Julio Rodríguez López – Consejo Científico de ATTAC España
Las previsiones económicas de la OCDE de mayo de 2016 han confirmado la continuidad en 2016-17 del bajo crecimiento posterior a 2008. Dicho organismo ha subrayado los riesgos de la persistencia de dicha situación para la economía global. En 2016 se ha extendido la práctica de tipos de interés negativos por parte de los bancos centrales. Se refuerza así el carácter agresivo de la actual política monetaria, respecto de la cual se resalta su incapacidad para lograr que la economía salga de la situación de bajo crecimiento.
El ritmo de crecimiento de los países de la OCDE bajará desde el 2,1% de 2015 al 1,8% en 2016. El aumento del comercio mundial descenderá desde el 2,6% en 2015 hasta el 2,1% en 2016, por debajo de su tendencia histórica. Dicho organismo considera que la economía global ha entrado en una “trampa” de bajo crecimiento. Ello reducirá el aumento de la inversión productiva y mantendrá elevado el desempleo. Además, persistirá el bajo aumento salarial, crecerán las desigualdades y bajará el PIB potencial de las economías desarrolladas.
Cualquier shock externo significativo puede conducir a la economía global a una nueva recesión, según la OCDE. La política económica debe de dejar de apoyarse solo en la sobrecargada política monetaria. Se debe ampliar el débil papel de la política fiscal y estimular a la inversión productiva empresarial, que es el factor que tendría mayores efectos multiplicadores sobre la evolución de la economía.
Pero la política económica actual está lejos de tomar el perfil más diversificado que sugiere la OCDE. En 2016, además de seguir practicándose con intensidad la política de “alivio cuantitativo” o de inyección de liquidez en la economía mediante la compra de deuda pública y privada por los bancos centrales, se ha extendido la práctica de tipos de interés negativos desde dichas entidades.
La forma más visible de tal política es el cobro de intereses a los bancos por las reservas de liquidez depositadas en los bancos centrales. Se pretende que los bancos aumenten la concesión de nuevos préstamos y también su inversión directa. Pero los tipos de interés negativos pueden tener efectos no deseados. Ejemplos de esto último son los casos de los descensos significativos que ya están teniendo lugar en la rentabilidad de los bancos, que hasta ahora no han extendido la percepción de intereses a los depositantes, aunque no falta mucho para legar a esa situación. Otra consecuencia es el estímulo a que los bancos asuman riesgos excesivos, provocando burbujas en los precios de los activos, algo de los cual se advierte en los crecientes precios de las viviendas en un amplio número de países de Europa Occidental.
En Alemania las consecuencias de los bajos tipos de interés han llegado lejos. El ministro de Finanzas, Schauble, responsabilizó a la política antideflacionista del BCE de parte del auge electoral del partido ultraderechista Alternativa para Alemania. Ese país se ha beneficiado de dicha política, pero ello no satisface a los hogares que van a votar habiendo perdido gran parte de la rentabilidad de sus inversiones. En Alemania se subraya el efecto negativo de los tipos de interés casi nulos sobre los ahorradores, sobre los resultados bancarios, lo que ha obligado a cerrar oficinas y a cobrar más comisiones por servicios, sobre las compañías de seguros, comprometidas a pagar rentabilidades ahora inalcanzables por los seguros suscritos y, por último, sobre los fondos de pensiones, que corren serios peligros de no poder cumplir sus compromisos en los próximos años (Financial Times, “Germany: Draghi v the banks”, 31.5.2016).
Según el biógrafo de Keynes, Robert Skidelsky (“The false promise of negative interest rates”, www.socialeurope.eu, 31.5.2016), Keynes, de estar vivo, calificaría los tipos de interés negativos como una medida desesperada de quienes creen no queda otra cosa que hacer para salir de un peligro. En la “Teoría General”, Keynes subrayó que los bajos tipos de interés pueden dar lugar a mayores niveles de inversión, pero tal efecto se pierde si las expectativas de beneficios descienden a mayor ritmo que los tipos de interés. ”El dinero actúa como un licor estimulante sobre la actividad económica, pero el licor se puede perder entre la copa y los labios”.
Experimentos como la compra masiva de bonos públicos y privados para aportar liquidez a la economía y los tipos de interés negativos (solo falta la formula friedmaniana de que un helicóptero arroje dinero recién impreso sobre las ciudades) no han mejorado la situación. Skidelsky califica a los tipos de interés negativos como de distracción respecto de un análisis que fue y sigue siendo equivocado, y que sobre todo se revuelve ante la idea de que crezca el papel del sector público en la economía.
Todo apunta a la necesidad de emplear la política fiscal y de que el gobierno pida prestado del banco central o de un banco de inversiones para gastar el nuevo dinero en inversiones necesarias (renovación de los sistemas de transporte, tecnologías de ahorro energético, refuerzo de la digitalización…). Sin intervención directa de los gobiernos el echar billetes sobre las multitudes no arreglará nada, cuando ese dinero podría servir para mucho si lo emplea el sector público con una visión global para toda la Eurozona.
Una versión de este artículo se publicó en la revista semanal El Siglo de Europa el 12 de junio de 2016
JRL es miembro de Economistas frente a la crisis y vocal del Consejo Superior de Estadística del INE