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Diez propuestas para salir de la pandemia sin que provoque un desastre

Artículo publicado originalmente en Publico.es

Juan Torres López,
Miembro del Consejo Científico de Attac

El Transnational Institute (TNI), un centro internacional de investigación y promoción de políticas, acaba de publicar un informe en el que propone diez grandes medidas para hacer frente a los costes de la pandemia de las Covid-19 y que permitan avanzar en la transición hacia tres grandes objetivos: aliviar la extrema desigualdad de riqueza, el excesivo poder empresarial y la pobreza global;  evitar la degradación de los sistemas ecológicos; y poner el trabajo de cuidados en el centro de nuestro sistema económico, evitando que las mujeres trabajadoras de todo el mundo lleven la carga más pesada de la crisis que trae consigo la pandemia.

Previamente, el informe calcula el mínimo de recursos que habría que movilizar anualmente durante un decenio para hacer frente a los costes que va a producir la pandemia: 1,244 billones de dólares para reembolsar el gasto de las medidas fiscales ya adoptadas; 0,283 billones que deberán seguir gastando los países del Sur. En total, 1,527 billones anuales a los que el informe suma, por un lado, otros 6 billones de dólares, tres para descarbonizar la economía y luchar contra el colapso climático y otros tres para lograr los objetivos de desarrollo sostenible de las naciones Unidas. Y, por otro, añade dos partidas de reparaciones: Una por los salarios perdidos por la esclavitud en Estados Unidos (1,58 billones) y otra por los daños y pérdidas del cambio climático en los países del sur (0,3 billones). En total, 9,41 billones de dólares durante cada uno de los próximos diez años.

Este cálculo -basado en las estimaciones que vienen presentando gobiernos, instituciones internacionales e investigaciones científicas- es muy de mínimos. Según reconoce el propio informe, no se tiene en cuenta el coste total de construir un mundo mejor tras la pandemia, ni con ese dinero se pueden compensar los daños producidos por decenios de desigualdad y colonialismo. Se trata de un cálculo muy a la baja de costes inmediatos de la pandemia, pues no se tienen en cuenta otros que de momento no pueden ser evaluados y que son, como dicen literalmente sus autores, devastadores. Por ejemplo, el que supone que la pandemia lleve a entre 500 y 600 millones de personas más a la pobreza en todo el mundo, o el asociado al riesgo de que la mitad de la población activa mundial pierda sus medios de vida, como ha anunciado la Organización Internacional del Trabajo que puede ocurrir (aquí).

Para financiar esos costes, el Informe de TNI propone la siguientes medidas.

