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Mercantilización financiera y crisis climática (I)


Alberto Fraguas

¿Cambio Climático o Clima de Cambio?

Cuando escucho y leo a los más grandes prebostes de las finanzas (George Soros, Bill Gates, Warren Buffet, …) hablando de la crisis del capitalismo y de la necesidad de reequilibrar el modelo para que la desigualdad inmanente de su acción no se convierta en un problema para su supervivencia, recuerdo siempre al estoico Epicteto cuando declaraba que la «verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad». Pero ¿cuál es la complicidad que buscan Soros o Buffet? Intentaré explicarlo en este artículo.

Estos personajes conocen bien que el juego está rompiéndose, sus excelsos foros prospectivos así se lo dicen (en especial los Informes del Global Risk del Foro de Davos) y que los inventos lampedusianos del «cambiar todo para que nada cambie», que tan bien han funcionado hasta el momento, con el cambio climático ya no valen.

Lo primero que debiéramos entender es que la crisis climática está esencialmente originada por un gas, el CO2 que no es en sí un contaminante al uso, sino que al contrario se trata de un compuesto básico para la vida, un gas universal que actúa en la homeostasis esencial de muchos ecosistemas, entre ellos el nuestro. No es, pues, un compuesto químico que se pueda retener o depurar por una determinada tecnología, sino que es esencialmente vital en el equilibrio de absorción/emisión de los seres vivos.

Sin embargo, hemos destrozado este equilibrio con un sistema económico incompatible con estos ciclos naturales lo cual está produciendo cambios deletéreos en el clima.

Esto es conocido hace años… lo que no era tan sabido es que la velocidad de los impactos ocasionados por el cambio climático ha sido mucho más rápida de lo esperado. Y esto sí que asusta al sector financiero y a sus ideólogos.

La verdad es que en estos últimos meses mucho se ha hablado del tema, elevando ya el grado de riesgo a lo que hace años algunos reclamábamos como emergencia climática, que como tal se negaba en círculos gubernamentales y empresariales y que hoy nadie se atreve a ocultar. Esperemos que no ocurra como en otras ocasiones y que tras el «boom» mediático coyuntural, haya recorridos para la solución del mayor reto que tiene hoy en día nuestra sociedad. Sí, es cierto que existe una mayor preocupación social por el tema, al mismo tiempo que se empieza a observar una menor credibilidad en que la acción de las instituciones públicas sea suficiente para poner sobre la mesa los cambios necesarios.

Nada de esto es nuevo, en los últimos años ya ha ocurrido de una u otra forma, pero también es cierto que hay dos elementos que caracterizan el momento actual y que sí pueden ser considerados como disruptivos según terminología actual.

Por una parte, el mundo científico ha manifestado en sus informes oficiales que las predicciones tanto en los plazos de manifestación como en alcances de los riesgos que conlleva el Cambio Climático han sido muy conservadores. Así, los Informes del Panel de Expertos en Clima de NNUU (IPCC) y de Biodiversidad (IPBES), así como el reciente manifiesto de la Revista Bioscience firmado por 11.000 científicos, indican que los efectos serán más devastadores de lo que se creía tanto para el entorno ambiental como para la salud humana y sus estructuras económicas.

La puesta en escena de la ciencia preocupa y desconcierta severamente a los poderes públicos. La abrumadora autodesconfianza de los que conocen el proceso, de los científicos, genera una incertidumbre que ha sido recogida como línea de lucha por otro actor, hasta ahora pasivo: la juventud. El fenómeno de Greta Thumberg tiene un enorme impacto y más allá de las críticas interesadas que ha tenido (y tendrá) su influencia ya está extendida de tal forma que enormes contingentes de chicas y chicos de 15 a 25 años, ya llenan las calles y reclaman preocupadamente por su futuro. Este movimiento global está llevando los principios, criterios y propuestas del histórico ecologismo a las casas, a los colegios e institutos; lo está incorporando a la ciudadanía, a la cotidianidad, a las madres, a los maestros … un movimiento que apuntalado por su potencia por los medios de comunicación y las redes sociales, está preocupando más y más a gobiernos y empresas; a aquellos por presiones en la calle donde se vislumbran importantes iniciativas de desobediencia civil y acción no violenta (Rebelión Por el Clima 2020, «Friday For Futur»/Jóvenes por el clima), pero también las empresas empiezan a ver el riesgo, pues un potencial boicot a sus productos y daños en su imagen corporativa afectaría muy mucho una cuenta de resultados.

De Cambio Climático a Emergencia Climática

Llevamos ya años escuchando que no hay Economía sin Ecología, pero el fondo de la cuestión es ¿Qué tipo de Economía? Hay una realidad incontestable y es que la Economía neoliberal de mercado, basada en un capitalismo de crecimiento infinito (lo trae consigo por definición), está ciertamente abocada al fracaso en tanto en cuanto ella misma depende de unos recursos naturales que no lo son, que se acaban, que se están acabando.

Esta falacia sin duda la conoce bien el capitalismo; como también conoce que los ritmos que posee la naturaleza no le son suficientemente rápidos para los beneficios económicos en los que se sustenta el modelo y por ello precisa mantener una estructura de creación de permanentes dependencias, se conozcan o no los efectos ambientales derivados de ellas.

La única opción viable y sostenible es que el propio modelo económico tenga en cuenta primordialmente los ciclos naturales: del agua, del aire, del suelo, … que se armonice con ellos teniendo en cuenta su renovabilidad. Pero esa renovabilidad no es tan veloz como el sistema exige.

El Cambio Climático no es sino el gran indicador de este fracaso del modelo económico actual, perceptible en tiempos lo suficientemente largos como para que el capitalismo genere ilusiones tecnológicas de corrección, que como tales ilusiones son irreales.

Pero hay otra derivada que ya vemos claramente y es que apelar a los equilibrios ecosistémicos es apelar también a la equidad social. La relación entre déficits ambientales y sociales es directa. Un ejemplo claro es la permanente homeostasis social que suponen los procesos migratorios que devienen en refugiados ambientales (más de 70 millones según ACNUR) provenientes de países castigados por sequías y consiguientes hambrunas que generaron guerras. Un perverso círculo vicioso catalizado por el calentamiento global provocado mayoritariamente por los países desarrollados a los que estos refugiados quieren volver en justa reciprocidad.

Incendios en la Amazonia según imágenes de la NASA
Incendios en la Amazonia según imágenes de la NASA

Hay datos objetivos. Así en los dos últimos siglos de desarrollo del capitalismo la temperatura media del planeta se incrementó un grado por encima de la media preindustrial lo que ha traído grandes modificaciones en los ecosistemas y en la disponibilidad de los recursos naturales. Este incremento de temperaturas conlleva a su vez riesgos sobre la salud pública y cambios climáticos que incrementarán en número y dureza los fenómenos extremos: inundaciones, sequías, incendios, etc… Hay una realidad en nuestro país que revela el enorme riesgo de la situación y es la reducción de precipitaciones y por tanto disponibilidad de agua en casi un 25% en la última década. La situación es realmente de emergencia.

En todo caso, un buen diagnóstico debe ser parte de la solución real. El análisis objetivo de la realidad de un problema es esencial para alumbrar las soluciones y por ello es imprescindible verificar las causas o lo que es muy parecido, determinar las responsabilidades de la crisis climática. En términos claros es más responsable … quien tiene más responsabilidades medidas estas en emisión de CO2. Y los emisores, los grandes emisores, saben muy bien que lo son y conocen bien el rango de responsabilidad.

 


Alberto Fraguas Coordinador de Ecología Política de ATTAC