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Un freno a la economía china

Javier C. HernándezColumnista The New York Times – Especial para Los Andes

Durante casi siete años, Li Wei se levantó antes del amanecer los siete días de la semana para su turno de 10 horas en la planta siderúrgica, regresando a casa cada noche empapado de sudor, con el rechinido metálico de maquinaria pesada aún zumbando en sus oídos. Pero el mes pasado, el soldador de 31 años estaba parado afuera de la planta con cientos de colegas, manifestándose en contra de recortes salariales y entonando himnos patrióticos de batalla.

A la semana, las autoridades declararon que su huelga era ilegal, amenazando con multas y encarcelamiento. La policía llegó por cientos a la planta, destrozando letreros y ordenándoles a los manifestantes que regresen a trabajar. “He sacrificado mi vida por esta empresa”, dijo Li a los oficiales conforme buscaban dispersar a los trabajadores. “¿Cómo pueden hacer esto ustedes?”

A medida que la economía de China desacelera tras más de dos décadas de crecimiento vertiginoso, han estallado huelgas y protestas laborales a lo largo del país. Fábricas, minas y otros negocios están reteniendo salarios y prestaciones, despidiendo personal o cerrando definitivamente. Preocupados por sus perspectivas en un sombrío mercado laboral, los trabajadores están contraatacando con inusual ferocidad.

La semana pasada, cientos si no miles de enojados empleados de la paraestatal Grupo Minero Longmay, la mayor compañía de carbón en el noreste de China, llevaron a cabo una de las protestas más osadas políticamente hasta ahora a causa de salarios no pagados, denunciando al gobernador de la provincia mientras él y otros dirigentes de alto nivel se congregaban para una reunión anual en Pekín.

El Boletín Laboral de China, grupo por los derechos humanos con base en Hong Kong, registró más de 2.700 ataques y protestas el año pasado, más del doble del número registrado en 2014. Todo parece indicar que el altercado se ha intensificado en meses recientes, con más de 500 protestas tan solo durante enero.

La mayoría de las manifestaciones se han abstenido de ataques políticos y se han concentrado en reclamos tales como salarios atrasados, prestaciones no pagadas como contribuciones a pensiones y condiciones inseguras de trabajo.

El Presidente Xi Jinping, preocupado por los desafíos al gobernante Partido Comunista, ha respondido con una represión metódica, aplastando protestas, desmantelando a organizaciones por los derechos laborales y encarcelando a activistas. Sin embargo, su gobierno también ha buscado apaciguar a los trabajadores, ejerciendo presión sobre negocios para que resuelvan disputas y poniendo miles de millones de dólares a disposición para pagos de asistencia social y programas de recapacitación.

Este enfoque pone de relieve el dilema político que la agitación laboral representa para el Partido Comunista, que se ha seguido presentando como un guardián socialista de los derechos de los trabajadores incluso al tiempo que ha acogido el capitalismo y dado la bienvenida en sus filas a magnates.

La ola de protestas da la impresión de que está alcanzando una cresta conforme Xi contempla una tremenda reducción de las inflamadas industrias estatales de China, que están produciendo mucho más acero, cemento y otros bienes que el mercado necesita. Con base en un reciente estudio, más de 3 millones de trabajadores podrían perder sus empleos en los próximos dos años, si proceden los recortes. El gobierno ya ha anunciado planes para despedir a 1,8 millón de trabajadores del acero y el carbón.

China redujo el sector estatal de más de 30 millones de trabajadores durante una ola de privatización y reestructuración durante finales de los 90 y comienzos de 2000. Sin embargo, la economía estaba en auge en ese momento, creando millones de empleos en nuevas industrias. Aún está creciendo actualmente, pero a su paso más lento en un cuarto de siglo.

Al mismo tiempo, Xi está luchando con una fuerza laboral que está mejor informada y se organiza con mayor facilidad debido a los medios sociales, y también es más asertiva, en parte debido al surgimiento de grupos de las bases populares.

“Probablemente esto es lo que mantiene en vela a Xi Jinping por las noches”, dijo Eli Friedman, académica en la Universidad Cornell que estudia temas laborales de China. “Los gobiernos no nadan en dinero como solían, y hay menos espacio para las concesiones”.

