Eduardo Garzón – Consejo Científico de ATTAC España
Existe un principio básico en el debate científico que consiste en conceder la mejor lectura posible al interlocutor cuando existen dudas sobre lo dicho o frente a factores que puedan limitar u obstaculizar la comunicación. Es decir: frente a cualquier duda producida por un contexto comunicativo confuso o limitado debe primar la cautela y presuponerle al interlocutor la mejor intención posible.
Pues bien, esto es lo que no hizo el diputado de Ciudadanos Francisco de la Torre al publicar un artículo en elEconomista respondiendo a dos tuits publicados por mí, probablemente porque su intención no era enriquecer el debate científico sino enturbiar todo lo posible la postura de formaciones políticas adversarias a la suya como lo son Podemos e Izquierda Unida, y así lo sugiere su ridículo esfuerzo en vincular forzadamente mis dos opiniones sobre teoría fiscal y monetaria con la situación de Venezuela y con nombres como Íñigo Errejón o Alberto Garzón.
Bien es sabido que la red social Twitter es un medio profundamente inadecuado para entablar debates puesto que su propio formato limita las opiniones y exposiciones a 140 caracteres. No puede haber canal comunicativo más limitado para dar argumentos y defender determinadas posturas “especialmente si son complejas”, pero eso no le impidió al diputado de la formación naranja deducir de apenas 38 palabras todo mi planteamiento y tesis con respecto a las políticas monetaria y fiscal. Un asombroso y potente ejercicio de imaginación que haría palidecer a cualquier escritor de ciencia y ficción.
Sin embargo, y a pesar de la evidente y perversa intención política de su autor, creo necesario dejar dicha cuestión a un lado y ampliar lo que vine a resumir en dos tuits para que quede constancia de que lo dicho no sólo no es ninguna locura (como se quiso señalar en el citado artículo) sino que son precisamente enunciados que permiten explicar fielmente cómo funciona ese ámbito de la economía. Enunciados que, por cierto, beben de la Teoría Monetaria Moderna (TMM); un marco analítico del que, por lo visto, el diputado de Ciudadanos ni se molestó en informarse antes de escribir su alegato, y el cual es imprescindible conocer mínimamente para entender a qué me podía referir.
¿Qué entiendo yo y qué entienden los adscritos a la TMM por soberanía monetaria? No es sólo la capacidad de un Estado para emitir su propia moneda, sino además la condición en la que se encuentra ese Estado cuando 1) establece un tipo de cambio flexible y 2) emite todos los bonos nominados en su propia moneda.
1) Si un Estado establece un tipo de cambio fijo y vincula su moneda a otro activo (como se hacía con el oro “directa o indirectamente a través del dólar” antes de 1971) o a una moneda extranjera que no puede crear (como hizo Argentina con el dólar o hace Dinamarca con el euro), entonces deja de tener soberanía monetaria, porque aunque pueda crear ilimitadamente su moneda, no puede hacer lo mismo con la moneda extranjera o con el oro, ergo su capacidad para mantener ese tipo de cambio fijo dependerá de su capacidad para obtener oro o la moneda extranjera. Eso no es tener soberanía monetaria.
2) Tampoco tiene soberanía monetaria un Estado que emite bonos en moneda extranjera (como ocurre con Venezuela al endeudarse en dólares), aunque sea capaz de crear su propia moneda y aunque tenga tipo de cambio fijo, porque cuando la deuda venza necesitará disponer de una cantidad de moneda extranjera que no es capaz de crear, y si no la consigue de alguna manera tendrá que suspender pagos (quebrar).
Países con soberanía monetaria
Algunos destacados ejemplos de Estados con soberanía monetaria son Estados Unidos, Japón, Australia, Suiza y Reino Unido, aunque hay muchos más. Estos países controlan su propia moneda, tienen un tipo de cambio flexible, y emiten bonos nominados en su propia moneda.
Estos Estados “jamás pueden quedarse sin dinero por lo que, si se lo proponen, jamás pueden quebrar, y además, no necesitan recaudar impuestos para poder gastar”, como rezaban mis tuits. Esto no es una opinión; es una constatación rigurosa de la realidad. Algo tan cierto como que dos más dos son cuatro. Ninguno de estos países se puede quedar sin dinero porque pueden crear tanto dinero como deseen, y pueden evitar quebrar porque cuando venzan los bonos emitidos bastaría con que el banco central correspondiente anotase en las cuentas bancarias de los acreedores la cantidad correspondiente de su moneda.
También pueden realizar cualquier gasto sin necesidad de que ese gasto esté respaldado por una recaudación de impuestos: todo lo que esté a la venta en su moneda (incluida la fuerza de trabajo) podrá ser comprada por el Estado que tiene soberanía monetaria simplemente anotando en las cuentas bancarias correspondientes la cantidad decidida; y sin que hayan tenido que obtener antes dinero por impuestos o por endeudamiento.
Pero ojo, eso no quiere decir que el Estado soberano no necesite mantener un sistema fiscal, puesto que ello permite dar validez y respaldo a la moneda (como bien explicó Francisco de la Torre en su artículo), además de permitir redistribuir la renta y premiar o desincentivar determinadas conductas, que son las funciones que cumplen los impuestos según la TMM. Los impuestos son necesarios para eso, pero no para gastar, que es lo que afirmaba en mi tuit. La función de los impuestos en un Estado soberano no es la de financiar los gastos.
