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Esconden su dinero en paraísos fiscales y luego lo usan para corromper nuestra democracia

Aditya Chakraborttyeldiario.es/theguardian

En las últimas 72 horas nuestros políticos han experimentado un estado de pánico que no tiene precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. El primer ministro británico ha visto cómo salían a la luz sus secretos económicos mejor guardados. Ahora, muchos desconocidos conocen la suma que heredó de su padre y de su madre y los beneficios que le ha reportado tener su dinero en el extranjero. David Cameron ha decidido dar un paso sin precedentes y dar explicaciones sobre los impuestos que ha pagado en los últimos seis años. Los líderes de los demás partidos no han tardado en proporcionar información parecida. En el Reino Unido, donde se habla con más facilidad de un adulterio que de los asuntos tributarios, esta reacción nos deja boquiabiertos.

Sin embargo, el tema no queda zanjado. Aunque algunos comentaristas han preferido no entrar en detalles, lo cierto es que David Cameron no ha mostrado sus declaraciones de impuestos sino un informe de sus contables. Y escoger este atajo no lo sacará del atolladero. Si Jeremy Corbyn, otros destacados políticos y los medios de comunicación lo siguen atacando tan intensamente como en los últimos días, no tardaremos en conocer nuevos detalles. Downing Street no podrá encerrarse bajo llave y no indicar cuántos miembros del Gabinete tienen bienes en el extranjero: serán los propios ministros los que terminen rompiendo filas. De hecho, algunos ya lo han hecho.

Corremos el riesgo de quedar sepultados por una pila de información: una cadena interminable de declaraciones sobre quién dio qué a quién y sobre si este último lo declaró al fisco o no. Al final, lo más importante podría parecer «la gestión» y «las explicaciones» y la culpabilidad de esa persona. La situación podría interesar a todos aquellos que les gusta señalar a los demás con el dedo y desconcertar a los que están demasiado ocupados como para prestar atención a los detalles. Lamentablemente, también podría eclipsar la realidad que ha salido a la luz con esta filtración.

En el fondo, los papeles de Panamá no giran en torno a los impuestos. Ni siquiera giran en torno al dinero. Lo que realmente reflejan es la corrupción de nuestra democracia.

Como ya hacía la filtración de Luxemburgo, los papeles de Panamá nos confirman que los súper ricos han abandonado el sistema económico que todos los demás tenemos que respetar. Durante 30 años han podido ocultar sus ingresos en el extranjero y han podido diseñar un sofisticado entramado legal para no tener las mismas reglas de juego que el resto de ciudadanos.

Los paraísos fiscales solo son un reflejo de esta realidad. La deslocalización de capital da lugar a explicaciones muy técnicas pero la mejor definición que he encontrado es la del experto Nicholas Shaxson, que lo resume así: «Te llevas tu dinero a otro lugar, a otro país, para esquivar las normas y las leyes de la sociedad donde tienes tu negocio». Cuando lo haces, privas a tu propia sociedad de la posibilidad de tener hospitales, escuelas, carreteras…

Sin embargo, los mismos que sacan su dinero de nuestro país se implican en la elaboración de las reglas del juego que nos afectan. Este 1% paga para tener un nivel de influencia política que no había tenido jamás. Piensen en los hermanos Koch, unos multimillonarios que han moldeado las elecciones presidenciales que se celebran en Estados Unidos este año.

En el Reino Unido, los responsables de los fondos de inversión y de capital privado aportaron la mitad de la financiación de la campaña del partido Conservador en 2010 y lograron que los Tories pudieran saborear la primera victoria en 18 años.

Para entender la actual erosión de la democracia debemos recordar a un economista berlinés, Albert Hirschman, un gran referente del pensamiento económico moderno. Falleció en 2012 a la edad de 97 años pero si analizamos Los papeles de Panamá a la luz de sus teorías, la conclusión final es realmente inquietante.

Hirschman indicaba que los ciudadanos que quieren mostrar su desacuerdo con el sistema tienen dos posibilidades: quejarse para cambiarlo o irse. ¿Estás harto de la escuela de tu barrio? Puedes quejarte ante el responsable del centro. También puedes sacar a tu hijo de la escuela y llevarlo a un centro privado.

En el Reino Unido y en Estados Unidos, los súper ricos han roto el razonamiento de Hirschman: han optado por irse y al mismo tiempo por quedarse y tener influencia política. Tienen un pastel libre de impuestos y se lo comen.

La información que se ha divulgado en los últimos días nos ha confirmado que David Cameron trabaja en la sucursal de los súper ricos en Downing Street. El hecho de que él pertenece al 1% está fuera de toda duda. Su padre era un importante corredor de bolsa con una fortuna en torno a los 12 millones de euros. Los periódicos hablamos con tanta frecuencia de millones de euros que es probable que los lectores no puedan hacerse una idea de su verdadero alcance. Digamos que si al dar las campanadas de fin de año recibieras un euro por segundo, tardarías unos 114 días en amasar 12 millones.

¿Qué beneficios les ha aportado invertir en las campañas electorales del Reino Unido desde 2010? Recortes de impuestos, que George Osborne los invite a su oficina y les pida su opinión sobre el impuesto de sociedades, y la tranquilidad de saber que sus aventuras en paraísos fiscales serán tratadas con la debida indulgencia.

Cuando estudiaba política me enseñaron que el Reino Unido era una democracia representativa. Sin embargo, 30 años de plutocracia nos han llevado a la era de la democracia no representativa. Salvo contadas excepciones, nuestros políticos ya no se parecen a nosotros, ni trabajan para nosotros. En el contexto de una crisis del mercado del alquiler, el viceministro de vivienda, Brandon Lewis, gestiona una cartera privada de viviendas de alquiler. Tenemos también a un ex banquero de inversión, Sajid Javid, que ahora asegura hacer lo que es mejor para la industria siderúrgica. Y tenemos a un primer ministro multimillonario que se ha comprometido a terminar con los paraísos fiscales pero que, al mismo tiempo, ha bloqueado cualquier intento real en esa dirección.

Traducción de Emma Reverter