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Un contrato social ajustado a la inflación para Europa

Daniel Gros, publicado originalmente para Project Syndicate.

DUBROVNIK – Ya que los precios de la energía están altos y están al alza, y la inflación se dispara a las nubes, todo empieza a parecer como estuviésemos viviendo, otra vez, a finales de la década de 1970. Pero las apariencias pueden ser engañosas.

Las similitudes son obvias. En el año 2022, al igual que en la década de 1970, una conmoción en los precios de la energía ha llevado a un aumento sostenido de los precios de muchos otros bienes. La llamada tasa de inflación  subyacente, que elimina los precios volátiles de la energía y los alimentos, se acerca ahora al 6% en Estados Unidos y al 4% en la eurozona. Y aumentan los temores sobre que, tal como ocurrió en la década de 1970, esta tendencia resulte ser persistente. Pero ni de lejos estamos viviendo una repetición de los años 70. Una diferencia clave radica en los mercados laborales. En aquel entonces, la indexación generalizada de los salarios significaba que los precios más altos de la energía y de otros productos conducían automáticamente a un aumento equivalente en los salarios. Cuando el nivel de indexación salarial era menos importante, los sindicatos conseguían el mismo resultado, ya que se negaban a aceptar cualquier deterioro en el nivel de vida de sus miembros. Este no es el caso hoy en día, al menos no lo es en la eurozona. Según el nuevo rastreador de salarios del Banco Central Europeo, los salarios en la eurozona han aumentado sólo un 3% hasta ahora, mucho menos que la inflación del 8,6% registrada en junio. En otras palabras, no hay señales de la presencia de una espiral de salarios-precios tal como ocurrió en los años setenta. Otra diferencia es que, en la actualidad, los productores europeos han podido aumentar sus precios lo suficiente como para compensar una parte significativa del aumento del costo de la energía. Sobre la base de los precios de junio de 2022, la factura por importación de energía de la eurozona va camino a aumentar a un nivel que representará más del 4% del PIB de este año. Durante el último año, los precios en aumento de la energía han impulsado un incremento del 24% en los precios de las importaciones de la Unión Europea, después de más de una década de estabilidad. Sin embargo, los precios cobrados por los exportadores de la UE también aumentaron, en más del 12%, y la UE exporta más de lo que importa. De este modo, los productores europeos han podido compensar algo más de la mitad de la pérdida de ingresos derivada del aumento de los precios de la energía, manteniendo tal pérdida en poco menos del 2% del PIB. Este es un precio elevado a pagar, pero también es un precio manejable.

El desafío será la distribución de las pérdidas de ingresos entre los sectores económicos. Ya que se enfrenta una caída de alrededor del 5% en los salarios reales, los trabajadores europeos han soportado hasta ahora todos los costos de la inflación. Si se tiene en cuenta que la participación salarial asciende a alrededor del 62% del PIB en la eurozona, una caída del 5% en los salarios reales pondría a disposición de otros sectores alrededor del 3,1% del PIB, más que la pérdida de ingresos del 2%, lo que permitiría aumentar las ganancias. Eso es más que suficiente para compensar las pérdidas en los términos de intercambio que se sufrieron hasta ahora. La situación es muy diferente en Estados Unidos. En su posición como el mayor productor de petróleo y gas natural del mundo, este país exporta tanta energía como la que importa. Por lo tanto, los términos de intercambio de Estados Unidos no se han visto afectados en absoluto, y los precios de las importaciones y exportaciones han aumentado en la misma medida. Pero los salarios han aumentado más del 6%, según el rastreador de salarios del Banco de la Reserva Federal de Atlanta, lo que significa que Estados Unidos está mucho más cerca a de una espiral de salarios-precios en comparación con Europa. ¿Cuán fiable es la moderación salarial de Europa? En la actualidad, la UE está experimentando más inflación en las ganancias que en los salarios, a pesar de la pérdida general de ingresos. Y la caída de los salarios reales es particularmente difícil de aceptar cuando las ganancias se disparan. De hecho, las demandas salariales ya están en escalada a lo largo de toda la eurozona. El influyente sindicato alemán IG Metall, por ejemplo, está pidiendo un aumento salarial del 8% para los trabajadores de la industria metalúrgica, la cual actualmente goza de altas ganancias. Para mantener la paz social, varios países, entre ellos Alemania, han aprobado aumentos de dos dígitos en los salarios mínimos. No obstante, los aumentos salariales negociados se han mantenido hasta ahora modestos, en un nivel que ronda el 4%, según informa el BCE. Los salarios reales podrían aumentar aún más, a medida que los empleadores en sectores que experimentan escasez de personal decidan que sí vale la pena pagar una remuneración más alta a los trabajadores. Incluso así, hay pocos indicios de que en un futuro próximo los salarios vayan a aumentar en una forma que le den alcance a la inflación. La razón principal para lo antedicho es que los gobiernos de toda Europa están realizando transferencias directas a los hogares para compensar por los costos energéticos más elevados. Por ejemplo, el gobierno de Alemania ha dado a conocer un paquete de ayuda que incluye un pago único que recibirán los empleados y un subsidio al costo de la calefacción para los hogares que reciben beneficios de vivienda. El gobierno español, por su parte, está subvencionando el costo del gas natural que es comprado por los productores de energía eléctrica. Este enfoque para contener los precios de la electricidad tiene sus defectos, ya que fomenta el uso del gas en un momento en el que el presidente ruso Vladimir Putin amenaza con cortar los suministros. Pero tales esquemas reflejan un nuevo contrato social que está surgiendo en Europa: los gobiernos protegen a los trabajadores de la mayor parte de los costos energéticos más elevados, a cambio de que los trabajadores moderen sus demandas salariales. Tras la crisis financiera mundial del año 2008, una crítica recurrente al marco de la eurozona fue que la ausencia de una autoridad fiscal significaba que el BCE era “la única alternativa a la cual se podía apostar en el ámbito”. Esta vez, la situación aparentemente es diferente. Al intervenir para proporcionar apoyo a los ingresos, los gobiernos ayudan a evitar una espiral de salarios-precios al estilo de los años 70, y hacen que el trabajo del BCE sea mucho más fácil.