Aquí en la capital de la provincia de Guangdong en el sur de China, varios cientos de trabajadores en la siderúrgica paraestatal de Angang Lianzhong lanzaron una huelga el mes pasado en respuesta a un plan para reducir salarios casi por la mitad y extender el día laboral a 12 horas para algunos empleados.

“¡Hacia el sol, hacia la libertad!” entonaron los trabajadores una mañana, mientras se manifestaban afuera, recitando una canción de la era de la II Guerra Mundial.

Usaron WeChat, popular aplicación de mensajería, para reunir apoyo y dinero para comprar banderines de protesta. En un comentario ampliamente compartido, ellos describieron cómo las autoridades habían intentado impedirles tocar el himno nacional a través de un megáfono. (Su primera línea es: “¡Alcémonos, nosotros que nos negamos a ser esclavos!”)

Después de que la policía desarticulara la huelga, la planta prometió demorar sus recortes planeados a los salarios. Sin embargo, varios trabajadores dijeron que habían regresado a trabajar solo porque temían al castigo.

“Perdí esperanzas de que cambiara cualquier cosa”, dijo Li, el soldador, agregando que estaba impaciente por encontrar un nuevo empleo para mantener a su esposa e hijo. Oficiales en la siderúrgica no respondieron a peticiones para comentar al respecto.

Guangdong, que manufactura buena parte de los juguetes, zapatos, ropa y mobiliario del mundo, ha sido un hervidero de inconformidad laboral. En meses recientes, muchas fábricas de inversión extranjera aquí se han reubicado al centro de China o al sureste de Asia. Algunas se han mudado sin efectuar pagos de liquidación o pensión, en violación al derecho chino. El año pasado, la provincia promedió más de una disputa laboral al día, con base en el Boletín Laboral de China.

Se ha informado de protestas en cada parte del país, siendo el altercado más pronunciado en las industrias de la manufactura y construcción, que representaron dos tercios de las manifestaciones.

La mayoría de las protestas del año pasado fueron en contra de empleadores privados. Sin embargo, las manifestaciones de la semana pasada en Shuangyashan, poblado minero cerca de la frontera rusa en la provincia de Heilongjiang, sugiere que la agitación pudiera extenderse a negocios pertenecientes al gobierno, si Xi sigue adelante con esfuerzos por reformar la economía mediante la contención de industrias del Estado.

Mineros y otras personas allá salieron a las calles quejándose de salarios no pagados después de que el gobernador de la provincia pusiera en alto a su empresa, Longmay, como un ejemplo de la manera en que empresas estatales pudieran ser reestructuradas sin lastimar a los trabajadores. Hizo sus comentarios en la sesión anual de la Legislatura de China, el Congreso Popular Nacional.

En setiembre, Longmay dijo que planeaba despedir a 100.000 trabajadores, eliminando alrededor de 40 por ciento de la fuerza laboral en 42 minas.
Pese a la creciente inconformidad, se han dado pocas señales de que pudiera surgir un movimiento nacional del trabajo. Las autoridades han trabajado asiduamente para impedirles a los trabajadores que unan fuerzas.

El gobierno prohíbe que los trabajadores creen sindicatos laborales de corte independiente, requiriendo más bien que se unan solo a la Federación China de Sindicatos, controlada por el partido. Se supone que debe mediar disputas laborales, pero la administración normalmente escoge a los trabajadores que se sientan a la mesa de negociaciones.

Las autoridades también han aplicado duras medidas a los medios sociales, cerrando cuentas de activistas laborales, borrando informes noticiosos sobre huelgas y vigilando foros de chat en busca de señales de acción colectiva.

En años recientes, la proliferación de grupos sin fines de lucro por los derechos laborales ha buscado ayudarles a los trabajadores en negociaciones de contratos y mantener la solidaridad durante huelgas. Las autoridades habían sido tolerantes en su mayoría y los trataban a veces como aliados al hacer valer leyes laborales.

Pero, a medida que protestas de trabajadores se han vuelto más frecuentes, audaces y sofisticadas, fuerzas de seguridad estatal han reforzado su control…