  1. Impuesto mundial sobre el patrimonio (4,417 billones anuales).
    El 1% más rico del mundo tiene más del doble de riqueza que 6.900 millones de personas, el 88% de la población mundial, y sólo los 22 hombres más ricos del planeta tienen la misma riqueza que todas las mujeres africanas, mientras que la riqueza apenas está gravada: solo 4 dólares de cada 100 de ingresos fiscales procede de gravámenes sobre la riqueza.
    La implementación de un impuesto a la riqueza global podría recaudar unos 4,4 billones de dólares anuales, recaería sobre una parte muy pequeña de la población y ni siquiera supondría una reducción sustancial de su patrimonio. Por ejemplo, una tasa del 1,5% sobre el el 0,00002% de la población mundial que posee el 2,7% de la riqueza mundial podría recaudar entre 70.000 y 100.000 millones al año, uno del 1% sobre quienes posean una riqueza neta superior a un millón de dólares proporcionaría 1 billón de dólares anuales y uno del 0,5% sobre la riqueza neta del 1% más rico de cada país podría recaudar casi medio billón anual.
  2. Gravar la riqueza privada oculta en el extranjero (125.000 millones)
  3. Impuesto sobre las ganancias extraordinarias obtenidas gracias a la Covid-19 (sólo considerando las 32 corporaciones más grandes del mundo, 104.000 millones).
    Oxfam ha propuesto una tasa del 95% sobre el exceso de ganancias obtenidas por algunas empresas durante la pandemia, algo que sólo los ignorantes podrían considerar como una propuesta socialcomunista o bolivariana: tanto Estados Unidos como Gran Bretaña impusieron un exceso de impuestos a las ganancias corporativas después de la Primera y Segunda Guerra Mundial a tasas del 80% y el 95%, tal y como recuerda el informe.
  4. Gravar las ganancias que las grandes empresas transfieren a los paraísos fiscales (entre 200.000 y 600.000 millones anuales).
    Cada año hay un flujo ilícito de este tipo de transferencias por valor de unos 3 billones de dólares, sólo desde los países del Sur a los más ricos. Se trataría de obligar a que las grandes empresas paguen impuestos en el país donde emplean trabajadores y venden sus productos.
  5. Impuesto sobre las transacciones financieras (entre 238.000 y 419.000 millones al año).
    Se trataría de establecer un impuesto como el que se viene proponiendo en Europa desde 2011, del 0.1% sobre la negociación de instrumentos de acciones y bonos y del 0.01% sobre transacciones de derivados.
  6. Eliminación de los subsidios públicos a la industria de los combustibles fósiles y la implementación de un impuesto sobre el costo de la contaminación (3.2 billones anuales).
  7. Recuperar el 10% del gasto militar mundial (191.700 millones de dólares anuales).
    Como se dice en el informe, con el dinero que cada año se gasta en armas (1,9 billones de dólares) se podrían financiar 413 Organizaciones Mundiales de la Salud.
  8. Jubileo de la deuda de los países del Sur (100.000 millones anuales).
    Se trata de la propuesta que ha hecho la organización para el comercio de Naciones Unidas, UNCTAD, un jubileo de la deuda por valor de 1 billón de dólares en los próximos diez años, única manera de liberar a los países más empobrecidos de una hipoteca con la que les resultará imposible levantar cabeza. Sin embargo, tanto el Fondo Monetario Internacional como el G-20 se han atrincherado en sus posiciones: tan sólo aprobaron moratorias bilaterales que apenas si han afectado a unos 20.000 millones de dólares, una cantidad insignificante respecto a los 3,9 billones de dólares que esos países habrán de pagar en servicio de deuda en 2020.
  9. Nueva emisión de Derechos Especiales de Giro (250.000 millones de dólares al año).
    Se trataría de proporcionar liquidez adicional a los países necesitados permitiéndoles disponer de esta «moneda» que emite el Fondo Monetario Internacional, aunque para ello habría que desvincular su emisión del porcentaje del poder de voto en función de la cuota que paga cada país pues, si se mantiene el criterio actual, sólo seis de cada cien nuevos DEG emitidos irían a los países africanos.
  10. «Plan Marshall» para los países del Sur (50.000 millones anuales).
    Es la propuesta realizada también por UNCTAD, un plan de ayuda por un valor  total de 500.000 millones de dólares para los países receptores de Ayuda Oficial al Desarrollo, principalmente en forma de donaciones y destinado a hacer frente a los costes de la pandemia y de la transición justa.

El informe del Transnational Institute concluye de un modo bastante realista. Se trata de medidas conservadoras, claramente compatibles con el régimen de propiedad y de derechos del capitalismo. Aunque es verdad que muy contrarios a quienes están utilizando todo su poder para frenar cualquier tipo de reforma que ponga el más mínimo techo a la riqueza y al poder extraordinarios que acumulan.

Ni siquiera en unos momentos de emergencia sanitaria, cuando el clamor para tomar medidas excepcionales es mundial, ponen freno los grupos más poderosos a su ambición de tenerlo todo, sin límite. Como recuerda el informe, la industria de combustibles fósiles ha utilizado la COVID-19 para hacer descarrilar el Acuerdo Verde de la Unión Europea, presionando para obtener concesiones para esquemas de energía que dañan el clima, obtener acceso a fondos de rescate y debilitar los estándares ambientales (pruebas aquí); y  el Fondo Monetario Internacional no para de presionar a los países que enfrentan nuevas crisis de deuda para que sigan promoviendo políticas de austeridad que han provocado su ruina, el crecimiento de la deuda y no su reducción en beneficio tan solo de las grandes corporaciones y de una ínfima parte de la población más rica.

Sólo en Estados Unidos, donde a 20 de octubre habían muerto 220.000 personas y millones de personas habían enfermado y perdido riqueza y medios de subsistencia por culpa de la pandemia, las 644 personas más ricas que entrarían en unos diez o doce autobuses, vieron aumentar sus fortunas en 931.000 millones de dólares (casi el valor anual de toda la economía española)  desde marzo de este año, cuando comenzó a extenderse la Covid-19 (los datos aquí).

¿Puede sobrevivir un planeta, una civilización, que no actúe ante una concentración de la riqueza y del poder subsiguiente tan extraordinaria, ante semejante barbaridad? ¿Podemos permanecer callados o indiferentes ante ese inmoralidad tan gigantesca y seguir considerándonos personas buenas y decentes? ¿Nos seguirán dando igual todas las injusticias y tropelías que se perpetran a nuestro alrededor sólo para satisfacer los intereses, la ambición y la avaricia de una parte tan reducida de la población?