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Se activan los mecanismos de culpabilización social

Marco Bersani

Publicado por Attac Italia

Una de las estrategias más eficaces puestas en marcha por los grandes poderes durante las crisis y emergencias son las los mecanismos de culpabilización social, cuyo objetivo es que las personas interioricen la narración dominante de lo que está sucediendo a fin de evitar cualquier rebelión frente al orden establecido.

Dicha estrategia ha sido ampliamente puesta en práctica durante la última década ante el problema de la deuda pública, presentándose a las personas corrientes como últimas responsables de haber sostenido el despilfarro, viviendo por encima de sus posibilidades y eludiendo cualquier tipo de responsabilidad respecto a las generaciones futuras.

El objetivo fundamental era evitar que la frustración, producida por el empeoramiento de las condiciones de vida de amplios sectores de la población, se transformase en rabia contra un modelo que había antepuesto los intereses de los lobbies económicos y de la banca frente a los derechos de las personas. Esta estrategia se está ahora desplegando en la fase más crítica de la epidemia producida por el Covid-19. La epidemia “ha destapado la liebre”1 dejando en evidencia todos los engaños de la doctrina liberal.

Un sistema sanitario como el italiano, que hasta hace diez años se encontraba entre los mejores del mundo, ha sido obligado a postrarse ante el altar del pacto de estabilidad económica: recortes integrales de 37 millones y una drástica reducción del personal sanitario (46.500 médicos y enfermeros menos), con el brillante resultado de haber perdido 70.000 camas, que en lo que respecta a la dramática actualidad de los cuidados intensivos significa haber pasado de 922 camas por 100.000 habitantes en 1980 a 275 en 2015. Todo ello en un sistema sanitario progresivamente privatizado y sometido, en el ámbito público, a la presión de una gestión de tipo empresarial centrada obsesivamente en el equilibrio presupuestario.

Es casi paradigmático que la liebre se haya destapado en la región de Lombardía considerada la excelencia del sistema de salud italiano, que puesta contra las cuerdas por una epidemia, ha demostrado en la conmoción de estas semanas la fragilidad intrínseca de un modelo económico y social construido prioritariamente sobre los beneficios de la empresa y la preminencia de la iniciativa privada.

¿Podría ponerse en tela de juicio este modelo bajo el riesgo de que un efecto cascada provocase el colapso del castillo de naipes de la doctrina liberal? Desde la óptica del poder esto es inaceptable, y por ello la activación de la fase de culpabilización social. No es el sistema sanitario, sin financiación y privatizado, el que no funciona; no son los descabellados decretos, que por un lado mantienen abiertas las fábricas (incentivando incluso la asistencia al trabajo con una bonificación), y por otro, reducen el transporte público, convirtiendo estos lugares en focos de propagación del virus. Son los ciudadanos irresponsables los que se comportan mal saliendo a pasear o a correr al parque, invalidando así la sostenibilidad de un sistema por sí mismo eficiente.

Esta moderna pero antigua “caza de brujas”2 es particularmente potente porque se une a la necesidad individual de ponerle nombre y apellidos a la angustia de tener que combatir a un enemigo invisible, lo que explica el deseo de señalar a un culpable (los irresponsables), elaborando una campaña mediática que no responde a ninguna realidad evidente y permite redirigir la rabia, destinada a aumentar con la prolongación de las medidas restrictivas, evitando que se transforme en una revuelta política contra el modelo que nos ha obligado a competir hasta la extenuación sin garantizar la protección de ninguno de nosotros.

Continuemos comportándonos responsablemente y hagámoslo con la determinación de quienes albergan en la mente y en el corazón la idea de una sociedad mejor, pero comencemos a escribir en todos los balcones: “no volveremos a la normalidad porque la normalidad era el problema”.

*Publicado originalmente por Attac Italia 

Traducido por Laura Merino.