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Las finanzas han servir a la sociedad durante la crisis de COVID-19, no perturbarla

Los excesos virales de las finanzas son los responsables de la actual volatilidad de los mercados. Se han de tomar medidas duras para que las finanzas funcionen para el bien común.

Myriam Vander Stichele investigadora de SOMO

Publicado en: https://www.opendemocracy.net/en/oureconomy/its-the-viral-excesses-of-finance-that-are-to-blame-for-current-volatility-the-markets-should-pay-for-covid-19/ el 16 de marzo de 2020

Ahora que los mercados financieros están alborotados, las autoridades están proporcionando cada vez medidas más fuertes y capital extra. Pero el pánico en los mercados financieros es en gran medida de cosecha propia. La industria financiera logró durante años oponerse ferozmente a la intervención y regulación que habría evitado las actuales dificultades financieras. Ahora las autoridades tienen que hacer frente al débil marco regulador resultante y restringir los abusos de carácter viral del comportamiento de la industria financiera. En lugar de huir y esperar a un lado, los actores financieros deben invertir en empresas y medidas que luchen contra las consecuencias económicas de COVID-19.

La reacción frenética de los mercados financieros ante el coronavirus – primero de desdén y después de pánico – es la consecuencia lógica de las reglas del juego. Las normativas todavía permiten la compra y venta a muy corto plazo por parte de todo tipo de operadores especulativos: inversores de alta frecuencia, vendedores en corto, comercio automatizado informatizado con algoritmos, gestores de día e inversores de fondos. Su compra y venta inmediata se facilita por medio de corredores-traficantes, bolsas de valores, banqueros de inversión y «creadores de mercado». Ahora, en tiempos de volatilidad de los mercados, algunos están viendo atractivos rendimientos.

El débil régimen regulador, la laxa política monetaria y los bajos tipos de interés, junto con la extrema libertad de movimiento de capitales, han permitido a muchos en la industria de la inversión obtener enormes beneficios en los últimos años. Estos beneficios podrían ahora ser reinvertidos y puestos a trabajar. Los cinco grandes bancos de inversión de EE.UU. obtuvieron 118.000 millones de dólares de beneficios en 2018. La industria de fondos de inversión hizo un buen recorrido, con por ejemplo, BlackRock haciendo un beneficio neto anual de 4.48 mil millones de dólares por la gestión de 7 billones de dólares a finales de 2019. Flow Traders, un operador holandés de alta frecuencia y creador de mercado, obtuvo un beneficio de 53,1 millones de euros en 2019, por debajo de los 160,9 millones de euros de 2018.

Estos beneficios proceden de la adopción de riesgos cada vez mayores en busca de altos rendimientos. ¿Cuáles son los riesgos del sistema financiero que agravarán las sucesivas sacudidas de la oferta, de la demanda, de las finanzas, del petróleo, de la salud y de la economía?

Los riesgos y la obtención de beneficios tienen un precio

Muchas empresas han podido pedir prestado y emitir bonos, aunque no fueran solventes o no fueran rentables («bonos basura»). Los inversores compraron ansiosamente bonos de riesgo debido a sus tasas de interés relativamente altas. No sólo los bancos se han dedicado a préstamos arriesgados, sino también las entidades no bancarias con muchas menos reservas para hacer frente a los préstamos improductivos. La deuda total de las empresas aumentó a 13,5 billones de dólares a finales de 2019, lo que representa más del doble de la cantidad de diciembre de 2008. La falta de pago de esta deuda cuando la economía entre en recesión enviará ondas expansivas a través del sector financiero. A causa de las interconexiones en los sistemas financieros, la acumulación de la deuda mundial de los gobiernos, los hogares y las empresas, estimada en más de 253 billones de dólares a finales de 2019, puede desentrañarse peligrosamente y afectar a la economía.

El sector de los fondos de inversión de gestión de activos creció rápidamente hasta superar los 66,4 billones de dólares en 2019, en estrecha relación con los mercados financieros. Los fondos de inversión conocidos son «pasivos», sólo siguen los movimientos de los mercados financieros mediante el uso de índices. El reciente crecimiento de los fondos se produjo a partir de la integración de bonos corporativos y gubernamentales de alto riesgo. Los fondos populares (pasivos) negociados en bolsa (ETF) tienen acciones que pueden ser compradas y vendidas inmediatamente en las bolsas. Por lo tanto, cuando los precios caen en los mercados bursátiles, los precios de los fondos y los ETFs caen, y los inversores los venden masivamente.

Los expertos han advertido que los gestores de los fondos de inversión tendrán que vender aún más millones de acciones y bonos (gubernamentales y/o corporativos) que poseen colectivamente, agotando sus reservas y empeorando la espiral de precios interconectados a la baja a precios irracionalmente bajos. Un aspecto que se ha pasado por alto es que los gestores de fondos de inversión han estado presionando a las empresas a lo largo de los años para que aumenten sus beneficios, a menudo a expensas de la protección social y medioambiental y del pago de impuestos. Esto ha dado lugar a una creciente desigualdad y ha socavado los servicios públicos, que ahora impiden una red de seguridad social para hacer frente a la pandemia de coronavirus.

