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El gasto público debe elevarse todo lo que necesite la economía

Eduardo Garzón – Consejo Científico de ATTAC España

Toda compraventa envuelve necesariamente a dos partes: la vendedora y la compradora. La compradora gasta y la vendedora ingresa. El gasto del comprador es siempre necesariamente igual al ingreso del vendedor; no puede ser de otra forma. Si yo le compro al frutero una manzana por valor de 1 euro, yo estaré gastando 1 euro y el frutero estará ingresando 1 euro. Lo que una parte gasta lo ingresa la otra, porque el dinero no desaparece en la transacción.

De ahí que haya dos formas fundamentales para calcular el Producto Interior Bruto (PIB) –indicador que mide la renta de un país–: la que se centra en los gastos y la que se centra en los ingresos. Si uno suma todos los gastos que se producen en un país durante un tiempo, obtendrá exactamente la misma cantidad que si sumase todos los ingresos que se producen en el mismo país durante el mismo periodo de tiempo. Por eso el PIB es igual a la suma de todos los gastos, que es a su vez igual a la suma de todos los ingresos.

PIB = Gastos = Ingresos

Cuanto más se gaste (y por lo tanto se ingrese), mayor será el PIB. Esto es un aspecto básico de la macroeconomía que desgraciadamente la inmensa mayoría de las personas parece desconocer (¡especialmente las que proponen reducir el gasto público!).

Cada economía es como un recipiente cuyo volumen viene determinado por la cantidad máxima de productos que la propia economía es capaz de producir y vender. Así, el recipiente de Estados Unidos sería muchísimo más voluminoso que el de Haití, por ejemplo. Cada uno de los recipientes se llena con líquido (gasto) proveniente de tres fuentes distintas: el sector extranjero, el sector privado (familias y empresas) y el sector público. La inyección de los tres líquidos en el recipiente puede ocupar todo su volumen, pero puede también no hacerlo e incluso sobrepasarlo. Si ocupa todo su volumen, la economía estaría a pleno rendimiento, es decir, todo ese gasto estaría comprando todos los productos que se pueden producir y poner a la venta; se estaría registrando el PIB máximo. Si la inyección de los tres líquidos es insuficiente para ocupar todo el volumen, la economía quedaría infrautilizada porque no se estarían comprando todos los productos que se pueden producir y poner a la venta; se estaría registrando un PIB inferior al que podría registrarse. Y si la inyección de los tres líquidos sobrepasa el volumen, la economía empezaría a registrar tensiones inflacionistas (los vendedores aumentarían los precios para sacarle el partido a los productos que venden frente a tanta demanda).

En la ilustración quedan representadas las tres situaciones.

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Evidentemente, el espacio que ocupe un líquido no lo va a poder ocupar otro (no se puede comprar dos veces el mismo producto en el mismo momento), pero sí pueden ocupar los espacios que queden vacíos (comprar otros productos que no hayan sido vendidos). Pero los tres tipos de gasto presentan características muy distintas entre sí.

El gasto proveniente del exterior es el más estable y menos controlable de los tres. Al fin y al cabo, depende fundamentalmente de lo que cada país pueda ofrecer a otros países: si se ofrecen muchas cosas atractivas, el gasto del exterior será elevado, y al contrario. No suele cambiar mucho de un año a otro. En cambio, el gasto de las familias y empresas del país en cuestión depende de la situación económica: si hay buenas expectativas, este gasto será elevado porque las empresas invertirán y las familias consumirán sin miedo. Lo contrario ocurre cuando las expectativas son malas: las empresas invierten menos (o desinvierten) y las familias consumen menos. Por último, el gasto del sector público se establece a través de decisiones políticas, ergo es claramente controlable.

La cuestión es simple. Las economías necesitan que haya gastos para que se produzcan ingresos. El nivel máximo de ingresos (y de PIB) que puede registrar una economía viene fijado por la cantidad de bienes y servicios que la economía es capaz de producir y poner a la venta. Si el gasto proveniente del exterior y el gasto que realizan las familias y empresas nacionales es insuficiente para que se pueda vender todo y por lo tanto para alcanzar ese nivel máximo, entonces lo ideal es que el sector público gaste todo lo que sea necesario para llegar al PIB máximo que permite la economía. Por eso en épocas de boom económico y en países que reciben mucho dinero del exterior (como Alemania) el gasto del sector público apenas es necesario (el resultado es que el déficit público suele ser minoritario o inexistente), mientras que en épocas de recesión económica o estancamiento y en países que no reciben mucho dinero del exterior (como España) el gasto del sector público es absolutamente necesario (el resultado es que el déficit público suele ser elevado).

No debemos medir la idoneidad del gasto del sector público por su tamaño (no debemos fijarnos en si se gasta mucho o poco); debemos hacerlo fijándonos en la cantidad de gasto que se necesita para alcanzar el PIB máximo que puede registrar una economía. En unas ocasiones será necesario elevarlo mucho, y en otras no. Pero la clave está en entender que el gasto del sector público es una herramienta para poder incrementar al máximo los ingresos de la ciudadanía y por lo tanto el PIB de la economía.

 

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