Es cierto que por falta de espacio no concreté en la red social a qué me refería con soberanía monetaria, pero para eso está la posibilidad de contestar a preguntas interesadas en que se matice y complete la información. Pero en vez de preguntas o críticas constructivas recibí descalificaciones por parte del diputado de la formación naranja, además de un artículo que cumple todas las condiciones para ser ejemplo paradigmático de la falacia del hombre de paja (consistente en caricaturizar los argumentos o la posición del oponente, tergiversando, exagerando o cambiando el significado de sus palabras para facilitar un ataque lingüístico o dialéctico).
No hay límites para crear dinero
Por otro lado, seamos rigurosos: que los Estados con soberanía monetaria puedan crear todo el dinero que se propongan no quiere decir que sea deseable que creen dinero ilimitadamente ni que eso no tenga consecuencias. Pero yo ni negué ni afirmé eso; en mi tuit me limité a constatar que los Estados soberanos no tienen límites a la hora de crear dinero y que por lo tanto si se lo proponen no pueden quebrar, lo cual es absolutamente cierto e incontestable.
Ni siquiera me adentré a valorar si eso era bueno o malo. Hay que leer bien los enunciados (y los tuits); yo no estaba proponiendo crear dinero ilimitadamente. El asunto es muy sencillo: aunque se provocara una hiperinflación por crear mucho dinero (cosa que, por cierto, no hay evidencia de que haya ocurrido nunca), mis afirmaciones seguirían siendo ciertas.
El Estado soberano jamás podría quedarse sin dinero porque tiene la capacidad de crear todo el que sea. La inflación podría ser del 1.000.000% y el Estado seguiría sin limitaciones para crear dinero, ergo sin necesidad de recaudar dinero para gastar todo lo que esté a la venta en su propia moneda. No confundamos churras con merinas: tener capacidad para crear dinero ilimitado y no quebrar es una cosa, y otra diferente que si eso se hace sin medida tenga determinadas consecuencias.
Y tampoco tiene nada que ver la posibilidad de que un Estado quiebre con la posibilidad de comprar petróleo. Un Estado no compra petróleo, lo compran las empresas del sector. Si estas empresas no disponen de moneda extranjera para comprar petróleo, entonces les irá mal, pero la solvencia del Estado ni se inmutará, porque no necesita comprar petróleo para evitar la quiebra. Quebrar es ser incapaz de hacer frente a los pagos comprometidos, y si los pagos son en la moneda que creas como le ocurre a un Estado con soberanía monetaria, puedes evitar la quiebra siempre.
¿Y por qué decía que ningún caso de hiperinflación ha sido provocado por crear dinero? Porque eso es lo que demuestra la evidencia empírica: de los 56 casos de hiperinflación analizados por un informe de Cato Institute (nada sospechoso de ser de izquierdas) en ni uno solo la inflación galopante fue provocada por un banco central que se volviese loco.
La causa de esos desequilibrios fueron siempre acontecimientos dramáticos que redujeron bruscamente la cantidad de bienes y servicios, haciéndolos muy escasos con respecto a la cantidad de dinero que había en circulación, provocando así tensiones inflacionistas porque los vendedores le sacan todo el partido que pueden aumentando los precios a la poca producción que venden.
Por mencionar los ejemplos más conocidos: la hiperinflación sufrida en Zimbabwe entre 2007 y 2008 (la segunda más intensa de la historia) se debió al colapso del sector agrícola, que provocó una escasez de alimentos muy pronunciada. La hiperinflación registrada en Alemania entre 1922 y 1923 fue causada por la destrucción del aparato industrial alemán durante la primera guerra mundial así como la pérdida de buena parte del mismo debido a la entrega a Francia de los territorios de Alsacia-Lorena.
La hiperinflación que experimentó Rusia en 1992 fue causada por la estrepitosa caída de la producción como consecuencia del cambio de sistema socialista a uno capitalista. Incluso en el caso de Venezuela la causa es recordada a diario: su tejido productivo ha sido duramente golpeado y ahora hay desabastecimiento de bienes y servicios, que es lo que explica el aumento de precios (¡pero no la creación de dinero!).
La inflación llega antes que la ‘impresión’
Es decir, la hiperinflación nunca surge porque un banco central pierda el control e imprima una cantidad excesiva de dinero, sino que aparece en situaciones extremas (conflictos bélicos, transición desordenada de sistemas económicos, y por pésimas políticas económicas) que provocan caídas importantes de la producción.
Entonces, ¿por qué durante esos periodos se constata que la cantidad de dinero en circulación aumenta a ritmos vertiginosos? Pues por algo tan obvio que avergüenza recordarlo: para poder hacer frente a compras con precios mastodónticamente más elevados que antes necesitas mucho más dinero que antes. Es evidente. El banco central debe crear muchísimo más dinero para que el Estado pueda hacer frente a unos gastos corrientes que son muchísimo más caros, para que los bancos puedan hacer frente a las retiradas de dinero de sus clientes atemorizados por la pérdida de valor de sus ahorros, y para las empresas que se endeudan (pues han de comprar suministros mucho más caros).
La creación de dinero es posterior a la chispa de la inflación galopante, aunque luego contribuya a agravarla (como tantos otros factores en un contexto de círculo vicioso de alza descontrolada de precios). El orden causal y cronológico es el siguiente: caída brusca de la producción, aumento de precios, aumento de dinero en circulación. No nos dejemos engañar por las apariencias.
Artículo publicado en El Economista el 3 de junio de 2016