Estos riesgos ya están desempeñando un papel en las actuales ventas del mercado, pero ¿quiénes son las víctimas?

En primer lugar, los inversores a largo plazo, como los fondos de pensiones con (futuras) pensiones de empleados y trabajadores. Segundo, los ahorradores que no reciben ningún interés o que han sido aconsejados para poner sus ahorros en los mercados financieros, especialmente en los fondos de inversión. Tercero, el personal de las empresas que se enfrentan a una carga de deuda demasiado alta y las PYMES que tienen pocas reservas.

La mayor parte del daño probablemente lo sufrirán los habitantes de los mercados emergentes y los países en desarrollo que ya tenían una gran carga de deuda. Esos países se enfrentan ahora a la especulación y la depreciación de las monedas, a la reducción de los precios de los productos básicos, al desplome de los mercados financieros y a la venta de bonos debido a los enormes gastos financieros de los inversores extranjeros. Estos países habían atraído a inversores que asumían riesgos con bonos de alto tipo de interés y con el compromiso de la libre circulación de capitales. Pero ahora, difícilmente pueden defender sus monedas con las reservas extranjeras que tienen.

En la Argentina, por ejemplo, el peso ha disminuido aún más, lo que ha deteriorado su deuda no reembolsable expresada en dólares y ha tenido enormes repercusiones socioeconómicas. La cuestión es si los llamados «fondos buitre» (en su mayoría fondos de alto riesgo) están ahora recogiendo bonos de países en desarrollo con enormes reducciones de precio para luego demandar a estos países en los tribunales para que los devuelvan en su totalidad, como ha sucedido en el pasado.

Medidas más drásticas para el sector financiero

Resulta interesante que la autoridad financiera indonesia haya tomado medidas mejorando la normativa para detener las ventas excesivas en los mercados financieros y prohibiendo la especulación con la caída de los precios de las acciones (ventas en corto, que ahora también se han prohibido en algunos otros países). Los mercados bursátiles de los Estados Unidos subieron bruscamente el viernes 13 de marzo después de que el presidente de los Estados Unidos anunciara una emergencia nacional (!) y una inyección financiera de 50.000 millones de dólares. Sin embargo, los recortes de los tipos de interés y la compra de bonos y valores por parte del banco central estadounidense no han calmado los mercados financieros mundiales. No ha frenado el temor a los problemas en las partes menos visibles del sistema que podrían llevar a una crisis de liquidez y de crédito.

Las autoridades financieras occidentales también deberían tomar otras medidas drásticas: detener el comercio de alta frecuencia, el comercio automatizado e incluso todo el comercio de pánico, así como prohibir las ventas en corto, los préstamos de valores y todos los actores financieros con actividades puramente especulativas y socialmente inútiles. Mientras se impide que la gente se mueva, los bancos centrales deberían detener los movimientos especulativos y la fuga de capitales mediante la introducción inteligente de controles de capital. Es preocupante que los supervisores de la UE hayan decidido relajar las regulaciones de los bancos, que son algo más estrictas – es decir, más resistentes a la crisis – que las normas del mercado financiero.

Los responsables políticos tienen que proteger el interés público. Fallaron en la coordinación al comienzo del comportamiento en manada de los mercados financieros tras el brote del virus COVID-19, a pesar de la gran fanfarria de las cumbres del G20 y el G7 en el pasado. Las tímidas primeras declaraciones conjuntas de los ministros de finanzas y los gobernadores de los bancos centrales del G20 y el G7 no tuvieron ningún efecto. Imaginemos que se introdujera inmediatamente un impuesto sobre las transacciones financieras; se frenaría el comercio especulativo excesivo y se recaudarían enormes cantidades de dinero para las arcas públicas.

Muchos grandes inversores que vendieron sus acciones, bonos o fondos de inversión han ahorrado mucho dinero y hecho caja.  Las medidas del banco central pueden, en las circunstancias actuales, no ser una respuesta suficiente y no deben dar prioridad a los mercados financieros especulativos. Las medidas gubernamentales dirigidas a reforzar la economía y la sociedad necesitan en primer lugar muchos más recursos financieros. Las medidas extraordinarias deben orientar el dinero privado ocioso inmediatamente a las empresas y proyectos que afrontan la crisis sanitaria y la recesión económica. Las autoridades financieras deben condicionar cualquier tipo de apoyo a la crisis a la financiación de los más desfavorecidos. Un ‘Corona Impuesto’ sobre la riqueza podría financiar los servicios públicos y el apoyo público a los más afectados por la crisis (por ejemplo, los trabajadores precarios, las PYMES).

La crisis de COVID-19 es una lección y una oportunidad para rediseñar y regular rápidamente la industria financiera hacia una transición a una economía justa y respetuosa con el clima, y no hacia la especulación. La industria financiera debe servir a la sociedad cuando y donde sea necesario, no para perturbarla.

 Traducción: Cuca Hernández y Arturo Martínez Parra