manzanas durante un tiempo porque sus proveedores tienen un problema y decide aumentar el precio de las mismas para intentar sacarles partido, tampoco se producirá inflación en el resto de la economía.

En definitiva, para que se produzca inflación el incremento de los precios debe ocurrir de forma generalizada y además no esporádica (que no se produzca sólo una vez o durante un periodo de tiempo breve). Y no en todos los casos identificados arriba ese incremento de los precios puede ocurrir de forma generalizada. Veamos en cuáles sí y en cuáles no.

El caso B1, consistente en que alguna mejora en un producto permite que el vendedor incremente la calidad, es imposible que se dé de forma masiva. Es impensable que la mayor parte de los vendedores vayan a lograr mejoras en sus productos a la vez.

El caso B2 tampoco puede repercutir en inflación porque nadie puede imaginar que de buenas a primeras lleguen a nuestra economía compradores procedentes de otros países en una cantidad tal que afecte masivamente a la economía porque demanden productos de todo tipo y pelaje. Y en el caso de que muchas empresas cerrasen o empeoraran su servicio y eso expulsase compradores de forma masiva hacia otros vendedores estaríamos ya hablando del caso B4, y no del B2. La única forma que podría contribuir a provocar inflación -aunque muy atípica e improbable por algo que veremos más adelante- en el caso B2 sería si se realizase una potentísima transferencia de la renta desde las capas minoritarias y más acaudaladas de la población a las capas mayoritarias pero menos acaudaladas, logrando que el aumento de la capacidad adquisitiva de la mayor parte de la población afectase a buena parte de la economía, algo que podría ocurrir, por ejemplo, con una renta básica universal financiada a través de una enérgica reforma fiscal [1].

En cambio, el caso A sí puede desembocar en inflación porque hay costes de producción que son universales o casi universales, como el suministro energético, la financiación o los impuestos, de forma que si estos costes aumentasen la mayor parte de los vendedores -si no todos- se verían afectados y podrían incrementar los precios para no perder margen de beneficio.

El caso B3 también podría provocar inflación porque el Estado podría incrementar notablemente la cantidad adquisitiva de la población otorgando una renta básica a todo el mundo, por ejemplo.

Finalmente, el caso B4 también podría ocurrir de forma masiva porque un conflicto militar o una crisis económica de importante magnitud podría provocar que los vendedores acabasen produciendo menos de lo que producían antes, y frente a una demanda parecida aumentarían los precios para poder ganar más por cada uno de los escasos productos. En definitiva, de todos los casos en los que los vendedores aumentan los precios, sólo son susceptibles de provocar inflación (aumento generalizado de los precios) los casos A, B3 y B4.

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El lector se habrá percatado de que la tesis que nos preocupa, la de que la creación de dinero provoca inflación, es el caso B3. Pero no el A, ni el B1, ni el B2, ni el B4. Es decir, los vendedores pueden subir los precios de sus productos por causas muy diferentes. Y aunque el caso B1 y el B2 no desemboquen en fenómenos inflacionarios,  de aquí deducimos algo que seguramente muchos tienen claro: la inflación puede aparecer por causas diferentes a la creación de dinero, concretamente debido a aumentos generalizados del coste en procesos productivos y a la caída generalizada de la producción. Es lógico y evidente, pero conviene reafirmarlo e insistir en ello porque a menudo la gente suele llevar a cabo muchos análisis de trazo grueso y cuando observan una economía que comienza a sufrir elevada inflación inmediatamente piensan que la culpa la tiene el gobierno que se ha puesto a crear demasiado dinero. ¡Como si no hubiese otras posibles causas! Pero nos han acostumbrado a vincular automáticamente inflación con creación de dinero, sin darnos siquiera la oportunidad de imaginar que una cosa puede ocurrir sin la otra, o que aunque ambas cosas ocurran al mismo tiempo no sea la creación de dinero la causa de la inflación, sino su consecuencia (como veremos más adelante).

Pero lo más importante de todo, que es desgraciadamente ignorado por la mayoría de personas, es que la creación de dinero no nos lleva automáticamente al caso B3. Tal y como se ha definido, ello sólo ocurriría cuando la demanda sea excesiva en comparación con la oferta. Pero la creación de dinero no tiene por qué producir una demanda excesiva a la oferta, ya que al mismo tiempo que incrementa la demanda permite aumentar la oferta. Lo veremos, aunque no todavía, porque antes de ello debemos detenernos en analizar las fuerzas a las que están sometidos los vendedores a la hora de subir los precios. La principal fuerza es la competencia, pero afecta al vendedor de distinta forma dependiendo de cuál sea su estrategia de venta. Lo veremos en el próximo artículo.

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[1] Por cierto, cuando una vez afirmé que una renta básica universal como la que proponen desde el Observatorio de la Renta Básica (consistente en una reforma fiscal que detraiga recursos del 5% más rico para dársela a todo el mundo de forma que salga ganando el 80% menos rico) podría provocar inflación, la respuesta que obtuve por parte de sus defensores más destacados fue que “Para criticar los efectos inflacionistas de la Renta Básica Universal, debe especificarse qué tipo de financiación se está proponiendo. ¿Con más impuestos?, ¿con endeudamiento público? Hemos propuesto desde hace ya algunos meses una propuesta de financiación que supone una gran redistribución de la renta de los más ricos al resto de la población.” De la respuesta se deduce que si la financiación de la medida es a través de una reforma fiscal no hay riesgo de inflación, mientras que si es a través de dinero nuevo o de endeudamiento público sí. Aquí late la famosa creencia de que la creación de dinero provoca inflación sólo por el hecho de incrementarse la cantidad de dinero; algo que ya hemos refutado en los apartados 2.1 y 2.2. La respuesta está disponible en http://www.sinpermiso.info/textos/siete-argumentos-en-contra-de-la-renta-bsica-no-exactamente

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