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Un momento decisivo para la Humanidad

Carlos Berzosa, Consejo Científico de Attac. Publicado originalmente para El Siglo de Europa.

El cambio climático, el deterioro del medio ambiente, las desigualdades, los movimientos migratorios, el  aumento de los refugiados, el avance de los totalitarismos, la pérdida de derechos sociales, el malestar creciente de la ciudadanía son, fundamentalmente aunque no los únicos, graves problemas a los que nos enfrentamos y cabe preguntarse si el sistema actual  es capaz de dar respuestas a los enormes desafíos existentes. El sistema actual no es otro que el capitalismo que se desenvuelve a escala global y que llega a prácticamente a todos los rincones del planeta. Así que del futuro del capitalismo dependerá a su vez el futuro de la Humanidad.

El momento es decisivo pues el tiempo se acaba para abordar con cierto grado de eficacia tantos males que se padecen debido a que se corre el peligro de llegar a un punto de no retorno. Se necesita, por tanto, evaluar el capitalismo. Esto es lo que hace Erik Olin Wright en ‘Cómo ser anticapitalista en el siglo XXI’ (Akal, 2019), que considera que no sólo hay que evaluar lo que está mal en el capitalismo, sino qué hay de deseable en las alternativas. En la crítica moral contra el capitalismo, señala, hay tres grupos de valores fundamentales: igualdad/equidad, democracia/libertad, y comunidad/solidaridad. Son valores con un largo historial de luchas sociales y se retrotraen al menos a los ideales de liberté, égalité, fraternité proclamados en la Revolución francesa.

El momento es decisivo pues el tiempo se acaba para abordar con cierto grado de eficacia tantos males que se padecen debido a que se corre el peligro de llegar a un punto de no retorno. Se necesita, por tanto, evaluar el capitalismo

El diagnóstico al que llega, tras un análisis de estos valores, es que «el capitalismo genera y perpetúa formas injustas de desigualdad económica; reduce la democracia y restringe la libertad de muchos al tiempo que aumenta enormemente la libertad de algunos; y cultiva ideales culturales que priman el éxito competitivo individual sobre el bienestar colectivo».  El capitalismo no aprueba por tanto esta evaluación y es que, como el mismo autor señala en el primer capítulo en el que trata de justificar el sentido del título del libro, “el capitalismo ha generado masivos aumentos de productividad y una riqueza extravagante para algunos, pero son muchos los que siguen teniendo dificultades para ganarse la vida. En igual medida que máquina de crecimiento, el capitalismo es una máquina de generar desigualdad. Es más, cada vez está más claro que, guiado por la implacable búsqueda de beneficios, está destruyendo el medio ambiente».

En términos parecidos, la historiadora Ellen Meiksins Wood se pronuncia en su libro ‘El origen del capitalismo. Una mirada a largo plazo’ (Siglo XXI, 2021): «Nadie negaría a estas alturas que el capitalismo ha traído consigo unas mejoras materiales sin precedentes en términos históricos. Pero, en el presente resulta más evidente que nunca que los imperativos del mercado no permitirán que el capital prospere sin que ello suponga un empeoramiento de las condiciones de grandes capas de la población y la degradación del medio ambiente por todo el mundo. Hemos llegado a un punto en que el impacto destructivo del capitalismo supera con creces sus mejoras en términos materiales».

Otro historiador, Josep Fontana, acaba su libro ‘Capitalismo y democracia 1756-1848. Cómo empezó este engaño’ (Crítica, 2019) con estas palabras: «Puesto que la historia del presente que nos ofrecen los medios no tiene por objetivo central la suerte de las capas populares y de los trabajadores del mundo desarrollado, ni de los campesinos del «sur global», he pensado que podía resultar útil recuperar la historia del nacimiento de este sistema para instruirnos en la búsqueda de las grandes líneas que nos muestran la evolución del capitalismo actual, que es lo que verdaderamente amenaza al futuro de nuestras sociedades y nuestras vidas».

Estas visiones a muchos les parecerán apocalípticas, pero yo las llamaría realistas, pues la catástrofe ya la tenemos encima, sólo las mentes obtusas no la ven, y si no se actúa con prontitud para reformar el sistema y cambiarlo ya sabemos lo que nos espera.